El periodista y escritor Manuel Mañero presenta su nuevo libro, ‘Matar al hombre (para matar al padre)’, un provocador y oportunísimo ensayo que reflexiona, desprejuiciadamente, sobre la identidad masculina y su espacio en un presente que le cuestiona y pretende redefinir su forma de estar en él. Hablamos con él, no de pecadillos veniales, sino de los grandes pecados capitales.Le perdono un pecado capital.No, no. Hablemos de todos.¿No necesita ser absuelto de ninguno de ellos? ¿No es muy pecador?Está por descubrirse el octavo pecado, ese del que yo tenga que arrepentirme.Pero tendrá uno de cabecera, uno al que sea más propenso o en el que sea reincidente.Desde luego, no sería ni la pereza ni la envidia. Diría que la lujuria, aunque está como romantizada y, además, yo ni siquiera lo percibo como un pecado. La lujuria tiene su raíz en «lujo» y darse un lujo, de lo que sea, no puede estar mal. ¿Sería ese el que perdonaría más fácilmente en los demás?No, el que soy capaz de perdonar más fácilmente en los otros es la ira. Me parece muy perdonable. La ira humaniza y enriquece. Un brote puntual de ira, incluso, higieniza el alma.¿Y cuál sería aquel que no podría perdonar jamás?La pereza. Detesto la pereza por todo lo que representa, ese perder el tiempo, tirar la vida por el desagüe. «Yo no convivo bien con la pereza. Me parece que al final es un freno, a la equivocación pero también al éxito»Vaya, justo lo que más me apetecía hacer a mí esta mañana…Pero la pereza no creo que tenga que ver tanto con lo físico, con el movimiento, con la tracción, sino como con el trabajo, aunque este sea mental. Pero hay mucha gente que no se mueve y que no mueve nada. Yo no convivo bien con la pereza. Me parece que al final es un freno, a la equivocación pero también al éxito. ¿Y cómo se maneja la soberbia cuando uno a lo que se dedica es a escribir ensayos?El escritor que no es soberbio no escribe. La soberbia es un mal menor para el escritor. Y no te digo ya para el periodista. Ten en cuenta que nos arrogamos todos los días el hablar por los demás o para los demás, que no sabría decirte lo que es peor. No habría manera de hacer algo así sin un puntito mínimo de soberbia. El peligro estaría en pasarse en la cantidad. La mesura. En lo relativo a pecados siempre aparece la cuestión de la mesura.El pecado requiere equilibrio, para que no pase de pasión que mueve a pulsión que controla. A lo que se está refiriendo realmente el sintagma de ‘pecado capital’ es a que tú lleves por delante o en cabeza algo de manera desmesurada, exagerada, hiperbólica. Por eso te comentaba antes que a mí la lujuria no me parece un pecado capital. ¿Cómo va a serlo ese juego de buscar a la hembra o al macho más propicio, seduciéndolo, tomándote tu tiempo para llevártelo a tu terreno y ensanchando tu experiencia vital, con él o por él?«El pecado requiere equilibrio, para que no pase de pasión que mueve a pulsión que controla»A lo mejor es que está ya un poco desactualizada la lista de pecados capitales y, en estos tiempos, urge revisarla, sacar algunos e introducir otros nuevos más propios del ahora.Pues creo que sí.¿Sacamos la lujuria, entonces? ¿Alguno más?No, sacamos solo la lujuria. El resto creo que están bien. ¿Y alguno nuevo por introducir?Pues, aunque creo que ya en la envidia habría mucho de eso, y en la soberbia incluso, pero yo quizá añadiría la soledad. Lo que antes era un estigma, hoy en día parece un fin. Se ha romantizado la soledad y hemos llegado a un hiperindividualismo que no es muy beneficioso.

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