La Belle Époque

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La Belle Époque

Si cayó el City, caerá la 16, y por eso Mbappé dice que quiere marcar una «époque», que sería otra «époque», es decir, la Belle Époque de ese capricho florentiniano que es Mbappé.El fútbol, quién lo diría, es hijo de los «bellos y lánguidos años» de la Belle Époque, cuando los maharajás, decía Ruano, traían a los escenarios europeos un vago perfume de lejanos sándalos, de sedas, collares de perlas y bailarinas hieráticas en el tapiz bordado por la fantasía. Mbappé y su ‘hat-trick’–cancán al City posindustrial de Guardiola, del que sólo queda el tic del lapito en la punta de la lengua-barquillo. En Camacho, ese tic sería lanzamiento de huesos de aceituna en Cieza. Pero en Pep vemos ese tic como proyectil de un oprobio que sobrevuela como cometa las canas del pobre Lillo, ‘ecce homo’ como de Borja del tiquitaca guardiolés. (Recordemos, decía un profesor, el maltrato salival infligido a Jesús por el séquito sacerdotal. Marcos, XIV, 65). Noche aciaga para los comentaristas de Martínez, que echaron el rato en refunfuños de lo malo que de pronto era el terrible City. «Fin de ciclo», dijeron. Y del «fin de ciclo» de Guardiola al inicio de la ‘époque’ de Mbappé con su República de Montmartre en la media luna del área del Bernabéu, gran oportunidad para reemplazar el himno-motete de la Décima por un himno-Madelón de la Dieciséis.Qué cuesta arriba se hace volver del cancaneo del fútbol europeo al guerracivilismo del fútbol nacional (Alberti en los 60 llamaba ‘belle époque’ a la guerra civil) y su tropa arbitral, españoles con gorra (nuestra ‘auctoritas’) que abordan al futbolista con la jaculatoria del municipal de zarzuela («usted no sabe con quién está hablando»), reveladora de falta de cualquier autoridad. Árbitros que se adornan en su vida privada con murales de Messi, en lugar de un retrato de don Pedro Escartín. Los retratos hablan más de la cuenta. Jim Acosta, el experiodista bufo de la CNN, se hace grabar en su casa entre dos retratos: el de George Washington y el suyo. En Pamplona un árbitro expulsó a Bellingham, al que ya tenían señalado las rehalas de la prensa, haciendo valer, se supone, su condición de filólogo hispánico. ¿Quién es un futbolista inglés para decirle a un filólogo hispánico cómo se pronuncia el inglés? «Si esto es falta, lo nuestro es penalti claro». «Cállate la boca». «Yo te estoy hablando con respeto, joder». Expulsión y dos partidos sin jugar en el espectáculo torrentero de Lauzón/Tebas/Cantalejo.–Me dijo ‘fuck you’ mirándome a los ojos.En los 70, en un colegio de la Dehesa de la Villa, había un gañán de Ciudad Real que se ganaba la vida como profesor de francés, idioma del que lo ignoraba todo. Un día enseñaba a conjugar el verbo ‘être’, que él pronunciaba como se escribe. Un alumno, hijo de inmigrantes en Francia, le corrigió, y se llevó una guantada de aúpa. Valdano, que siempre será Valdanágoras, diría que en lo principal acertó el profesor de la Dehesa, como dice que acertó el árbitro de Pamplona. «Dejen en paz a los árbitros», dice Valdano, que una vez, siendo empleado del Real Madrid, bajó en el descanso de un partido al vestuario a pegarle cuatro voces a Iturralde, trencilla, a su manera, de época. Esta vez Valdano ha contado con el apoyo de Isi Palazón, el ‘calbo’ de los empellones a Vinicius con el Rayo, que también debe de ser devoto de Benedetti. A Valdano lo caló Mourinho nada más pisar Valdebebas. «El fútbol le debe un Balón de Oro a Rodri», dijo un día Valdano con chamusquina a lo Bergoglio. Ahora ya podemos decir que el fútbol le debía un Valdano al antimadridismo.Noticias relacionadas opinion Si El bar de Mou Prórroga, derbi y Etihad Ignacio Ruiz-Quintano opinion Si el bar de mou Y ahora qué Ignacio Ruiz-QuintanoDeje el Madrid la Liga y la Copa para los hambrientos, como en el cuento del campesino nórdico que en su trineo, con sus hijos, se ve alcanzado por una manada de lobos; cuando muerden ya las patas de sus caballos, les arroja el niño más pequeño para ganarles tiempo y distancia, mientras se disputan, aullando, sus despojos. El cuento lo empleaba Ganivet para justificar su pesimismo nacional:–A veces creo que habrá que arrojar un millón de españoles a los lobos, si no queremos arrojarnos todos a los puercos.Primero la Dieciséis, y luego, el Mundial de clubes.

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