En la historia de la ciencia y la tecnología pocas rivalidades han sido tan intensas y definitorias como la que protagonizaron Alexander Graham Bell y Elisha Gray. Esta contienda no solo definió quién sería recordado como el inventor del teléfono, sino que también ejemplifica cómo, en ocasiones, el destino de un invento revolucionario puede decidirse por cuestión de horas… o incluso minutos.Corría la década de 1870 y el mundo estaba experimentando una verdadera revolución en las comunicaciones. El telégrafo de Samuel Morse había transformado la forma en que las personas se comunicaban a larga distancia, pero tanto Bell como Gray compartían una visión más ambiciosa: crear un dispositivo capaz de transmitir la voz humana a través de cables eléctricos.Alexander Graham Bell, nacido en Escocia en 1847, había llegado a Estados Unidos como profesor de fisiología vocal y elocución. Su trabajo, con personas sordas, lo había sensibilizado hacia los problemas de comunicación. Por su parte, Elisha Gray, nacido en Ohio en 1835, era un talentoso ingeniero eléctrico que ya había fundado Western Electric Manufacturing Company y tenía más de 70 patentes a su nombre cuando comenzó a trabajar en la telefonía.A simple vista, Gray parecía tener todas las ventajas: más experiencia, mejores recursos y un conocimiento más profundo de la electricidad. Bell, por otro lado, era un outsider en el campo de la ingeniería eléctrica. Sin embargo, como suele ocurrir en la historia de la innovación, a veces las perspectivas frescas y no convencionales son las que generan los avances más importantes.La carrera hacia la oficina de patentesEl punto culminante de esta rivalidad ocurrió el 14 de febrero de 1876, una fecha que pasaría a la historia no por ser el Día de San Valentín, sino por ser el día en que se definió quién sería recordado como el inventor del teléfono.Esa mañana, en Washington DC, Bell presentó una solicitud de patente para un dispositivo de «mejora en telegrafía» que, en realidad, describía el principio fundamental del teléfono. Curiosamente, apenas unas horas más tarde -algunas fuentes sugieren que tan solo dos horas después- Elisha Gray presentó en la misma oficina una advertencia -una especie de aviso de intención de patentar- para un dispositivo muy similar.Y aquí es donde la historia se vuelve realmente fascinante y un tanto controvertida. Durante décadas, se ha debatido si Bell tuvo acceso al caveat de Gray antes de perfeccionar su propio diseño. Lo que sabemos con certeza es que el abogado de patentes de Bell -Marcellus Bailey- visitó la oficina de patentes ese mismo día y que, posteriormente, hubo cambios en la solicitud original de Bell que la acercaron sospechosamente a la descripción hecha por Gray.Una anécdota curiosa y no muy conocida es que el funcionario de la oficina de patentes que manejó estas solicitudes (Zenas Fisk Wilber) confesó años después, en una declaración jurada, que había mostrado la advertencia de Gray a Bell, incluso sugiriendo que Bell le había ofrecido una parte de los beneficios de la patente. Aunque esta declaración fue posteriormente retractada arroja un manto de duda sobre la limpieza del proceso.El experimento decisivoMientras la batalla legal se gestaba, Bell continuaba perfeccionando su invento. El 10 de marzo de 1876, Bell realizó la primera transmisión telefónica exitosa de la historia al pronunciar las famosas palabras a su asistente Thomas Watson: «Sr. Watson, venga aquí, lo necesito».Este momento, que Bell documentó meticulosamente en su cuaderno de laboratorio, se convirtió en el punto de inflexión que finalmente inclinó la balanza a su favor. Gray nunca logró construir un prototipo funcional antes de que Bell demostrara la viabilidad de su invento.La concesión de la patente a Bell (Patente N° 174.465) el 7 de marzo de 1876 no puso fin a la controversia. En las siguientes décadas, se libraron más de 600 litigios relacionados con esta patente, incluidos varios presentados por Gray y Western Union, la empresa que había adquirido los derechos de su tecnología.En medio de estas batallas legales circula una anécdota que ilustra el ambiente de tensión: durante uno de los juicios, Bell llevó su teléfono a la corte y realizó una demostración en vivo para los jueces, transmitiendo música desde otro edificio. Gray, presente en la sala, habría comentado con amargura: «Ese es mi teléfono».MÁS INFORMACIÓN noticia Si Hallan un ecosistema ‘imposible’ en el fondo de la fosa de las Marianas, a 11 kilómetros de profundidad noticia No Ya hay fecha para la vuelta de los astronautas atrapados en la estación espacialLa rivalidad entre Bell y Gray nos ofrece varias lecciones valiosas. Primero, en el mundo de la innovación, a veces la diferencia entre la fama eterna y la nota al pie de página histórica puede ser cuestión de horas. Segundo, el éxito no siempre favorece al más experto o al que tiene más recursos, sino a quien logra demostrar prácticamente sus ideas y navegarlas exitosamente por el sistema legal.

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