Vida del Renoir

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Vida del Renoir

El cine Renoir, ahí a orillas de la plaza de España , es como la reinauguración del cine mismo, porque da películas no comerciales, digamos, y porque sobrevive como sala del género en medio de un panorama gremial que sufre un ralentí preocupante, casi de asfixia, y susto, desde hace tiempo. Pudiera escribirse que el Renoir es un sitio al que la gente no acude a tomar palomitas . Como las series son ya un canibalismo de moda, y la gente ya no va al cine ni por matar la tarde cruda de domingo, el Renoir se aúpa como un diamante de arqueología y un templo de arte. El Renoir no ha perdido el tirón de cine de cinéfilos, y se llena, hasta donde puede llenarse. No sé yo si esto es suficiente para sostener la respiración económica, pero algo es algo. La biografía del Renoir nos sirve ahora para reivindicar una sala así, de programación subtitulada, y cine no necesariamente populoso, una sala a la que hay que echar un cable siempre, alcalde, porque no quedan sitios como ese, y porque sí. Noticia Relacionada opinion Si Camión de atasco Ángel Antonio Herrera Los restaurantes fetén necesitan cocacola o birras, y los camiones de servirla no saben donde orillarseEl Renoir vive, además, en la calle Martín de los Heros, que es la calle primera del cine, en Madrid, incluyendo la sala Golem, otro mítico de la programación subtitulada, la librería Ocho y medio, una reliquia de librería de títulos de género, y también el Paseo de la Fama, una paseo breve de veintiséis estrellas nacionales, que empieza en Concha Velasco y desemboca en Fernán Gómez. Ahí está, y de él no se acuerda nadie. Este paseo es poco conocido en la ciudad, y no es una gran alarde de nombres, sino todo lo contrario, pero contribuye a rematar los cien metros de calle, baldosa arriba, baldosa abajo, como un homenaje peatonal a los que hacen películas. Y a los que las ven. Y los que la ven van siendo unos viciosos de un extraño y escaso empleo, el de ir a ver películas a una sala de toda la vida, como cuando la Gran Vía era una calle de cines, pletórica de cartelería pintada, y no un show de tiendas de móviles chinos y tangas de futbolista. Hay que cuidar este cine, alcalde, y con él su calle, que es un glorioso recodo de una vieja pasión casi olvidada, el cine. Que no nos abran ahí dentro de poco otro ‘loft’ para el ajuar de los ‘instagramers’.

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