La vuelta a la vida de los rehenes de Hamás: «Tienen que aprender que son personas»

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La vuelta a la vida de los rehenes de Hamás: «Tienen que aprender que son personas»

Emily Damaris se llama una de las tres rehenes liberadas tras el decreto de alto el fuego entre Israel y los terroristas de Hamás. Veintipocos años, pelo negro, le faltan dos dedos de la mano izquierda que le volaron la mañana del 7 de octubre cuando el infierno desplegó sus formas más sofisticadas en el sur del país. Hombres armados entraron en Kfar Aza , su kibutz, sembraron las calles de cadáveres, dispararon a su perro Choochaa, le volaron la mano de un balazo y se la llevaron. Ahora la enseña en los selfies que se toma con sus amigas y en los que aparece sonriente. Pero cuando entra en casa y se abraza a su padre, se derrumba.Noticia Relacionada estandar No Hamás libera a las cuatro soldados de Israel que había acordado en el segundo intercambio tras el alto al fuego José Ignacio de la Torre Karina Ariev, Danielle Gilboa, Naama Levy y Liri Albag ya se encuentran con los efectivos de la Cruz Roja que aguardaban el intercambioLos demás se alegran y al mismo tiempo la miran en una incomodidad extraña, como si fuera un fantasma, alguien que vuelve del más allá. ¿Qué demonios guardará en su cabeza? «No lo sabemos todavía. No sabemos su estado ni lo que debemos hacer. Todos estos casos son nuevos», explica Einat Kaufman, psicóloga especialista en shock postraumático, la mujer que trata a víctimas del 7 de octubre de 2023 y, entre ellas, a las secuestradas que Hamás liberó en la primera remesa de noviembre.Cuando se hizo especialista en psicología de catástrofes, Kaufman viajaba por todo el mundo, hasta el 7 de octubre, en que la catástrofe la visitó a ella. Aquella mañana la pasó hablando por teléfono con dos niñas escondidas en un armario cuyos padres y hermana pequeña habían sido asesinados en su presencia. Desde entonces, no ha parado. Trabaja a destajo a la espera de tratar a alguno de los rehenes que suelten los terroristas tras 480 días de secuestro.—¿Qué es lo primero que hay que hacer con ellos?—Lo primero que hay que hacer con un secuestrado es preguntarle hasta las más pequeñas cosas para que vayan teniendo cierta conciencia de que tienen control sobre sí mismos. Hay que entender que durante más de un año, otra persona ha decidido por ellos todo: cuándo dormir, cuándo ir al baño, cuándo ponerse en esta o en otra postura, cuándo llorar… No les dejaban llorar. Lo primero que deben entender es que ellos vuelven a mandar sobre su vida y eso se entiende en las decisiones de los gestos más pequeños en las que tienen que participar. No se les mete en un hospital; se les pregunta si quieren entrar en el hospital, si quieren agua, si quieren comer, que les saques sangre o tomar la medicina. Tienen que aprender de nuevo que son personas. Eso tiene que entenderlo todo el equipo que trabaja con ellos.El Gobierno de Israel diseñó protocolos para recibir a los liberados y, pese a lo que uno se puede imaginar, en la primera línea de respuesta no están los equipos de salud mental. Los vigilan, pero de lejos. «Salen eufóricos, llevados por la adrenalina. Pero luego eso baja y salta el trauma» Amir Kivroy Psiquiatra, director del hospital de salud mental Geha en Petah Tikva«Lo más importante en los primeros momentos es que vayan con sus familias y amigos. Después podemos intervenir si detectamos que necesitan ayuda, pero los tratamientos no deben interferir en la curación natural de su herida». Lo explica Amir Kivroy, psiquiatra y director de Geha, uno de los principales hospitales de salud mental del país en Petah Tikva, al este de Tel Aviv. «Llevamos un año entero preparándonos para este momento», confiesa el médico.Kaufman reconoce las dificultades de la tarea que tienen por delante, aunque los casos son desiguales. «Tiene más que ver con la intensidad del trauma que con el tiempo que han pasado en cautiverio. El tiempo refuerza el trauma y ahonda la herida, pues el ser humano se puede acostumbrar a cualquier cosa, también a lo malo». La doctora se excusa, pues no puede dar muchos datos, pero deja entrever que sus pacientes sufrieron burlas –«les obligaban a hacer gestos para recibir comida como a los perros»–, además de violencia, agresiones sexuales y tortura psicológica. «Algunos han tenido que ver durante 24 horas las imágenes de los asesinatos del 7 de octubre. Les contaban que habían matado a su familia, les decían que iban a volver a por ellos». En el caso de las primeras tres liberadas de la semana pasada, Hamás les entregó una bolsa con una suerte de diploma de liberación –firmado por Cruz Roja– con un mapa de Palestina y fotografías de ellas durante el cautiverio. Para Kaufman está muy lejos de ser un amable obsequio. «Es una tortura, puesto que supone reforzar lo ocurrido. Se lo están tatuando».Paradójicamente, la libertad, tan deseada por ellos, puede ser difícil de aceptar. En el escenario que describe la doctora, el paciente no llega a saber si está soñando. «No llegan a saber al cien por cien si están libres o es que lo están imaginando». Esta duda les asalta en los momentos más prosaicos. «Comiendo una patata frita pueden preguntarse si en realidad están comiendo esa patata tan rica o es que están soñando con que comen esa patata frita». Lo han soñado tantas veces. «El tratamiento puede durar toda la vida y toma varias horas al día en algunos casos». Terapia de grupo, individual, en el mar, con animales… Algunos se dedican exclusivamente a recuperarse.«Nunca hay que juzgarlos»Los caminos por los que discurre la mente son misteriosos, pero los profesionales como Kaufman saben lo que no hay que hacer nunca. «No se les debe decir que todo está bien, que todo va a ir bien ni que entendemos lo que han pasado porque no es cierto. Y sobre todo, nunca, nunca, nunca debemos juzgarlos». «Hay que preguntarles primero por los pequeños gestos: si quieren agua o ir al baño» Einat Kaufman Psicóloga especialista en shock postraumático en IsraelLas imágenes que aparecen en televisión pueden dar una medida equivocada del trauma que sufren estas personas. En algunos de los vídeos se les ve en un estado de ánimo envidiable. «Lo que sucede es que salen llevados por la adrenalina y están realmente eufóricos. Después, todo baja. La amígdala deja de trabajar tanto y es cuando salta el trauma», explica.Y el duelo, y la culpa. Todas las víctimas se sienten culpables, por sobrevivir, por haber recibido menos daño, por haber hecho algo o no haberlo hecho. Y, como los demás, tienen que pasar un duelo. En el caso de algunos rehenes, el duelo se ha retrasado, pues muchos salen sin saber lo que pasó. «Lo que nosotros hemos digerido en un año, ellos lo tienen que asimilar de golpe: su país está herido, sus seres queridos están muertos, su hogar ha desaparecido».Entre Estocolmo y Homeland—¿Es común el síndrome de Estocolmo hacia los secuestradores?—Sucede con mucha frecuencia, no una adhesión total, pero sí una cierta simpatía por alguno de ellos. Es algo muy difícil de tratar. A veces piensan que este o aquel no era tan malo porque les daba una gota más de agua o porque les pegaba un poco menos.—¿Puede darse el caso casi cinematográfico de que algún rehén termine apoyando a Hamás?—¿Como en Homeland?—Algo parecido.—No creo que suceda y, en todo caso, espero que el Mossad y los servicios de inteligencia estén pendientes de esto.—¿Entonces, no es imposible?—Cuando te lavan el cerebro durante un año, no hay nada imposible. Puede pasar cualq uier cosa.

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