Ya están tardando los dirigentes mexicanos en ver ‘Tardes de soledad’, la película de Albert Serra en la que se palpa, como nunca antes, la verdad descarnada del toreo, donde no solo se lidian toros, sino que se lidia la propia existencia. No hay lugar para la hipocresía en este documental protagonizado por Roca Rey , el último héroe de carne y hueso. Derrama su sangre, sí. Y también la derrama el toro, sí. Como se derrama en un matadero oculto a los ojos de la gente. Como se derrama en las calles de México . Sí, de México, con una violencia brutal. «México está bañado de sangre, y no es de toros», dice un mensaje que circula en las redes. Porque hay que ser muy hipócrita para poner el empeño en las corridas de toros mientras la tierra mexicana es epicentro de muerte y violencia. «Las primeras semanas de la presidenta Claudia Sheinbaum al frente de México representan, de momento, una continuidad del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador en materia de violencia e inseguridad: días con más de cien asesinatos, una guerra entre narcotraficantes en Sinaloa, focos de violencia en el norte y en el sur del país y el asesinato de un sacerdote jesuita en Chiapas», informaba Milton Merlo, nuestro corresponsal, a finales de octubre. Y suma y sigue, con un promedio de 74 víctimas diarias en febrero…En una semana en la que se debate la prohibición de la Fiesta Brava, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, se ha posicionado a favor de las corridas sin sangre, con finales de Disney en los que todos los ‘Ferdinand’ vuelvan al campo bravo, a que los seis mil euros que cuesta criar un toro sumen, pongamos, otros diez mil; que los ‘Ferdinand’ vuelvan a sus fincas para oler amapolas, para tapar la muerte, que siempre es el final. Demasiado pronto en las calles mexicanas, bañadas de sangre. Y ahora vienen con esta Pantomima Bull, con el absurdo más hipócrita de edulcorar y cargarse la tauromaquia en México, con todo lo que ello implicaría a nivel ecológico, económico, en empleos y, sobre todo, en recorte de cultura y libertad, con ese posible efecto ‘yoyó’ en otros Gobiernos acomplejados…Vean la película de Albert Serra, no den lecciones de ética y moral. Y, tras pasear por sus 125 minutos de realidad, paseen por sus calles sin taparse los ojos ni la nariz. Apesta a sangre, pero no de toros bravos.

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