En un pasaje del hermoso libro ‘Fragmentos de un discurso amoroso’, Roland Barthes sugiere que alguien tendría que escribir una historia de las lágrimas. Derrida ofreció una contribución lúcida, a partir de la representación de la ceguera, en una exposición que proyectó en el Louvre (1990), recordando que el llanto impide ver aquello que todavía deseábamos tener presente. La tinta de la melancolía también le permite escribir o, mejor, desplegar a Almudena Lobera (Madrid, 1984) su extraordinario relato de una inquietud que tiene carácter enigmático.Con su habitual sagacidad, Lobera ha conseguido modular su compleja y fascinante instalación en el espacio quebrado que le han ofrecido en CentroCentro; las barandillas y columnas terminan por formar parte de una onírica ‘piscina’ en la que invita al espectador a meditar.Noticias relacionadas estandar Si ‘Bufet libre’, un viaje en fascículos por el arte español Helena Cortés estandar Si ARTE Rafael Canogar: «Lo que sea que haya sido Rafael Canogar está hecho ya» Javier Díaz-GuardiolaPorque, en cierto sentido, lo que intenta pescar Lobera, en la central alusión y homenaje que hace a David Lynch, es el pez dorado que ha colocado rodeado de unos cortinajes que remiten evidentemente a ‘Terciopelo azul’. Si en la película el tema es la impotencia, en ‘Secuencia Plano Secuencia’ pareciera como si estuviera para-psicoanalíticamente desahogándose para, valga el juego, no ahogarse en el mar de lágrimas. Un desahogoLa línea azul que recorre todos los cristales de la barandilla está a la altura del cuello de Lobera, marcando, como en tanta de sus obras, un juego de perspectiva. Desde los maravillosos dibujos con atmósfera hauntológica que presentó en JustMad en 2011, hasta los libros que materializaban su pasión por la lectura o la brillantísima instalación ‘Stories’ (2020) en la que ponía en circulación nuestra seducción objetual, esta creadora ha demostrado su brillantez como narradora’, la capacidad que tiene para modificar la forma en que miramos las cosas. Lobera, una artista que ha mostrado un interés constante por los sistemas de enmarcado, invierte o, mejor, moviliza las posiciones de sujeto-objeto en el espacio expositivo en una actitud que, más que revelar un secreto, re-inscribe el sistema de velamiento como si las historias que despliega fueran equivalentes a la impenetrabilidad del regalo japonés o, en términos duchampianos, una rematerialización del ‘ruido secreto’. La línea del mar. En las imágenes, distintos espacios del montaje de ‘Secuencia Plano Secuencia’ CentorCentroLa inmersión en la ‘poética acuática’ de Lobera produce, en cierto sentido, picnlepsia: los objetos se duplican, las imágenes reverberan, pareciera como si los dibujos fueran apariciones fugaces. Simetría y mínima disonancia en un ‘plano secuencia’ en el que vemos, entre otras cosas, una esquematización de una piscina con flotadores de cemento, metáfora acaso de la fatalidad del naufragio; boyas náuticas con la sedimentación salina que evocan enormes lágrimas y remiten a la Alicia de Lewis Carrol ; o unos estrechos depósitos de agua negra dispuestos entre columnas que hacen que recordemos la bilis negra del ‘Problema XXX’ aristotélico y que también aluden a la canción ‘Teardrop, de Massive Attack, compuesta por Elisabeth Fraser, surgida tras la muerte, ahogado en un río, de su amigo Jeff Buckley. Apariciones y desapariciones, anhelo meditativo y ‘déjà vu’, duelo y lectura del destino que está en la palma de las manos.Tal vez, de todas las obras, sean las más intrigantes —término que empleo para subrayar la condición del relato estético— las toallas en las que están bordadas las líneas de la mano de Almudena Lobera. Una suerte de ‘quiromancia post-surreal’ flota en el imaginario de la artista, que nos invita a la ‘inmersión total’ en la meditación o, sencillamente, como expusiera David Foster-Wallace en una famosa lección magistral, a comprender que «esto es agua». Almudena Lobera ‘Secuencia Plano Secuencia’. CentroCentro. Madrid. Plaza de la Cibeles, 1. Comisario: Tiago de Abreu Pinto. Hasta el 8 de junio. Cuatro estrellasLo más importante no es aprender a nadar sino tener el coraje para tomar la decisión del ‘tuffatore’ del sepulcro de Paestum, suspendido en el aire, antes de sentir en su cuerpo la delicia del mar definitivo. Aunque también podemos volver a escuchar ‘No más lágrimas’, de Juan Perro, y soñar con unas historias de amor que exorcicen las penas.
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