En 1982, la ciudad siria de Hama fue escenario de una brutal matanza perpetrada por el gobierno, durante la que perdieron la vida decenas de miles de personas. Cuatro décadas después, el recuerdo de aquella tragedia resonó con fuerza durante el levantamiento popular que puso fin, el pasado mes de diciembre, al régimen de la dinastía Assad. Pero hubo otro efecto duradero de ese ataque, uno que quedó profundamente arraigado no solo en la memoria, sino también en los genes de las familias sirias. Así, los nietos de las mujeres que estaban embarazadas durante el asedio, que no vivieron la tragedia y que nunca experimentaron aquella violencia, llevan hoy, más de cuarenta años después, una marca indeleble en sus genomas, una herencia silenciosa del trauma que se ha transmitido de generación en generación.Eso es lo que acaba de demostrar un equipo internacional de científicos liderado por la genetista Connie Mulligan, de la Universidad de Florida. El hallazgo, recién publicado en ‘ Scientific Reports ‘, representa la primera evidencia en humanos de la transmisión intergeneracional del estrés, un fenómeno que hasta ahora sólo se había observado en animales.«La idea de que los traumas y la violencia pueden tener repercusiones en las generaciones futuras -explica Mulligan- debería fomentar la empatía y motivar a los responsables políticos a prestar más atención al problema de la violencia. Incluso podría ayudar a explicar algunos de los ciclos intergeneracionales aparentemente inquebrantables de abuso, pobreza y trauma que vemos en todo el mundo, incluyendo Estados Unidos».La clave está en la epigenéticaAunque nuestras experiencias vitales no modifican directamente nuestro genoma, sí que pueden influir en la forma en que se expresan nuestros genes a través de un mecanismo conocido como epigenética, que regula la expresión de los genes pero sin alterar la secuencia de ADN que los compone. En respuesta al estrés u otros factores como los ambientales, la edad, la alimentación, etc, nuestras células, en efecto, pueden añadir pequeñas ‘marcas químicas’ a los genes, modulando su actividad. Estas ‘modificaciones epigenéticas ‘ pueden ayudar a que nos adaptemos a entornos estresantes, aunque sus efectos a largo plazo aún no se comprenden del todo.Eran precisamente esas reveladoras marcas químicas lo que Mulligan y sus colegas estaban buscando en los genes de las familias sirias. Experimentos de laboratorio ya habían demostrado que los animales pueden transmitir firmas epigenéticas de estrés a sus descendientes, pero probar lo mismo en humanos ha sido, hasta ahora, una tarea imposible.Un estudio únicoPara llevar a cabo este estudio único, Mulligan colaboró con Rana Dajani, bióloga molecular de la Universidad Hachemita de Jordania, y Catherine Panter-Brick, antropóloga de la Universidad de Yale. El equipo siguió a tres generaciones de inmigrantes sirios en Jordania: familias que vivieron el asedio de Hama, familias que sufrieron la reciente guerra civil y familias que emigraron antes de 1980, que sirvieron de grupo de control.Rana Dajani, hija ella misma de refugiados, desempeñó un papel decisivo a la hora de generar confianza y convencer a la comunidad de refugiados sirios en Jordania para que participaran en la investigación. Finalmente, consiguió recolectar muestras de hisopos bucales de 138 personas de 48 familias diferentes. «Las familias -afirma Mulligan- quieren que se cuente su historia. Quieren que se escuchen sus experiencias. Creo que trabajamos con todas las familias que eran elegibles para participar en el estudio».Después, y una vez de vuelta a su laboratorio de Florida, Mulligan y su equipo analizaron el ADN en busca de modificaciones epigenéticas, tratando de encontrar su relación con las experiencias de violencia de las familias. Y lo consiguieron. En los nietos de los supervivientes de Hama, de hecho, descubrieron hasta 14 regiones del genoma con modificaciones epigenéticas relacionadas con el estrés que habían sufrido sus abuelas. Los hallazgos, por tanto, confirman que los cambios epigenéticos inducidos por el estrés en humanos pueden transmitirse a las generaciones futuras, igual que en los animales.Aún más hallazgosAdemás de eso, los investigadores encontraron también 21 sitios epigenéticos modificados en el genoma de personas que sí habían experimentado directamente la violencia en Siria. Y un tercer hallazgo reveló que los fetos expuestos a violencia cuando aún estaban en el útero materno mostraban signos de envejecimiento epigenético acelerado, un tipo de envejecimiento biológico asociado a la susceptibilidad a enfermedades relacionadas con la edad. La mayoría de estos cambios mostraron un patrón similar tras la exposición a la violencia, lo que sugiere la existencia de una respuesta epigenética común al estrés, capaz de afectar tanto a las personas directamente expuestas como a las generaciones futuras.Esquema del estudio que permite comparar la exposición a la violencia con las marcas epigenéticas de los genomas Connie Mulligan«Creemos que nuestro trabajo es relevante para muchas formas de violencia -señala Mulligan-, y no solo para los refugiados. La violencia doméstica, la violencia sexual, la violencia armada: todos los diferentes tipos de violencia que conocemos y que tenemos en Estados Unidos. Deberíamos estudiarla. Deberíamos tomarla más en serio».Efectos desconocidosAunque aún no se conoce con exactitud el impacto de estos cambios epigenéticos en la vida de las personas, estudios previos los han relacionado con enfermedades como la diabetes. Un estudio famoso sobre los supervivientes holandeses de la hambruna durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, sugirió que sus hijos portaban cambios epigenéticos que aumentaban el riesgo de obesidad. Y aunque es cierto que muchas de estas modificaciones pueden no tener efectos significativos, algunas de ellas sí que podrían influir directamente en nuestra salud, explica Mulligan.El estudio, por tanto, abre nuevas vías para comprender cómo los traumas y la violencia pueden dejar una huella duradera en nuestra biología, capaz de transmitirse a través de las generaciones. Mulligan está convencida de que, a medida que sigamos explorando las complejidades de la epigenética, podremos saber mejor cómo mitigar los efectos del trauma y promover la resiliencia en las comunidades afectadas por la violencia.MÁS INFORMACIÓN noticia No Atenea, la nave privada que llegará al punto más austral de la Luna, despega con éxito noticia Si Hallan el misterioso ‘cerebro de cristal’ de una víctima de la erupción del Vesubio en el año 79Una resiliencia y perseverancia, por cierto, que estaban muy presentes en las familias con las que los investigadores trabajaron. «En medio de toda esa violencia -destaca Mulligan- están viviendo vidas plenas y productivas, teniendo hijos, manteniendo sus tradiciones. Han perseverado. Esa resiliencia y perseverancia es posiblemente un rasgo único, exclusivamente humano».
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