Cuando hace cinco años fuimos confinados en nuestros domicilios, debido a la primera gran pandemia del siglo XXI, sabíamos cómo entrábamos, pero no cómo salíamos. Se popularizaba aquel «saldremos más fuertes» pero lo cierto es que lo que salimos fue algo cambiados. Al menos en ciertos hábitos o costumbres que adquirimos entonces, debido a las inusuales circunstancias, y que, después de todo este tiempo, parecen haber llegado para permanecer. Uno de esos cambios fue el abandono de las transacciones en efectivo y un aumento significativo del porcentaje de pagos realizados con tarjeta. Y este fenómeno se ha visto agudizado y asentado ahora, de manera que se ha visto también reducido el número de cajeros automáticos por el descenso de las retiradas de efectivo: si en 2023 había en España cerca de 45.000 terminales, lo que suponía un 4% menos que en 2022, en 2024 el número era de poco más de 38.000. En 2019, justo antes de la pandemia, el número era de algo más de 50.000. A este aumento del uso de la tarjeta ha contribuido también otro de los hábitos que adquirimos durante la pandemia y que, lejos de abandonar, hemos incorporado a nuestra cotidianidad posconfinamiento : las compras online. En 2020 y debido a, entre otros motivos, el miedo al contagio, el sector de la venta online experimentó un auge significativo. España, según datos de Euromonitor International, fue el país europeo donde más se aceleró la evolución del comercio electrónico (según la tendencia del periodo 2015-2019, en nuestro país habría alcanzado un 9% a finales de 2022 y llegó a una cuota del 12%). El precio de los vuelos aumentó un 30% de 2023 a 2019. No se prevé que se estabilicen los precios de cara al futuroUn estudio realizado a finales de 2024 por el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (Ontsi) revelaba que en 2023 se había alcanzado una cifra de negocio de cerca de los 100 millones de euros, lo que suponía un 16% más que en 2022 y situándose el gasto medio del comprador en algo más de 3.000 euros anuales. El principal gasto es el destinado a la adquisición de ropa y calzado, y se calcula que más del 80% de los usuarios de internet son también consumidores en línea. El aislamiento forzoso popularizó el uso de las videollamadas y, visto lo visto, está lejos de ser una moda que adquirimos entonces para desechar después. Se estima que más del 90% de la población realizó en algún momento del confinamiento al menos una videollamada. Facilitó la comunicación entre seres queridos que se encontraban lejos, pero también el teletrabajo y las clases online. Precisamente el teletrabajo es otro de los cambios que se impusieron entonces por necesidad y que, en algunos casos, permanecen hoy en día. Nueva vida laboral Según una investigación del Observatorio Social de La Caixa al respecto, tres años después del confinamiento de 2020 un 36% de los trabajadores consultados continuaba teletrabajando al menos un día por semana y todos ellos coincidían en señalar que lo que más valoraban de ello era la mejora en la vida familiar y, después, evitar los desplazamientos, la sensación de aprovechar más el tiempo y la posibilidad de madrugar menos. Lo que menos, la ausencia de socialización y la desconexión. En la mayoría de los casos, la productividad no se ve resentida. Según las estadísticas del INE, en 2024 casi el 40% de las empresas de diez o más empleados permitía el teletrabajo y ese porcentaje se elevaba hasta el 80% en empresas de más de 250 empleados. Antes de la pandemia, no llegaba al 5% del total los trabajadores que disfrutaban del teletrabajo. El confinamiento conllevaba, obviamente, una imposibilidad para viajar. Así que se preveía que esa circunstancia provocaría un aumento en el precio de los vuelos, que se vio confirmado y que es hoy una de las dinámicas que se mantiene: en 2023 eran un 30% más caros de lo que lo eran en 2019 e, incluso, las aerolíneas de bajo coste veían incrementados sus precios. En 2025, los expertos no prevén una bajada de los precios y a finales de 2024 la IATA (la Asociación Internacional de Transporte Aéreo que representa a cerca de 300 aerolíneas) advertía, además, de la insuficiencia en la fabricación de aviones y la falta de capacidad de los aeropuertos, lo que contribuye al aumento de los costes para las aerolíneas y, consecuentemente, en el precio final para los pasajeros. Además, según el Barómetro OMT del Turismo Mundial no ha sido hasta este 2025 cuando se ha alcanzado algo parecido a la normalidad previa a la pandemia en cuanto a hábitos de viaje. Pero volar es más caro. Geles y nuevos horarios La normalización de las mascarillas y del uso de geles hidroalcohólicos es otro de los hábitos que no hemos dejado atrás. Si antes del Covid nos sorprendía ver a alguien con mascarilla por la calle, ahora no es algo inusual y, quien más y quien menos, sigue llevando encima gel hidroalcohólico porque su uso está incorporado a sus hábitos higiénicos. En muchos comercios y restaurantes, así como en los aeropuertos y estaciones, continúa estando presente. Del mismo modo, los horarios de los establecimientos de hostelería no han vuelto todavía a los previos popularizando el tardeo . Los bares no han recuperado la costumbre de tener la prensa en papel para sus clientes. Los periódicos en papel, recordemos, fueron retirados de los establecimientos públicos por cuestiones de prevención de contagios. Y este sería el mal menor: algunos restaurantes y bares no volvieron a tener periódicos en papel en sus mesas porque no fueron capaces de reabrir (solo en 2021 cerraron más de 7.000 bares). Además, nos acostumbramos a comprar comida a domicilio y no hemos abandonado del todo la nueva costumbre. Este servició llegó a aumentar en casi un 60% y cerca de un millar que no contaban con ese servicio lo incorporaron entonces y lo mantienen hoy en día. En definitiva, la pandemia y el confinamiento provocaron cambios drásticos en nuestros hábitos de vida y en nuestra cotidianidad, en nuestra manera de comportarnos y relacionarnos. Y algunas de estas costumbres, adquiridas en su momento por necesidad imperiosa, han permanecido. Cinco años después, cuando ya estaríamos en lo que algunos sociólogos coinciden en denominar una etapa pospandemia, en la que, en ciertos aspectos, estamos alcanzando la tan ansiada normalidad anterior a la Covid-19, algunos de esos hábitos se han instaurado en nuestro día a día. Y no parece que, de momento, nos vayan a abandonar.

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