Ni el machismo ni el feminismo. Lo que hoy mueve al mundo es el zorrismo. El S. XXI ha nacido moribundo, lleno de guerras, analfabetismo e hipocresía. Un perfecto caldo de cultivo para el zorrismo, tan viejo como el sexo pero que sigue funcionando como el primer día. El zorrismo es poderoso porque es elemental; abarca tanto al feminismo como al machismo, ya que no tiene escrúpulos, y lo más importante, sólo maneja una regla básica: usar el cuerpo en la búsqueda del beneficio propio, ya sea en ‘cash’ o en pagarés. Por supuesto, no estoy hablando de la prostitución; un tema triste, serio, complejo y muy grave. El zorrismo, por el contrario, implica una enérgica alegría por parte de la practicanta, que gestiona sus encantos fijando un objetivo masculino generalmente con poder económico y estatus profesional. También implica una comprensiva indulgencia por parte del receptor de dichos encantos. Ahí tenemos a las Jessis de turno , alimentando canales de Youtube, periódicos y ahora también novelas, pues observo que el zorrismo ha llegado inevitablemente a las mesas de novedades. Por supuesto que las maestras del género están y siguen siendo admiradas reinas (E.L. James o Megan Maxwell ), pero hay otras que se abren (literalmente) a este género con la alegría que da el respaldo del motor zorrista que impulsa carreras. Al menos eso creía yo, pero ¡ay! una siempre tiene que estar dispuesta a aprender, porque la vida no para de enseñar. Y para mi asombro descubro, al leer algunas de estas novedades erótico-festivas de primavera, que hay una biblioteca tan densa tras ellas, unas referencias tan intensas a la literatura filosófica francesa y a otros eruditos antecedentes, que desde la primera línea ya se les nota a sus autoras por lo menos cuatro décadas y media de lecturas a borbotones: Giovanni Boccaccio, Geoffrey Chaucer y Pietro Aretino; Safo, Ovidio, Apuleyo, Plauto, Marcial, Juvenal, Arcipreste de Hita, Francisco Delicado, Quevedo, Góngora, Rabelais, Margarita de Navarra; Zayas y Sotomayor; John Cleland, Marqués d’Argens, De Nerciat, Restif de la Bretonne, Marqués de Sade, James Berttram, Leopold von Sacher-Masoch, Felix Salten, D. H. Lawrence y al Caballero Audaz; por supuesto Henry Miller, Emmanuelle Arsan, Dominique Aury, Georges Bataille, Anaïs Nin, Nabokov, Lawrence Durrell, Guillaume Apollinaire, Louis Aragon, Jean Genet y Pauline Réage. Felizmente percibo en estas novelistas, envalentonadas deudas carnales y librescas, provechosas, pero sobre todo aprovechadas. Bravo por ellas.

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