En 2003, con poco más de 25 años, Craig Thompson esculpió su escultura como gigante del cómic con ‘ Blankets ‘, una novela gráfica de autoficción, iniciación en el mundo sensible por parte de un adolescente muy sensible y tristeza por los abusos familiares y en la escuela, y el amor de una mujer, al menos, además de la milagrosa tabla de salvación del dibujo.El cómic resultó ser uno de los más premiados de todos los tiempos, siendo el primero en recibir de forma simultánea los tres galardones gordos del género en Estados Unidos (Eisner, Ignatz y Harvey). Y ahora, más de 20 años después, y con algún fracaso comercial de por medio, el artista vuelve a sus orígenes, literalmente, con ‘Raíces de ginseng’, una obra que es tesis, ensayo botánico y obra de autoexploración e incluso autoayuda.En el tebeo regresa a su infancia recogiendo la planta terapéutica con solo diez años (en Estados Unidos es sorprendentemente legal el trabajo agrícola infantil), vuele a ‘Blankets’, vaya, para contar el antes, cómo un niño pobre en una familia fundamentalista cristiana logró tamaña colección de cómics y un futuro pleno de neurosis, dudas artísticas y la fatídica noticia de una enfermedad degenerativa en su herramienta de trabajo: sus manos.-Creció en una familia humilde de clase trabajadora. Su hermano y usted recolectaban raíces de ginseng con apenas diez años. Y ahora su cómic es todo un tratado sobre esta planta y su propia vida, sus propias raíces.-Crecí sin mucho dinero, sin ahorros en el hogar. Así que la única manera para que nosotros, los niños, tuviéramos las cosas que queríamos, ya fueran juguetes, dulces o cómics, era trabajando nosotros mismos. Mi primer trabajo fue en la agricultura del ginseng, a los 10 años, y trabajando semanas de 40 horas durante el verano. Mientras otros niños estaban en campamentos o nadando, nosotros trabajábamos en los campos. Pero estábamos contentos de hacer ese trabajo. Mi hermano era más joven, tenía 7 u 8 años.-¿Pero eso era legal?-Oh, sí, es legal. En los Estados Unidos, aprobaron leyes contra el trabajo infantil en los años 40, pero dejaron una excepción para la agricultura. Porque en ese momento en los EE.UU. había muchas granjas familiares, y las familias dependían de sus hijos para ayudar en el trabajo agrícola. Aún todavía existe una disposición que permite a los niños trabajar en labores agrícolas hoy en día. Solo que ahora no verás a muchos niños blancos haciendo ese trabajo. Ahora son los hijos de inmigrantes, mayormente inmigrantes mexicanos o sudamericanos. Sus hijos están en los campos. No recuerdo la cifra exacta, pero creo que dicen que el 50% del trabajo agrícola sigue siendo realizado por niños en los EE.UU. Tendría que verificar ese número. Podría ser un 30%, pero es mayor de lo que te imaginas. Pero no son niños blancos. Y a diferencia de mi infancia, donde yo hacía trabajo agrícola para obtener cosas personales, muchos de estos niños hoy en día trabajan para ayudar económicamente a sus familias. Así que es un trabajo de adultos para ellos. Pero nosotros estábamos felices de trabajar, porque a mi hermano y a mí nos pagaban 1 dólar por hora, lo que se traducía en un cómic por hora. No hubiera habido manera de que tuviera una colección de cómics a esa edad y no sé si tendría una carrera como autor de cómic si no hubiera trabajado en la agricultura del ginseng a los 10 años.-En el cómic también muestra la evolución de la agricultura, de lo local en sus días de recolector al negocio globalizado actual.-Cuando era niño en los años 80, no había muchos niños haciendo ese trabajo. Y no pagaban lo suficiente si eras una persona de clase media. Como dije, mi mamá ganaba tal vez $3.50 por hora, y nosotros los niños ganábamos $1 por hora. Así que para nosotros era mucho porque éramos niños y de clase trabajadora. Pero no valía la pena para nadie más. Sin embargo, los agricultores eran pequeños entonces, tenían tal vez dos o tres acres de ginseng. Ahora los productores tienen 800 acres de ginseng. Así que son casi mil veces más grandes que cuando era niño. Antes, había muchos agricultores. Ahora solo quedan un puñado de megaproductores. Y para conseguir su mano de obra, los productores más grandes simplemente usan migrantes mexicanos que traen en autobuses desde México por ocho meses de temporada al año. Trabajan jornadas de 16 horas. Viven en la granja. De hecho, no pueden legalmente salir de la granja porque no conducen. No tienen carnet de conducir estadounidense. No hablan inglés. Y estas pequeñas comunidades no son muy multilingües. Así que todo se lo proporciona en la granja, y no salen de la granja hasta que regresan a México con sus familias. Hoy en día solo las corporaciones pueden sobrevivir. Y Canadá tiene parte de la culpa. Canadá es en realidad uno de los problemas. Había granjas familiares durante los años 80 y principios de los 90. Pero luego, a medida que los cigarrillos pasaron de moda y se desalentó el consumo de tabaco, el gobierno canadiense ofreció incentivos a los cultivadores de tabaco para que comenzaran a cultivar ginseng. Así que fue Canadá quien primero empezó a cultivar ginseng a escala mega corporativa. Y podían producirlo a un costo mucho más bajo, haciendo desaparecer o desplazando a todas las pequeñas granjas familiares. Esto es una gran ironía si prestas atención a la política norteamericana. La gente piensa en Canadá como el vecino amable del norte. Pero a menudo su política es más capitalista y corporativa que la de Estados Unidos.Noticia Relacionada Cómics estandar No Daniel Clowes: «El problema actual es que el odio no es gracioso sino real» Javier Villuendas-Los agricultores sufren mucho cuando tienen malas cosechas, es una situación muy estresante. Y guarda cierto paralelismo con el arte…El ginseng es un cultivo de alto riesgo porque tarda tres o cuatro años en crecer. A diferencia del maíz, por ejemplo, que puedes cosechar cada año y saber si vas a tener ganancias o no. Con el ginseng, puedes tener una buena cosecha los dos primeros años, y luego algo puede salir mal en los años tres o cuatro. Y perder toda la cosecha. Además, el precio fluctúa de manera a lo bestia dependiendo de la oferta. Los agricultores con los que hablé me dijeron que los precios que recibían por libra de ginseng fluctuaban entre 60 dólares y 12 dólares. Y cuando hablas de miles y miles de libras, es un margen de ganancia enorme. Y sí, es similar a trabajar en un libro durante ocho años como ha sido mi caso. Como la cosecha de ginseng, paso mucho tiempo en mis proyectos… Y también es una especie de labor de amor. Estas son personas a las que les gusta ser autónomas. Les gusta lo que hacen. Como Chua Vang, el agricultor que sale en los capítulos 7 y 8. Él tiene un trabajo a tiempo completo en una fábrica de procesamiento de carne, que es aún más de clase trabajadora. Eso es lo que hace para pagar las cuentas. Y luego su pasión y su trabajo nocturno y de fin de semana es cultivar ginseng. Y es una apuesta. Algunos años puede tener una cosecha que le genera mucho dinero, y otros años lo pierde todo. Realmente es muy similar al arte. Puedes tener libros que no venden nada y perder ingresos de varios años. Y luego otros libros son exitosos y te sostienen por un tiempo.-Sufre de ‘culpa de clase’ y en dos frentes: por un lado, con la gente de su pueblo y, por otro, con la Academia. O es ‘el artista’ o es ‘el paleto’, según con quien.-Sí, es como lo describes. Por un lado, siento culpa frente a las personas trabajadoras de clase obrera porque lo que yo hago no es un trabajo real. Porque ellos literalmente se rompen la espalda con su labor. Es un trabajo físico muy difícil y exigente. Y lo que hago yo es esconderme en mi casa, en mi estudio, dibujando. Parece muy fácil en comparación con lo que ellos hacen. Por otro lado, siento mucha inseguridad porque no tengo educación formal. No vengo del mundo académico ni de un entorno culto, y eso me hace sentir inseguro. -En ‘Raíces de ginseng’ también reflexiona sobre la alargada sombra de ‘Blankets’…-Cuando salió tenía 27 años. Un amigo y mentor en Francia, Benoît Peeters, me dijo: «Felicidades, tienes un ‘bestseller’. Probablemente nunca tendrás otro en tu vida». Yo tenía 27 años, así que pensé: «No, soy joven y seguro que haré libros mejores en el futuro. Esto es solo el principio». Pero, en realidad, tenía razón. Creo que muchos artistas experimentan esto, especialmente las bandas de rock, cuyos primeros discos son los que la gente siempre recuerda, incluso si siguen creando música durante 30 años más. O el autor de libros infantiles Maurice Sendak, conocido por ‘Donde viven los monstruos’. Ese libro salió cuando tenía 38 años, pero luego trabajó 50 años más y, aun así, la gente solo lo recuerda por ese libro. Eso le frustraba mucho, pero verlo a él me preparó para lo que podría ser mi realidad. Quizás siempre será el libro con el que la gente me asocie, pero debo considerarme afortunado de tener uno así en mi vida.-Sobre el impacto de ‘Blankets’ en su familia, ¿fue difícil para ellos leerlo?-Es cierto que, al reflejarse en la historia, mi madre dijo que les resultó muy duro. Escribir o hacer arte autobiográfico es difícil . Muchos amigos autores me han dicho: «Quiero hacer un libro como tú, pero voy a esperar hasta que mis padres mueran». Pero no creo que eso sea justo. Valoro haberlo hecho mientras estaban vivos y lúcidos, porque así pudieron participar. No es solo mi punto de vista; ellos también tienen una voz. Pero quizá no fue así en ‘Blankets’, que hice sin su conocimiento. Pero para este libro, los involucré mucho y me dieron permiso.-¿Sintió culpa por no hacer lo mismo en ‘Blankets’?-En parte sí. Cuando hice ‘Blankets’, en 2003, todo era diferente. Ahora, en 2024, las redes sociales han cambiado la forma de hacer autobiografía. Todo el mundo crea su propia autobiografía en internet, pero quizá no de manera tan honesta. A mí no me interesa la inmediatez de las redes. Prefiero la lentitud, reflexionar durante años. Este libro me llevó ocho. Es un proceso meditativo, no instantáneo. No estoy hecho para las redes sociales. Hace 10 años tenía un blog y me encantaba porque publicaba una vez al mes, con tiempo para editar y cuidar lo que compartía. Hoy, la cantidad de contenido que existe en el mundo es abrumadora. Me pregunto por qué añadir más ruido. Para mí, la solución es ir despacio.-Ahora, aparte, sufre problemas de salud que atañen a su trabajo.Mi salud es un tema delicado. He tenido muchos problemas con las manos durante este libro, especialmente desde 2022. Es una enfermedad degenerativa que empeora cada mes. Lo que espero es poder detener la progresión o ralentizarla. Porque al ritmo que ha ido, no podré usar mis manos en un año más o menos. Si pudiera detenerlo y quedarme en este nivel de incomodidad, estaría bien. Mis problemas quizás estén relacionados con los químicos que usábamos en la granja cuando era niño, como pesticidas y fungicidas. Pasábamos horas trabajando en los campos justo después de que los rociaran. Mi madre, mi hermana, mi hermano y yo tenemos problemas de salud, y creemos que puede estar vinculado con esos químicos. Puede haber un componente genético pero puede haber elementos ambientales, y el desencadenante podría ser el estrés. Investigué y hay algunas demandas serias contra estos fabricantes de productos químicos. Pero también se cubren legalmente. Hay muchos acuerdos extrajudiciales con los trabajadores agrícolas. Porque estas megacorporaciones gigantes no quieren que se exponga la toxicidad de sus productos químicos.Página de ‘Raíces de ginseng’ ABC-‘Blankets’ fue la manera de decirles a sus padres que ya no quería ser cristiano. ¿Hay algún mensaje en ‘Raíces’?-Sí. Nunca sentí que tenía cultura, herencia o historia. Mis abuelos solo estuvieron presentes tres veces en mi infancia, porque cuando mis padres renacieron como cristianos, se distanciaron de sus familias. Crecí sin parientes ni un sentido de pertenencia. Pensaba que venía de un lugar aburrido, pero al hacer este libro me di cuenta de que vengo de un lugar único. Ahora siento orgullo y aceptación.-Su padre es negacionista del cambio climático pero a la vez contamina mucho menos que usted. Interesante…-Ellos no viajan, llevan un estilo de vida que, en muchos sentidos, es más sostenible que el mío. Sin embargo, en los medios se percibe peor negar el cambio climático que nuestro estilo de vida cosmopolita. Esa es una reflexión que me interesó plasmar. Si eres un negacionista del cambio climático, eres malo. Pero mis padres contaminan menos que aquellas personas que les critican. Cuando yo era pequeño, ni siquiera iban al supermercado. Tenían una granja autosuficiente. Cultivaban toda su comida y criaban toda su carne. Todo venía de nuestra casa. Solo producían lo necesario para alimentar a la familia. Y nunca compraron ropa nueva, solo ropa de segunda mano. No son personas consumistas, no son capitalistas. Lo irónico es que son cristianos de derechas. En ese sentido, supongo que son republicanos, pero no capitalistas. De hecho, están bastante en contra del capitalismo y el consumismo.-Y cuando refleja su viaje a China, la guía le argumenta que este país es más meritocrático que Europa o Estados Unidos. Toma ya.-Estaba hablando de ello especialmente en relación con la educación. En China, las escuelas públicas son casi gratuitas, mientras que las privadas son caras, pero no se consideran muy buenas. No son una educación de elite. Es mucho mejor obtener una educación gratuita en una escuela pública, y para eso necesitas tener buenas calificaciones. En ese sentido, es una meritocracia. Mientras que en Estados Unidos es bastante difícil superar la clase social en la que naces. Eso del sueño americano es una mentira. Muy pocas personas trascienden la clase social en la que nacieron, y quienes lo logran generalmente tienen una base de herencia familiar y riqueza. Muchos amigos con los que crecí han muerto. Algunos han vivido en la calle, otros han pasado tiempo en prisión. Es realmente difícil superar la clase social. Y creo que es aún peor cuando le añades un componente racial, al menos yo tengo el privilegio de ser blanco. Hay muchos factores, pero definitivamente hay un sistema de castas en Estados Unidos, igual que en India.-Cuando cuenta su paso por terapia: «Los cómics me han salvado la vida pero han roto mi espíritu y mi cuerpo». Dice que las críticas negativas le hacen mucho daño. ¿Tanto le afectan?-Lamentablemente, sí. En Estados Unidos, ‘Habibi’ fue mi cómic que recibió más ataques de la crítica. En el resto del mundo, incluido Oriente Medio, ‘Habibi’ fue bien recibido. En algunos lugares, es mi libro más famoso y respetado, pero en Estados Unidos es un gran blanco de críticas, y esas críticas son constantes. He recibido cientos de amenazas de muerte, y eso realmente me desanimó y me desgastó. Pero parte de ello es mi propia fragilidad psicológica; creo que esto me desencadenó cosas de la infancia. Tuve un terapeuta que en 2019, cuando no encontraba editor para ‘Raíces de Ginseng’ y cada día recibía algún tipo de comentario negativo en internet, cuyo consejo fue: «Deja el libro. No sigas. Los críticos y el internet van a ganar. No tienes poder como creador». Y a menudo me siento así. Ahora que he terminado el libro, por primera vez en mi carrera lo siento como una especie de logro, siento que sobreviví a este proyecto. Lo terminé, y también sobreviví físicamente, porque hubo muchos momentos suicidas durante el proceso, pero llegué al otro lado. Di a luz a un libro y no morí en el parto.-Consideró retirarse del cómic incluso.-Creo que también influyó el haber crecido en un hogar religioso donde los medios de comunicación estaban censurados y nosotros también. Siempre nos metíamos en problemas por lo que decíamos. Si nos castigaban, nos lavaban la boca con jabón, nos encerraban en un pequeño armario o nos hacían quedarnos de pie en una esquina. Y cuando ahora me llegan las críticas de todas partes, eso activa el mismo mecanismo: «No debo abrir la boca. Me están castigando por hablar». Entonces, es una programación mental de mi infancia que vuelve. En los últimos años, llegué a un punto en el que pensé: «No hay nada que pueda decir o hacer sin que la gente se cabree conmigo, y no quiero hacer libros que provoquen odio. Prefiero que la gente me quiera por lo que hago». De hecho, si me hubieras preguntado hace unos meses, cuando todavía vivía en Estados Unidos, te habría dicho que iba a dejar de hacer arte para siempre. No tenía fuerzas. Todos mis amigos lo saben. Llevo diciéndoles cinco años que, cuando acabara este libro, no volvería a dibujar cómics. Pero mi actitud al respecto ha cambiando. Desde que estoy en Europa, he empezado a soñar nuevas historias. Quizá sea el entorno o la buena recepción de ‘Raíces de ginseng’ aquí. Tal vez. Ahora no tengo un hogar. Y, después de esta gira de tres meses, tengo que encontrar un lugar para establecerme. No sé dónde será. Quizá sea en Europa donde encuentre un lugar más seguro donde proteger mi frágil confianza para crear.-En todo este proceso de tantos años, averiguó algo así como que el arte conlleva sufrimiento pero que no es innecesario. Que de lo que hay que desprenderse en la vida es del que sí es innecesario. Lo concreta en estas dos frases: «Lo que amamos es lo que nos hace sufrir, y lo que nos hace sufrir le da sentido a nuestra vida». Y este otro consejo: «Siempre existe la posibilidad de salvación, la salvación del sufrimiento innecesario».-Sí, eso es. Es interesante porque la mayoría de las personas solo tienen una gran historia que contar. No sé si eso es del todo cierto, pero, por ejemplo, Art Spiegelman hizo ‘Maus’, que podría ser la mejor novela gráfica que existe. No ha hecho muchos libros desde entonces porque esa es una historia muy importante: ser hijo de supervivientes de Auschwitz. Cuando pienso en muchas grandes novelas o novelas gráficas, suele haber un solo gran ejemplo, aunque claro, hay muchas excepciones. Pero sí, todos vivimos un gran trauma, con suerte solo uno. Aunque supongo que hay muchos pequeños traumas continuos en la vida, así que siempre hay historias que contar. Pero esa cita del practicante de medicina china, Justin Manure, quizás sea cierta: «El sufrimiento nos da significado. Encontramos sentido en el sufrimiento y, a través de ese sentido, seguimos adelante».-Dice que los dibujantes de cómic son pobres, depresivos y socialmente inadaptados. Es duro, pero… cuánta belleza surge de sus manos. ¿Cambiaría su personalidad a cambio de no hacer cómics?-Es una gran pregunta. Esa frase sobre los autores de cómic es algo que sentí cuando vivía en Los Ángeles. Viví allí tres años y todos los que conocí de este mundillo eeran pobres y miserables. Y todos los que conocía en animación y cine eran ricos, estaban sanos y prosperaban porque, ya sabes, la disparidad de ingresos entre esos dos medios era enorme. Pero una vez a la semana iba a Cartoon Network a almorzar con unos amigos, y siempre me inspiraba mucho el trabajo que hacían en esos estudios, tanto talento increíble. Y esas mismas personas querían ser como yo. Decían: «No queremos ser engranajes en una máquina haciendo la próxima película de los Minions o algo así. Preferiríamos estar en casa haciendo nuestra propia obra». En definitiva, hay un pacto con el diablo, por así decirlo, un intercambio. Puedes hacer tu trabajo personal y tal vez tener problemas financieros o puedes vender tu alma y tener la estabilidad económica de un gran estudio, pero al final te preguntas: ¿cuánto orgullo sientes por el trabajo que estás produciendo? ¿Cuán personal es? Yo elegí el camino más difícil económicamente, pero más expresivo a nivel personal.-Volviendo a sus gravísimos problemas en la mano. La aparición de la enfermedad, paradójicamente, elevó el cómic, ¿no?—Hmm, sí, en realidad, sí, porque en Estados Unidos ‘Raíces…’ se publicó como una serie de 12 cómics por capítulos. Eran pequeños folletos de unas 30 páginas cada uno, y trabajé en eso durante cinco años. Terminé la serie en septiembre de 2023. Me senté y leí los números del 1 al 12, y no estaba contento. Sentí que faltaba algo, una especie de arco narrativo que conectara todo. Entonces decidí que la historia de mi salud y mis problemas con la mano era lo que faltaba. Eso no estaba en el borrador original. Me resistía a incluirlo porque no quería que sonara como una narrativa de autocompasión, como mírenme a mí y mis problemas de salud». Pero luego me di cuenta de que todo el mundo tiene algún tipo de crisis en este sentido. Es una experiencia muy universal. Incluso si alguien no tiene algo específico, colectivamente hemos vivido una pandemia. Así que la crisis de salud es bastante universal. Cuando añadí esas últimas 60 páginas, realmente conectó todo el libro. Y me permitió usar mucho material que tenía grabado con un practicante de medicina china, y no sabía exactamente dónde encajaba en el libro. Él es a quien citaste antes, y tenía un conocimiento muy profundo, además, era un experto en ginseng. Era realmente un sabio y un tipo elocuente, pero durante mucho tiempo no sabía si podía usar ese material porque él es blanco y tenía este problema de apropiación cultural. Entrevisté a practicantes de medicina china que eran étnicamente chinos, pero, siendo honesto, el material no era tan dinámico. Así que tenía este problema: la mejor entrevista era con un tipo blanco. Pero finalmente, cuando incluí mi crisis de salud y el proceso en el que empecé a trabajar con él como paciente, de repente esa fue la clave que faltaba para incluir sus entrevistas, porque como mi médico, tenía perfecto sentido que estuviera en el libro.—¿Has sanado tu relación con el cómic esta obra sobre una planta terapéutica?—Eso espero. Quizá aún es pronto para decirlo. Lo que no he sanado es mi deseo de tener un hogar y un sentido de pertenencia. No lo he tenido durante todo el tiempo que he trabajado en este proyecto. Empecé ‘Raíces…’ cuando dejé mi hogar en Los Ángeles a principios de 2017, y desde entonces no he tenido un sitio fijo. He vivido en 12 lugares diferentes mientras trabajaba en el libro. Básicamente, un apartamento por cada capítulo. Viví en tres estados diferentes en todo Estados Unidos, pero en 12 apartamentos distintos. Y actualmente ni siquiera tengo un hogar. Antes de empezar la gira del libro, dejé mi apartamento, así que sigo buscando un lugar, un sentido de pertenencia, un hogar que aún no he encontrado. Quizás ese sea el mensaje de todo mi trabajo: no se trata realmente de un lugar. Me encanta la oportunidad de viajar por el mundo, conectar con personas en todas partes y sentir ese sentido de familia extendida que te da el viajar. Y ese es un tema recurrente en mi obra: la familia colectiva, no solo de la humanidad, sino de todo lo que nos rodea.-¿Y un nuevo cómic sobre la búsqueda de un nuevo hogar para usted?—Mi primer libro se llamó ‘Adiós, Chunky Rice’, sobre una pequeña tortuga que buscaba un hogar y hablaba de cómo él es una tortuga, así que lleva su hogar en su espalda. Y eso es un poco como lo que es una gira literaria: el libro en sí es como un hogar que llevas contigo.
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