Pues sí, creánselo. En 1945, el joven seminarista Karol Wojtyla , el futuro Juan Pablo II, estuvo a un paso de la muerte en la Polonia ocupada. Pero la fortuna (algunos dirán milagro) intercedió por él y evitó que terminase fusilado hasta en dos ocasiones. La primera, por unos soldados del Tercer Reich desesperados ante la llegada inexorable del Ejército Rojo. La segunda, a manos de los mismos soviéticos que le habían liberado. Para los unos y los otros, los primeros y los segundos, los hombres de Dios eran sinónimo de peligro.Para hallar el origen de este suceso hay que retrotraerse en el tiempo hasta el año 1945. Por entonces la vida no era sencilla en Cracovia (Polonia), donde residía un joven de apenas 25 años llamados Karol Wojtyla. En aquella ciudad, todavía en poder de los nazis, el futuro Papa se veía obligado a esconder su interés por el sacerdocio. Así se explica en la obra ‘Los grandes personajes de la historia’ (‘Plaza y Janés’), donde se especifica que nuestro protagonista andaba con pies de plomo a la hora de hacer público su culto: «Los obispos polacos habían organizado un seminario clandestino e itinerante en el que Karol ingresó y permaneció durante toda la guerra».Mala fortunaSegún pasaron los meses, los polacos se resignaron a esperar la liberación de Cracovia por parte de los Aliados. La desgracia fue que el ejército que empujó a los soldados del Tercer Reich desde el frente de Stalingrado fue el de la Unión Soviética, el mismo que violaría poco después a un millón de germanas cuando entró en Berlín y cuyo alto mando se jactaba de fiarse muy poco de los religiosos.Noticia Relacionada Aula de Cultura de ABC estandar No Primavera de 1936: los meses de violencia y barbarie que el Gobierno de Azaña no quiso detener Manuel P. Villatoro Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey han participado este miércoles en el Aula de Cultura de ABCEl 17 de enero de ese año el Ejército Rojo llegó a los arrabales de Cracovia con el objetivo de liberarla. Los combates con las pequeñas fuerzas de resistencia alemanas se generalizaron en algunas partes de la ciudad. Y en uno de ellos, precisamente, se vio involucrado sin pretenderlo Karol. Así lo afirma Laureano J. Benítez Grande en su obra ‘Juan Pablo II: Vida y obra del Papa polaco a partir de sus testimonios’. En la misma sostiene que, aquel día, el religioso se encontraba escondido en una mina de piedra de la empresa Solay. Un emplazamiento en el que, para su desgracia, había un pequeño retén de fuerzas germanas.La situación podría haber terminado en desastre, pero los reos fueron visitados por la diosa Fortuna: sabedores de que no podían ofrecer una resistencia prolongada, los alemanes se limitaron a rendirse. Así recordaba en 2008 aquel hecho Vasily Sirotenko , un universitario que, antes de ser enviado a liberar Cracovia como oficial, estudiaba el último curso de Historia: «También allí los alemanes se rindieron y escaparon casi inmediatamente. Los obreros polacos se habían escondido. Cuando llegamos, comenzamos a gritar: ‘¡Sois libres!, ¡salid, salid!, ¡estáis libres! Cuando los contamos eran ochenta». Poco después, descubrió que 18 de ellos eran seminaristas.Un milagroAquellos seminaristas fueron vistos con malos ojos por el Ejército Rojo. La mayoría, al menos. Karol Wojtyla tuvo la suerte de ser necesario para Sirotenko. ¿La razón? El soviético había recogido a lo largo de su periplo desde la URSS una gran cantidad de libros sobre el Imperio romano, pero necesitaba a alguien que supiera latín para que se los tradujera. Desesperado, preguntó entre los reos quién diantres podía hacer las veces de intérprete… y ese fue el futuro Papa. «Llamé a un seminarista y le pregunté si era capaz de traducir del latín y del italiano. Me dijo que tenía un compañero muy inteligente y capaz para los idiomas, un tal Karol Wojtyla. Entonces di la orden de encontrar a ese tal Karol», explicó el militar.Noticias relacionadas estandar Si El amargo final del valido más brillante de Castilla: decapitado por su rey Manuel P. Villatoro estandar No Cultura Así consiguió Felipe II la unión entre España y Portugal: «Fue el rey más poderoso de su tiempo» Manuel P. VillatoroSegún señala Pedro Beteta López en su libro ‘Recordando a Juan Pablo II’, los soldados soviéticos no tardaron en presentar a Karol a Sirotenko. Y este último se sintió todavía más congratulado cuando el chico le confirmó que no solo podía traducir los textos del latín al polaco, sino también al ruso. «En efecto, Karol sabía ruso porque su madre era de ascendencia rusa y hablaba con ella en ruso también. Maravillado, le llevó con él», destaca el experto en la obra.Karol, que fue definido por Sirotenko como «un jovenzuelo alto de cabellos rubios y ojos azules», entabló amistad con el soviético. La relación era peligrosa, pues era conocido el trato que daba Stalin a los seminaristas. Con todo, el oficial no se amedrentó y defendió al futuro Papa Juan Pablo II incluso cuando los soviéticos comenzaron a deportar a Siberia a todos aquellos polacos de los que recelaban. Y entre los que, por descontado, se encontraban los 17 religiosos restantes de la cantera. Fue un milagro.

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