«Los Ceaucescu» españoles, el origen del cese del embajador de España en Bélgica

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«Los Ceaucescu» españoles, el origen del cese del embajador de España en Bélgica

Cuando el embajador cesado en Bélgica, Alberto Antón, escribió en su carta a José Manuel Albares que él es el único que sale perjudicado en los «calculados ajustes» que ha realizado el ministro de Asuntos Exteriores «en un triángulo de embajadas», el todavía jefe de misión en Bruselas se refiere al cambio de cromos que Albares ha realizado en las embajadas de Lituania, Luxemburgo y Bélgica para favorecer a Marcos Alonso, su leal compañero de promoción y al que mandó como embajador a la Representación Permanente (Reper) de España en la Unión Europea. Su mujer, la también diplomática Nieves Blanco, es la actual jefa de misión en Lituania y Albares la habría destinado a Luxemburgo, una embajada que se encuentra a una hora de Bruselas, para que esté más cerca de su esposo. Será José María Rodríguez Coso, el actual embajador en Luxemburgo, quien ocupará la jefatura de misión en Bélgica. Con estos movimientos, Albares deja fuera a Alberto Antón, un diplomático muy considerado dentro de la Carrera Diplomática, que fue varios años director de la Escuela Diplomática, «donde era muy apreciado por los compañeros recién ingresados», según reconoce a ABC un joven diplomático . «Esto hace aún más daño a Albares, por cómo lo ha tratado, dañando seriamente su reputación y perspectivas», añade. Sobre todo porque a Antón le quedaban dos años para su jubilación, por lo que ahora se despedirá de la carrera en Madrid y no en Bélgica, como embajador. «La indignación en Exteriores, créeme, no tiene precedentes en los muchos años que llevo aquí», comenta un embajador en ejercicio. En las noticias publicadas en los últimos días, nadie pasa por alto que Albares haya tocado a Alberto Antón para favorecer a Marcos Alonso y Nieves Blanco, que son el origen de su cese.Noticia Relacionada El embajador cesado en Bélgica a Albares estandar Si «Siembra el miedo entre los que defendemos los intereses de España en el exterior» Angie Calero Alberto Antón acusa al ministro de confundir «la discrecionalidad con la arbitrariedad»Con la llegada de Albares al ministerio, Blanco -«sin currículum ni especiales méritos», según una fuente con solvencia- salió como consejera cultural a la embajada de Hungría; y de ahí, en 2022, pasó a ser embajadora en Lituania. «Y ahora propicia la conciliación del matrimonio », espeta la misma fuente, quien asegura que a la pareja «le espera un final de su trayectoria ascendente en la carrera tan abrupto como el del matrimonio Ceaucescu» -en referencia al dictador comunista de Rumanía, Nicolae Ceaucescu, que fue ejecutado con su esposa en 1989-. De ahí que en los pasillos del ministerio, situado en la madrileña plaza del Marqués de Salamanca, Alonso y Blanco reciban el apodo de «los Ceaucescu» españoles, «en sentido figurado y profesional, claro está». Y de los Ceaucescu a «los niños soldados» , que es el sobrenombre con el que se denomina a aquellos diplomáticos que están aceptando altos cargos, en Madrid y como embajadores, a sabiendas de que son nombramientos prematuros y con discriminación objetiva de otros con más antigüedad, trayectoria y méritos. Según explica un diplomático a ABC, «deben al ministro la promoción inopinada» y «le muestran fidelidad perruna» : «No osan cuestionar ninguna de sus decisiones, y se convierten en eslabones necesarios de la descapitalización generalizada que está llevando a cabo el ministro». Tras «los niños soldados» se encuentra el «principal valido y eslabón imprescindible en la cadena de mando albariana», que no es otro que Diego Martínez Belío , exjefe de gabinete del ministro y actual secretario de Estado de Asuntos Exteriores y Globales (Seaeg).El «leal servidor del ‘Rey Sol’»«El Seaeg es Mazarino, leal servidor del ‘rey Sol’» -se refiere al cardenal que fue primer ministro de la Francia de Luis XIV en el siglo XVII-, apunta un diplomático que lleva un tiempo en Madrid. Martínez Belío «es más inteligente que Albares, más taimado, y su instrumento necesario para darle la vuelta a la carrera como un calcetín», porque «manda mucho más en materia de personal que el subsecretario», que es quien ha ido llamando a los embajadores a los que se les ha comunicado su cese. Otro compañero suyo adereza aún más el perfil de Martínez Belío: «Muchos de ‘los niños soldados’ son de su promoción, con lo que teje una red de seguridad para cuando vengan mal dadas».Noticia Relacionada EDITORIAL opinion No La peor diplomacia: amiguismos o fobias del ministro Editorial ABC La acción exterior del país no puede quedar supeditada a los amiguismos o fobias del ministro ni a la intención de convertir la diplomacia española en una mera extensión del sanchismoEstas dos fuentes se encuentran en la actualidad haciendo pasillos en la sede de la plaza del Marqués de Salamanca. A ellos y otros compañeros no les falta ingenio, gracia y humor -«mucho humor»-, «para superar esta época oscura» y dicen que desde los desayunos informativos de Europa Press a los que acudió Albares el lunes, ahora empieza a circular una nueva expresión que sustituye, precisamente, a la de «hacer pasillos» y que lo llaman «ir a colaborar». Otro avezado diplomático que se encuentra de misión en el exterior, les da la razón sobre lo de volver a Madrid «a colaborar». Explica que los diplomáticos no tienen «la buena imagen pública de militares o policías y Guardia Civil». «Esta protesta interna le estalla a la ministra de Defensa o Interior y no dura una semana», apunta. Consciente de ello, Albares jugó el otro día «a enfrentar a los diplomáticos con el resto de los funcionarios y empleados públicos del ministerio y también aludió a los sueldos de los embajadores, frente a sus ‘colaboradores’ en Madrid -que ‘sudan la camiseta’ trabajando más y por menos sueldo – y se sobreentendía que a cambio gozaban del privilegio de la proximidad del gran líder». Esta estrategia del ministro de Exteriores, como apunta otra fuente, es « puro populismo de alguien que ha quemado las naves, que sabe que no tiene regreso posible a la carrera, y que intenta destrozarla en castigo por su comportamiento». Los más perjudicados en esta historia son los diplomáticos jóvenes, a quienes «les está arruinando el futuro en una profesión que gozaba hasta hace poco de cierto prestigio». Un prestigio al que contribuyó, precisamente, junto a otros miembros de la Carrera Diplomática, Alberto Antón.

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