Eran lo más granado de la caballería francesa, y de poco les sirvió. El 24 de febrero de 1525, los orgullosos gendarmes galos –caballeros cubiertos de placas metálicas de la cabeza a los pies– se lanzaron a la carga en Pavía. Era la enésima vez que arremetía en batalla la apisonadora del rey Francisco I ; en esta ocasión, con sus esperanzas puestas en dominar el colosal potencial económico y político del Milanesado. Pero, lo que es la vida, terminó frenada en seco por los arcabuceros de su majestad imperial Carlos V . Así quedó en las crónicas de la época: «El ruido y el humo pusieron en gran temor a los caballos, tanto que sus dueños no los podían señorear».Aquello fue algo más que una escabechina puntual. La batalla de Pavía , de la que celebramos estos días el 500 aniversario, agitó la política europea e hizo evolucionar para siempre el arte de la guerra. «Certificó el potencial de las armas de fuego individuales y de los escuadrones de infantería españoles, los futuros Tercios», explica a ABC Álex Claramunt . El especialista en historia militar habla desde la seguridad que da haber coordinado ‘Pavía 1525. El gran triunfo de la infantería española’ (Desperta Ferro) , una obra colectiva en la que un elenco de expertos internacionales analiza el antes, el durante y el después de la contienda.SilenciadaLa conclusión es que las revoluciones que trajo Pavía fueron determinantes, lo mismo que su importancia en la historia. No en vano catapultó a Carlos V hasta su coronación en 1530. La mala noticia es que, a pesar de ello, también ha sido silenciada en nuestra nación vecina. «En Francia no se la recuerda ni se la quiere recordar. Pavía ha sido olvidada, incluso ocultada. A Francia no le gusta conmemorar sus fracasos», explica a ABC Jean-Marie Le Gall, profesor desde 2010 en la Université Paris 1 Panthéon Sorbonne –donde dirigió el Departamento de Historia entre 2012 y 2021– y coautor de la obra.Noticia Relacionada Rápido de fabricar y efectivo estandar No El visionario invento de un soldado español del XVI que revolucionó la guerra Manuel P. Villatoro En 1584, Bernardino de Mendoza presentó al monarca un curioso ingenio fácil y rápido de construir que ofrecía cierta defensa ante los ataques enemigos en la BerberíaEl silencio es tan real como lo fue la derrota gala y la captura de Francisco I por las tropas imperiales. Le Gall no habla por hablar, pues atesora una infinidad de ejemplos que confirman lo mal vista que está en su país la contienda. «Está en proceso de publicación una historia de Francia vista desde otros lugares. Se trata de escribir la historia del país desde los escenarios extranjeros donde esta tuvo lugar. Me pidieron que escribiese sobre Marignano. Yo sugerí Pavía, pero en vano, así que será Marignano», dice. Se refiere a una batalla acaecida en 1515 en la que, entonces sí, el rey galo aplastó a las fuerzas de la Confederación Suiza en el Milanesado.A Le Gall le duele el olvido, pero, con la herida abierta, hace un ejercicio de empatía: «Todos los argumentos, incluso los más pobres, son buenos para no hablar de la derrota. Es comprensible: el país no tiene una mayoría política y la deuda es pesada; no vamos a insistir en los fracasos del pasado». Pero, ante el silencio, más divulgación si cabe. Por ello, dice Claramunt, toca actualizar «el estudio de la batalla en el contexto de las Guerras de Italia » y demostrar su importancia.Nuevo paradigmaOcurrió la magia en un tiempo de brega entre imperios. «Francisco quería recuperar el Milanesado, perdido en 1522 y sobre el que tenía derechos. La invasión imperial de Provenza, el fracaso del asedio de Marsella por el enemigo y su retirada en 1524 le brindaron la oportunidad», explica Le Gall. El experto insiste en que el monarca no era un loco: «Tenía bienes, soldados y medios para pagarlos, mientras que el emperador estaba enfermo en Madrid y sus tropas, sin paga». El francés atravesó los Alpes en octubre con un ejército reforzado por suizos e italianos y, poco después, el 2 de noviembre, se hallaba ya frente a Pavía con 40.000 hombres (8.150 de ellos, caballeros). A cambio, Carlos V envió para romper el sitio un contingente de 33.000 almas: 24.000 piqueros, 7.000 arcabuceros y tan solo 2.000 jinetes.Fueron los generales de Carlos V los primeros en mover ficha, y lo hicieron a pesar de que su ejército era menor en número. Durante la madrugada, los zapadores abrieron una brecha en el parque de Mirabello –donde se hallaba el campamento galo– y comenzó el ataque. La sorpresa permitió avanzar a las tropas imperiales, aunque su empuje inicial se vio frenado por la artillería. En ese momento, cuando la batalla parecía en tablas, Francisco I se puso al frente de sus gendarmes y atacó henchido de orgullo. En total, 3.500 caballeros, una impresionante masa de carne y acero, recorrieron un kilómetro y medio prestos a atravesar al contrario. Pero se toparon con algo que no esperaban: un sistema óptimo de combate formado por arcabuceros y piqueros. Al final de la jornada el monarca acabó capturado y derrotado. De hecho, pasó varios meses preso en Madrid.La batalla de Pavía, de Erasmus Quellinus DFEIdan Sherer , profesor del Departamento de Historia General de la Universidad Ben Gurión del Néguev y coautor del ensayo, tiene claro que Pavía demostró «que las armas de pólvora individuales, en particular el arcabuz, en manos de una infantería experimentada, podían desplegarse de manera eficaz contra la caballería pesada y, bajo las circunstancias adecuadas, demostrar su superioridad». Su maniobrabilidad, sostiene, «puso en evidencia la torpeza y la pesadez» de los gendarmes cuando estos se enfrentaban «a un enemigo disperso que disparaba de forma incesante desde todas direcciones». Aunque insiste en que la batalla no se decidió solo por esta maniobra. El otro secreto fueron las gruesas formaciones de piqueros que remataron una, ya de por sí, espectacular faena. Campesinos con cananas y astas contra el nervio de los ejércitos de la Edad Media .Claramunt añade que esta victoria mostró un modelo que copió toda Europa; uno que puso los mimbres para el alumbramiento de los Tercios en 1536: «Las tropas de infantería española privilegiaban un despliegue en escuadrón con un núcleo de piqueros, al igual que los suizos y los alemanes, pero incorporaron una novedad: la presencia de un gran número de soldados equipados con armas de fuego». Estas tropas se situaban en los flancos del cuadro de picas, o bien se desplegaban en avanzada, y ofendían a distancia a un enemigo al que, en 1525, le fue imposible responder: «La dicotomía se acentuó en Pavía, donde los lansquenetes (mercenarios alemanes) y los suizos al servicio de Francisco I llevaban pocas armas de este tipo, y más primitivas que las de sus homólogos». El fuego, tanto contra soldados a pie como jinetes, fue devastador.Cambios políticosPero no acabó en el campo de batalla Pavía. Claramunt sostiene que la batalla supuso la destrucción de las mejores tropas de Francia y dejó al emperador sin oposición en Italia. «Como escribiría en su ‘Storia d’Italia’ el florentino Francesco Guicciardini, aquello asustó a los aliados de Carlos», explica. Se refiere al papado, a la república de Venecia y al duque de Milán, que terminaron por forjar una alianza secreta –la Liga de Cognac – contra el mandamás para frenar su ascenso. «Al mismo tiempo, Francisco I inició una aproximación al gran enemigo del Imperio: los otomanos. El rey pasó de pretender el liderazgo de la cristiandad, a aliarse con los infieles turcos», señala.Pavía 1525 Editorial Desperta FerroEl experto mantiene también que la victoria de Pavía evidenció la gran superioridad que los dominios del emperador, unidos, tenían sobre sus enemigos: «Los ejércitos de la Liga de Cognac fueron incapaces de tomar Milán y Nápoles, así como de proteger Roma. No es casualidad que tanto el propio Clemente VII como el condotiero marítimo Andrea Doria abandonasen a Francisco I para aliarse con Carlos». Vencedor en mil frentes, lo único que le quedaba a Carlos para culminar su triunfo era la simbólica coronación por el Papa, y la consiguió. «Fue el último sacro emperador en realizar el viaje a Italia y recibir la corona del sumo pontífice; el último en esgrimir el viejo ideal de la ‘Universitas Christiana’ que el surgimiento de los Estados modernos y la fragmentación religiosa hicieron fracasar», finaliza.También en el artePor cambiar, este enfrentamiento cambió hasta la forma de representar las batallas en el arte. «Hasta ese momento, la imagen de la guerra resultaba bastante estilizada, bien por las pervivencias cortesanas del gótico internacional o por la ensoñación clasicista italiana; pero la crudeza de las Guerras de Italia hizo estallar esto», explica Antonio Gozalbo Nadal , doctor en Historia del Arte por la UJI y también autor de la obra. En sus palabras, Pavía aceleró un proceso que se había iniciado gracias a los artistas alemanes del entorno del emperador Maximiliano I . «Estos habían empezado a producir imágenes grabadas de tirada amplia, mucho más concretas a la hora de representar los equipos y las tácticas», añade. Esa idea fue masiva tras la victoria imperial.Noticias relacionadas estandar Si Toda la vida avergonzado El complejo físico (y no es su altura) que avergonzó a Franco hasta la muerte Manuel P. Villatoro estandar No Lista completa Esta es la última maravilla del mundo antiguo que se puede visitar hoy Manuel P. VillatoroGozalbo corrobora que aquello fue un cambio en la representación de la guerra: «Iba a hacerse más directa y concreta, bien a través de grandes ciclos de frescos, o de grabados a vista de pájaro donde en un escenario creíble evolucionan los contingentes».Las nuevas tendencias del Renacimiento, donde las imágenes pasaron de entenderse «como una entidad neutra, mero reflejo de la realidad», a «un relato visual en favor de sus poderosos comitentes», también se materializaron en los cuadros de Pavía. «Sin duda estamos hablando de la primera campaña masiva de difusión y exaltación de una victoria bélica. Este hecho de armas ayudó a un cambio radical en la representación de la guerra. Al final, bajo el manto de presunta asepsia visual, se escondía una mirada tendenciosa en favor de los grandes poderes del momento», completa.
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