Vuelta a Siria: entre la felicidad y la incertidumbre

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Vuelta a Siria: entre la felicidad y la incertidumbre

Lo más difícil parece que ya lo han hecho: sobrevivir a una guerra que dejó medio millón de muertos y más de seis millones de refugiados; sobrevivir en otro país, donde no comparten el idioma, y donde tampoco han tenido facilidades para encontrar trabajo o incluso ir a la escuela; y sobrevivir para al fin, poder regresar.Estamos en la provincia de Gaziantep, en el paso fronterizo entre Siria y Turquía de Öncüpınar. Por este cruce ya han pasado miles de familias que vivieron la caída del régimen de Bashar Al Assad como la mayor alegría de sus vidas. Los camiones, coches, autobuses y hasta carretillas se agolpan en el paso fronterizo llenos hasta los topes. Muebles, colchones, alfombras, ropa… para muchos son más de diez años metidos en un par de cajas y unas maletas con las que empezar una nueva vida en un país al que dicen añorar y al que nunca pensaban que podrían volver. Tres de las palabras más repetidas en este lugar son «felicidad», «expectación» y «alivio».Los refugiados que vuelven a Siria una década después: «Es una felicidad indescriptible» Ignacio GilFelicidad por poder volver a ver sus seres queridos, algunos de los cuales no han visto nunca. Pasa con los nietos que han nacido fuera o con los sobrinos de aquellos que pudieron escapar. Alivio por ver terminar la dictadura de uno de los mayores criminales del siglo XXI; y expectación porque nadie sabe muy bien qué esperar de Hay’at Tahrir al-Sham (HTS), la facción militar más poderosa de la oposición, que lideró «la liberación» de Siria el pasado mes de noviembre.Muchas son las historias que hay en una frontera: algunas de alegría y otras de tristeza. Estas solo son un breve ejemplo de lo que más de quince años de brutal represión, hostigamiento y violencia del régimen de Bashar Al Assad han significado. Cuatro autobuses y 14 horas hasta la fronteraYara solo tenía 17 años cuando dejó Siria, pero ya era madre de un hijo: Zacarías. Con su marido salieron de Qamishli, una ciudad al noreste de Siria en la frontera con Turquía, cerca de Irak.Brahim (6 años), Zacarías (8 años) Isaac (4 años). Cruzan con su madre solos. Su padre ha decidido quedarse en Turquía para terminar de arreglar los papeles. Se dirigen a Qamishili, una ciudad en el noreste de Siria, muy cerca de Irak. Han vivido, de manera ilegal, durante seis años en Turquía Ignacio GilHan pasado nueve años desde su salida. Ahora vuelve con tres niños más: Brahim, de 6 años, Isaac, de 4 y el pequeño Yacub, de solo cinco meses. «Estamos felices», dice Yara. «Nunca pensábamos volver y ahora estamos muy cerca». Tan cerca que, desde el recinto levantado por el Gobierno turco para controlar la salida de personas, se puede ver Siria al otro lado. La llegada a la puerta de Öncüpınar no fue fácil: desde Antalya, donde han vivido en Turquía, pasando por Konya (en el centro del país) han tenido que coger cuatro autobuses. Casi 20 horas de trayecto ella sola con cuatro niños y varias maletas. Jamal perdió a seis familiares durante la guerraSola también vuelve a Siria Jamal. Tiene 69 años y gran parte de su vida la ha vivido bajo la dictadura de los Assad.Jamal, de 69 años. Esta mujer siria vuelve sola para cuidar de su hija enferma en su país. Aún no conoce a sus nietos. Durante la guerra perdió a seis miembros de su familia: a dos los mató el ISIS y a cuatro, el régimen de Al Assad Ignacio GilCuando comienza a contar su historia, no puede contener las lágrimas de todo lo que ha visto, oído y, sobre todo, sufrido. Es de la zona oriente de Alepo (segunda ciudad más grande de Siria, después de Damasco). «He perdido a seis miembros de mi familia en los años de la guerra: dos asesinados por el ISIS y otros cuatro, víctimas de Al Assad». Ha estado nueve años soñando cada noche con este momento. Todo este tiempo ha vivido en Killis, una ciudad muy cercana a la frontera, en la provincia de Gaziantep.Esta provincia turca es la segunda con mayor número de refugiados sirios (registrados) del país, casi medio millón. Solo la gran provincia de Estambul, con 550.000, está por delante. En diciembre, pocos días después de la caída de Assad, las Naciones Unidas estimaron en un millón las personas que iban a volver a Siria en la primera mitad de año. En Turquía se viró de la bienvenida al desprecioDe origen kurdo, en Turquía saben que no eran bienvenidos, pero era el único lugar al que pudieron llegar. Ahora, van a intentar cruzar. No saben si podrán porque sus dos hijos mayores –Mitra de 12 años e Isam, de 10– nacieron en Siria y no tienen carné de identidad.Mohammad (38 años) y Sultans (37) con sus hijos Mira, Segmu, Mitra e Isam. Esta familia de origen kurdo solo quiere volver a su tierra, a Afrín. «Cualquier cosa mejor que quedarnos aquí», dice el padre. Han vivido en Estambul la discriminación y humillación por su origen kurdo Ignacio GilEl objetivo es llegar a Afrín, en la provincia de Alepo. «Cualquier cosa está mejor que quedarnos aquí. Ahora nuestra zona está tranquila. Afrín ha sido liberada, tenemos casa, familia. Esperamos estar a salvo». Al final, y tras más de seis horas de desesperante espera, pudieron pasar. REENCUENTRO EN LA FRONTERA La familia de Abdel se reencuentra tras ocho años separados por la guerra. Es la primera vez que el abuelo ve a su nieto en persona. Vuelven a Alepo, su ciudad de origen. IGNACIO GILProceso largo y tediosoEl proceso para poder cruzar la frontera no es sencillo. Primero, tienen que presentar los documentos de identidad. No todos los tienen, sobre todo los más pequeños, por lo que el proceso se dilata durante horas. En esa espera, varias organizaciones humanitarias reparten té y pan para hacerla algo más amable. Aunque durante el día el sol calienta, en cuanto se esconde, el frío se mete por todas partes. «Hemos atendido a cientos de personas todos los días», cuenta un funcionario del Ministerio de Migraciones de Turquía. «La situación está bajo control. No ha habido ningún problema especial. Alguna vez se han perdido un poco los nervios, pero es normal, son muchas horas esperando». Salam (30 años), Samira (26 años) y sus cuatro hijos: Leila (5 años), Soufiane (4 años), Salam (2 años) e Isra (apenas 1 año). Vuelven a Al Raqqa, ciudad que fue tomada por el ISIS. Esa familia tuvo que salir de Siria hace años por la violencia ejercida por el integrismo islámico. Ahora regresan felices, con ganas de emprender una nueva vida en su tierra. Ignacio GilUna vez que las autoridades turcas consiguen los datos de las familias, abren la verja para que pasen a otro recinto a la espera de que, en unas horas, a veces más de seis, se suban a los autobuses o puedan coger sus propios coches. Parece que la burocracia, aunque es lenta, funciona. Pero no para todos. Amira, de 24 años, es la segunda vez que intenta pasar con sus dos hijas: Malak, de 4 años, y Mira, de 3 y, además, enferma por malnutrición. No les dejan cruzar. Ella dice tener todos los papeles, pero las autoridades, no. «No sé qué voy a hacer ahora, vendí el teléfono para llegar hasta aquí y ahora no tengo nada», lamenta. No todo es felicidad en esta parte de la frontera. Mira (3 años), Malak (4 años) y su madre Amira (24 años). La más pequeña está enferma y su familia no puede pagar el tratamiento Ignacio GilMuchas de estas familias no saben con qué se encontrarán cuando lleguen a sus ciudades y pueblos. Sus casas han sido bombardeas durante estos años. Algunos han estado enviando dinero a la familia para que fueran reconstruyendo poco a poco sus domicilios. Otros, como Brahim y Abdel, dos jóvenes de 20 años, no saben muy bien a dónde van. Con 10 años dejaron Siria y ahora vuelven solos. «Dejamos a nuestros padres en Turquía porque queremos conocer nuestro país y alistarnos al Ejército», comentan. Todo en este punto es una gran incógnita, pero las ganas de volver a pisar la que un día fue su casa pueden más que la incertidumbre del futuro. «Lo que tenemos claro es que nunca más vamos a permitir que un dictador vuelva a Siria. Insallah».

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