Los testimonios de los casi 50.000 presos que el sistema judicial francés envió a la isla del Diablo coinciden en que el lugar era un infierno. El calor y la humedad, los trabajos forzados, las deplorables condiciones de subsistencia y la dureza de los guardianes provocaron la muerte de muchos de los que pasaron por allí. Muy pocos pudieron fugarse del islote , sometido a fuertes corrientes atlánticas, a 11 kilómetros de Kourou, en la costa de la Guayana Francesa.El penal fue clausurado en 1946 a causa de las denuncias de la prensa, que describió con todo lujo de detalles la inhumanidad del confinamiento en esa isla de vegetación selvática. Hoy quedan algunos edificios abandonados y semiderruidos que pueden ser visitados por los turistas. Los primeros presos llegaron en 1853, poco tiempo después de la autoproclamación de Napoleón III como emperador.Las cárceles francesas estaban abarrotadas y el gobierno quería colonizar la Guayana. La solución para ambos problemas fue el envío de presos al otro lado del Atlántico. Los condenados por delitos graves no podían volver a su tierra natal y, según una ley aprobada en 1854, tenían que trabajar gratis mientras cumplían su pena.La isla del Diablo, con una extensión de 14 hectáreas , mide 940 metros de largo por 320 de anchura. Los presos vivían hacinados en cabañas y podían desplazarse sin restricciones por toda su extensión. Era casi imposible fugarse porque las corrientes convertían en un suicidio cualquier intento de evasión. Uno de los pocos que logró escapar fue Henri Charrière , conocido por ‘Papillón’ , condenado por asesinato. Logró construir una balsa con sacos y ramas y llegar al continente en 1941. Su odisea dio lugar a una película en la que Steve McQueen asume la personalidad de Charrière.’Papillón’ publicó un libro en 1969, de enorme éxito, en el que describe las brutales condiciones de vida en la isla del Diablo. Los malos tratos físicos y las vejaciones eran lo habitual. Ya en la década de los años 20, un periodista llamado Albert Londres había relatado los abusos a los que estaban sometidos los presos que llegaban en barco desde Francia.Napoleón III confinó allí a decenas de opositores como Louis Charles Delescluze, escritor y abogado, que sería luego uno de los líderes de la insurrección de la Comuna de París. El preso más ilustre fue Alfred Dreyfus , condenado por alta traición en 1895 y enviado a la isla del Diablo, donde permaneció cuatro años. También corrió la misma suerte el escritor René Belbenoit, que denunció en una novela el sufrimiento padecido en la penitenciaria, que calificó de «guillotina seca».Cuando la prisión fue clausurada después de la II Guerra Mundial, todavía había cientos de prisioneros. La mayor parte retornaron a Francia, algo que no pudo hacer ninguno de los 301 ‘baignards’ que pisaron por primera vez el lugar. Eran asesinos y delincuentes reincidentes, casi todos condenados a cadena perpetua. Iban atados en los barcos con grilletes y provenían de las cárceles de Toulon, Brest y Rochefort.Cuando la prisión fue clausurada después de la II Guerra Mundial, aún había cientos de prisionerosEn las últimas décadas del siglo XIX, los presos en los penales de la Guayana sustituían a la mano de obra esclava. Trabajaban en explotaciones agrícolas y en la construcción de edificios y carreteras. El gobierno francés fomentaba que se quedaran allí tras ser liberados. En la isla del Diablo, se realizaban algunos trabajos artesanales, pero los guardianes obligaban a la mayor parte de los presos a excavar o roturar terrenos de nula productividad. Las tareas eran un castigo físico y una humillación. Quienes desobedecían eran internados en celdas aisladas e insalubres. Desde hace más de 70 años, la vegetación ha ido sepultando todo lo que los presos construyeron con tanto sudor y sangre.
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