De perseguir antílopes hasta agotarlos a correr un maratón en dos millones de años

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De perseguir antílopes hasta agotarlos a correr un maratón en dos millones de años

En 1984 un biólogo estadounidense llamado David Carrier propuso que los primeros humanos cazaban persiguiendo a sus presas hasta agotarlas en los entornos de clima cálido de África. La hipótesis podía resolver dos enigmas: por qué un bípedo exitoso , que ya podía caminar , desarrolló la carrera, un segundo modo de trasladarse fisiológicamente distinto; y por qué somos uno de los pocos mamíferos que se refrescan a través del sudor. Carrier, que también era maratoniano, llegó a la conclusión de que si nuestros ancestros eran capaces de ir a buen ritmo detrás de un animal el tiempo suficiente en un día caluroso, este se sobrecalentaría y colapsaría por agotamiento, cosa que les ocurre a muchos ungulados aunque sean grandes velocistas. Así, un depredador con resistencia a esas condiciones se convertiría en un cazador triunfante. En años posteriores, otros defensores de la idea, como el paleoantropólogo de Harvard Daniel Lieberman, han argumentado que esta práctica de caza, llevada a cabo durante milenios, pudo dar forma a muchas características humanas, como los pies arqueados y elásticos, el tendón de Aquiles, unos músculos optimizados para movimientos prolongados, la piel desnuda que desprende calor y la increíble capacidad para sudar. Hace dos millones de años, Homo erectus , que comía carne pero no tenía lanzas ni arcos y flechas, pudo haber conseguido sus presas haciéndolas correr hasta morir de cansancio. El argumento fue considerado por otros investigadores como ingenuo y carente de evidencias. «Es una hipótesis fascinante, pero con algunas deficiencias: correr requiere más energía que caminar y los cazadores-recolectores modernos (posteriores a 1950) rara vez practican ese método», reconoce a este periódico Bruce Winterhalder, profesor de Antropología en la Universidad de California en Davis. Con la intención de probar la visión de Carrier, Winterhalder y Eugène Morin, arqueólogo de la Universidad de Trent (Canadá), dedicaron cinco años a buscar en la literatura etnográfica ejemplos de cazadores de resistencia. Revisaron relatos de misioneros, exploradores y agentes gubernamentales de pueblos indígenas de todo el mundo y descubrieron cerca de 400 ejemplos, muchos más de los que se conocían anteriormente y, además, en entornos y climas muy diferentes, no solo tropicales. «No era un método raro, sino una práctica generalizada en ciertos contextos en el pasado reciente», defiende Winterhalder. Noticia Relacionada estandar No Neandertales contra leones: así abatieron una fiera de 300 kilos con lanzas de madera Judith de Jorge Las heridas punzantes en la caja torácica de un felino cavernario hallado en la actual Alemania sugieren que el ejemplar fue capturado por estos homínidos hace 48.000 años, la evidencia directa de caza de leones más antiguaSu trabajo, publicado recientemente en la revista ‘Nature Human Behavior’ , sugiere que perseguir a una presa pudo ser incluso más eficiente que otras estrategias de caza, como acecharla lentamente. Por ejemplo, si se pretende atrapar un antílope, una caminata le llevaría al cazador dos horas y 8 km antes de matarlo. Pero si corre a diez kilómetros por hora -lo que es más que posible para muchos corredores aficionados- el animal llegaría al agotamiento en 24 minutos. Entonces, solo tendría que rematarlo con palos o piedras. La recompensa es cinco veces mayor en calorías ganadas por tiempo invertido. Además, los cazadores podían aprender a predecir ciertos comportamientos de las presas, como la tendencia a correr en grandes círculos, para tomar atajos y terminar antes el trabajo.UUn corredor a 10 km por hora llevaría a la extenuación a un antílope en 24 minutosSegún los autores, escenas similares podrían repetirse en distintos ambientes y circunstancias. «Entre ellos se encuentran un sustrato empapado de lluvia o de nieve que dificulta la movilidad del animal», dice Winterhalder. Por ejemplo, los cazadores Ingalik de Alaska usaban raquetas de nieve para perseguir a los caribúes que se fatigaban al hundirse en la nieve y cazadores sudaneses iban detrás de las jirafas todo el día cuando el suelo había sido ablandado por la lluvia. En general, las presas más comunes de la muestra son ungulados de tamaño mediano a grande. «Son muy valiosos como fuente de alimento. La mayoría puede correr muy rápido, pero solo durante un corto sprint antes de detenerse a descansar, y a veces son predecibles en sus tácticas evasivas. No obstante, también hemos encontrado algunos ejemplos de persecuciones de carnívoros», afirma el investigador. Destino biológicoEn las sociedades documentadas, los autores han comprobado que son los varones los que practican carreras junto con otras técnicas de caza, pero también han encontrado algunos casos en los que mujeres y niños son recompensados por ser buenos corredores. «Algunos rituales sagrados requieren que un animal esté vivo y sin daño físico al momento de ser capturado. Las motivaciones en estos casos son instrumentales (relacionados con la subsistencia, el cortejo y las creencias religiosas), pero también insinúan una larga herencia en nuestra especie para encontrar la carrera como una actividad satisfactoria en sí misma», comenta Winterhalder.Christopher McDougall escribió sobre esta teoría en su libro ‘Born to Run’ (‘Nacido para correr’, 2009), en el que defendía que la caza al trote podría explicar por qué nos gusta correr maratones y carreras ultra largas. Según su argumento, los corredores de fondo cumplen su destino biológico. MÁS INFORMACIÓN noticia Si Quién se comió a Amparito, la mamut que vivió en Granada noticia Si Ludovic Slimak, arqueólogo: «Los neandertales tenían una creatividad superior»En la misma línea, Winterhalder considera la hipótesis de la búsqueda de resistencia «una buena explicación, quizás la mejor», para los parques repletos de corredores los domingos. «Bien podría ayudar a entender por qué hacer ‘jogging’ es una actividad gratificante para tantas personas hoy en día», sugiere. Una historia que va desde la caza de un antílope en la sabana africana hace cientos de miles de años a patearse las calles de las ciudades modernas con mallas y zapatillas flúor.

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