Pasa en el conjunto de Barcelona, pero en el barrio de Gracia es un fenómeno mucho más acusado. Uno no se da cuenta hasta que presta atención y levanta la vista: apenas hay carteles colgados en los balcones anunciando pisos en venta, mucho menos en alquiler . «Es normal, ya no es necesario. Un piso en oferta apenas dura unas horas colgado en la web, y en nuestro caso ni eso. Cuando un piso queda libre ya conocemos a quién le puede interesar». Quien habla es Sebastián ‘Toti’ Esteban, más de 25 años al frente de InmoGracia , una pequeña agencia de carácter familiar que trabaja desde el corazón del barrio (calle Fraternitat, 35), algo así como una ‘rara avis’ en un mercado dominado por las franquicias de las grandes inmobiliarias y las agencias ‘on line’. Mientras se echa un pitillo en la puerta de la agencia, junto a Nayma, su pareja, y Erik, su hijo, repasa la transformación dramática de un mercado, el del alquiler, que «se ha puesto imposible», algo general en las grandes ciudades pero mucho más visible en un barrio de gran tirón como el de Gracia. Es céntrico, aún conserva carácter y sabor, tiene ambiente y un comercio atractivo, un imán que seduce a muchos extranjeros con rentas altas que buscan autenticidad. Para el público local es imposible competir con ellos. La ausencia de anuncios en los balcones denota una transformación que se ha acelerado en el último año, desde que en Cataluña se aplica la medida más controvertida de las contempladas en la nueva ley de Vivienda, la que permite a las administraciones autonómicas, a su criterio, aplicar en aquellas zonas calificadas como «tensionadas» una limitación de rentas en el alquiler. El resultado, «una patada para los propietarios e inquilinos que van como pollo sin cabeza», resume Inés, una vecina del barrio que en su momento, por los pelos y «entrampada con el banco», pudo comprar. Pisos en oferta, en una inmobiliaria en Gracia a. q.«Se han ‘petado’ el mercado», resume tajante ‘Toti’ Esteban. Las consecuencias son conocidas, y en Cataluña –única comunidad que ha decidido aplicar la limitación de rentas– se ha producido un efecto indeseado, especialmente acusado en la ciudad de Barcelona, tal y como recogen los datos oficiales . Así, en la capital catalana, y por primera vez en la serie histórica exceptuando el periodo de la Covid-19, el balance neto entre las extinciones de contrato y las nuevas firmas fue negativo en el tercer trimestre de 2024. Es decir, el mercado se contrae. La tendencia se consolida, en un retroceso que la Generalitat, defensora de la medida, contrapone a la efectiva, aunque muy limitada, reducción de los precios. «Sí, los precios se han contenido, pero si no hay pisos en oferta, para qué sirve», explican en InmoGracia, donde en un año normal se hacían entre 40 y 50 contratos de alquiler y en el último apenas firmaron una veintena. ‘Toti’ y su familia conocen de primera mano la realidad del barrio. Porque vivieron en él y porque están al frente de una inmobiliaria atípica. «Nos salimos un poco del marco, sí», afirma ante su pequeño escaparate, sacando adelante un negocio que, más allá de lo impersonal de las grandes franquicias , trata de tú a los clientes y conoce sus historias, sean pequeños propietarios con necesidad de vender o alquilar un piso, sean inquilinos, «a veces desesperados», en busca de un hogar para alquilar, «una misión cada vez más complicada» aquí. «Hicieron una ley con la idea de incentivar el alquiler y han conseguido todo lo contrario», explican recordando casos recientes que han pasado por su agencia, donde comprueban el temor de los dueños –«gente normal, no grandes tenedores»– al ver cómo la rentabilidad del inmueble que completaba su sueldo o pensión «cae por los suelos» . Aluden en concreto al nuevo índice de precios estatal al que deberán referenciarse los nuevos contratos, «muy por debajo del precio de mercado». La consecuencia: una fuga de pisos del alquiler tradicional al temporal, una modalidad que a la espera de su inminente regulación aún no tiene las rentas limitadas. Mercedes Blanco, miembro del equipo de dirección de Fincas Blanco, CEO de Vecinos Felices Administración De Fincas y Alquileres, apunta que la escasez de pisos de alquiler convencional se da en toda la ciudad, pero que es especialmente acusada en Gracia, Eixample o el Poblenou. Este último barrio, por su proximidad a las playas, es muy requerido por los clientes internacionales sin problemas para pagar lo que convenga. «Faltan pisos para la demanda que hay. Si el cliente local ya genera una demanda insatisfecha, si se suma el internacional la cosa se dispara». Blanco puntualiza que el retraimiento del alquiler se ha acelerado con la limitación de rentas, pero «ya viene de antes por la incertidumbre del casero ante los posibles impagos». En Sant Antoni, en el Eixample, otro barrio con tirón, el comercial de una gran cadena asegura a ABC que los ‘guiris’ ya copan el 75% de todos los contratos que tramitan: «Es una locura. El cliente local es el gran perjudicado».Iñaki Unsain, ‘personal shopper’ inmobiliario y director general de ACV Gestión Inmobiliaria, pone énfasis en «el atractivo de Barcelona como destino mundial ». «Estamos entre las ocho ciudades del mundo más apetecibles para vivir según los rankings», recuerda. Su diagnóstico es claro: «Por mucho que se quiera regular, la llegada de extranjeros con gran capacidad económica no se va a poder parar. No se pueden poner puertas al campo ni un control en el aeropuerto, y barrios como el de Gracia son precisamente todo lo que buscan: entorno tranquilo, autenticidad, pisos con mosaicos bonitos, vigas a la vista… No importa que la finca no tenga ascensor».La paradoja es que esa misma autenticidad que buscan los llamados ‘ expats’ –extranjeros con poder económico para distinguirlos de inmigrantes sin él– es la que está amenazada por su presencia. Las pintadas en el siempre combativo barrio de Gracia contra la gentrificación, a veces con un cariz claramente turismofóbico, cada vez están más presentes. El público local lo tiene complicado. No hay posibilidad de combatir con un extranjero de paso, unos pocos años a lo sumo, con sueldos del norte de Europa. «Los que acaban perdiendo son los de aquí. Ante tanto competidor por un piso , los propietarios priorizan las rentas altas. Y ya no te digo si tienen hijos. Algunos caseros los vetan directamente ante el miedo a que sea más difícil desalojarlos en caso de impago. Es dramático», se lamenta ‘Toti’ en la calle Fraternitat.Carles Sala, portavoz de los agentes de la propiedad (APIs) catalanes, confirma esa realidad. «Se da la paradoja de que con la limitación del número de pisos en oferta, el casero tiene más opciones para escoger inquilino, con lo que busca al que ofrezca más garantías, es decir, renta. Una ley pensada para favorecer al desfavorecido se gira en su contra. Y la ley no solo reduce la oferta , sino que quita estímulos para la rehabilitación si solo puedes repercutir un 10% en el precio». Noticia Relacionada estandar No El precio de la vivienda sube otro 5,9% y apunta a superar en 2025 el máximo histórico de la burbuja Antonio Ramírez Cerezo Hasta noviembre se han contabilizado 645.000 compraventas, más que en todo 2023El pesimismo se extiende. Sala, con una visión que va más allá de los límites del barrio de Gracia, lo ve tirando a negro. «Vamos a una nueva burbuja… Si se analizan las curvas de aumento de población prevista en España para los próximos cinco años y se cruzan con las de nuevas licencias y previsión de nuevos pisos la tensión estructural será brutal. Hay que ver cómo van los dos próximos trimestres, pero me extrañaría mucho que aumentase el número de pisos en alquiler».Mientras el mercado global se contrae, en algunos barrios de Barcelona ya está en los huesos. Propietarios asustados , menos pisos en el mercado y ‘guiris’ con presupuesto buscando un sabor que los locales ya no se pueden permitir. La tormenta perfecta del alquiler se instala en Gracia.
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