Con 33 títulos, Wimbledon 1994, y tres medallas olímpicas, entre otros logros, Conchita Martínez (Monzón, Huesca) sigue ampliando el palmarés a sus 52 años y alcanzando cotas incluso más altas de las que logró con su raqueta. Vive una segunda juventud, una explosión de sus cualidades como la experta en el tenis (el deporte, el circuito, el juego, las emociones) que siempre fue, ahora a través de sus pupilas, ayer Garbiñe Muguruza, hoy la rusa Mirra Andreeva , a la que acaba de hacer campeona en Indian Wells.Pero primero fue Shahar Peer. Su acercamiento inicial a dirigir otra mano que no era la suya tras retirarse en 2006. Llegarían después Janet Husarova, Rennae Stubbs, Anastasia Radionova, Alicia Monk, Sally Peres, Karolina Pliskova. Un caldo de cultivo para entender este otro tenis que se ve, se analiza y se estudia, pero no se pone en práctica, y que amplió al colectivo cuando asumió en 2013 el cargo de capitana de Copa Federación y de Copa Davis hasta 2017.Tras un despido que no sentó muy bien, se sentó por primera vez en el banquillo de Muguruza, que ya había ganado Roland Garros en 2016. Fueron solo unas directrices, algunos consejos, trucos, comprensión y conocimiento de quien ha pasado por allí y que ayudaron a la hispano-venezolana a ganar Wimbledon 2017. Treinta años después, otro plato de Venus Rosewater para la aragonesa. Y del impulso, el número 1 durante cuatro semanas; algo que, por contra y a pesar de todo, no llegó a alcanzar la maestra.Noticias relacionadas estandar No Tenis Andreeva, la pupila de Conchita Martínez, campeona en Dubái con 17 años Laura Marta estandar No Mutua Madrid Open Mirra Andreeva, una adolescente se abre paso en la WTA LAURA MARTALa relación se hizo fija en 2020, después de que Muguruza sufriera el vértigo de las alturas; desnortada por las expectativas y agotada por la exigencia, no ayudaba la tensión con Sam Sumyk, y tocó fondo con tres meses sin ganar un solo partido. «Me puede entender mejor que otras personas y eso ha influido mucho en mi decisión», aceptaba cuando volvió a firmar con ella.A los pocos meses de esa nueva conexión, la tenista alcanzaba su cuarta final de un grande, en el Abierto de Australia 2020. «Gracias por ayudarme a volver a una final de Grand Slam, Conchita», reconocía Muguruza. No ganó ese título (perdió contra Sofía Kenin), como tampoco ganó la entrenadora en la final de 1998 (contra Martina Hingis), pero se llevó un premio mayor para el crecimiento: confianza, estímulos, energía, calma, estabilidad. A pesar de una trayectoria no lineal, Muguruza brindó uno de sus mayores picos de forma, juego y títulos. Una base firme que la consolidó en la élite una vez acabada la pandemia. En 2021, campeona en Dubái, campeona en Chicago y maestra de maestras, la primera española en lograrlo, la última española en lograrlo, tres del mundo. También ganó Conchita, claro, reconocido su trabajo con el premio a mejor entrenadora de WTA de 2021.La amistad continuó, pero acabaron por separar sus caminos en 2023. «De momento yo también me estoy tomando este año con tranquilidad; han sido años muy intensos de muchos viajes, pero no digo que no a entrenar de nuevo. No cierro puertas si llega una oportunidad que me motive, por supuesto. Si me llama una jugadora de ahí arriba que necesita ayuda, lo consideraría», explicaba aquel verano sabático. La llamada llegó unos meses más tarde, pero no de una tenista de ahí arriba sino todo lo contrario, de una jugadora de allá abajo, por edad, a la que enseñar, educar, pulir, arropar y con la que crecer juntas.Una Mirra Andreeva con la que empezó a compartir entrenamientos, lecciones y conversaciones de tenis y de todo lo demás en la primavera de 2024, todavía limitada por ley la jugadora para disputar torneos (12 hasta los 17 años; 16 al cumplir esta edad, sin límites con 18). «Estoy muy a gusto con ella y hemos creado un gran ambiente de trabajo. Ojalá vaya bien y espero que a ella le guste trabajar conmigo. Ya veremos cómo funciona y decidiremos a largo plazo», decía la rusa a ABC durante el torneo de Madrid del año pasado. La decisión a largo plazo se tomó rápido, porque el entendimiento era total. Bromas, enfados, presión, paciencia, mucha mano izquierda y más determinación. Había un talento increíble que cuidar, proteger y construir en la buena dirección. Un tenis potentísimo, capaz de escupir la pelota en un saque a 202 kilómetros por hora, y un carácter guerrero y ambicioso, y muy receptivo. Y el resultado no puede ser mejor. Prometían los cuartos de final en Madrid, las semifinales de Roland Garros, los octavos de Wimbledon, el primer título (WTA 250 de Iasi), y la plata olímpica en dobles en París 2024. Y en este 2025, la promesa es una realidad que no tendrá el tenis en sus manos mañana, sino hoy. Semifinal en Brisbane, octavos en Australia, WTA 1.000 de Dubái y WTA 1.000 de Indian Wells –con triunfos ante Swiatek y Sabalenka–, donde Conchita falló en 1992 (Monica Seles) y en 1996 (Steffi Graf); seis del mundo. Proeza al alcance de pocas elegidas que todavía se hace más grande si se miran los récords de precocidad que conllevan; no cumple la mayoría de edad hasta el 29 de abril.Risas, calma y un cuadernoPrueba inequívoca de que el camino está bien trazado, con mano firme y suave, con paciencia para guiar los comportamientos y mesura para no volar demasiado alto, con disciplina en la ejecución de los golpes y libertad para seguir siendo una adolescente. «Mi entrenadora y yo teníamos un plan, pero luego en la pista no me acordé de nada», se expresaba con temblor en la voz y sonrisa tímida en junio de 2024, tras alcanzar su primera semifinal de Grand Slam. «Sé que a veces soy un grano en el culo, pero siempre estás conmigo y ahora compartimos este trofeo», concedía tras levantar el título en Dubái. «No sé qué hacer con tanto dinero, pregúntale a mi padre. No puedo tener cuenta bancaria hasta los 18 años», se reía con el cheque en las manos, sin poder tampoco brindar con champán en el podio. «No me di ni cuenta de que había sacado tan fuerte porque no sé cuánto son 126 millas en kilómetros», dijo sobre su supersónico saque en California.La fórmula del éxito la desgrana la propia Andreeva cada torneo. «Me ha enseñado a valorar las pequeñas cosas que hago bien. No soy negativa, pero me cuesta estar contenta cuando las cosas no van bien», decía en Madrid. «Nos reímos mucho y hace que no tenga tanta tensión durante los partidos», reflejaba en Roland Garros. «Me pide mi opinión sobre el plan de juego con el que estoy más cómoda… Me da energía, crea un buen ambiente para que me relaje antes de los partidos y hace que sea optimista con mi juego y mi mentalidad», decía en la semifinal en Indian Wells.A todo esta metodología se une, de vez en cuando un cuaderno para que no se le olviden los apuntes, que todavía está en edad de instituto. En Dubái, las cámaras captaron algunas de las frases: «¡Tú puedes! ¡Todo saldrá bien! ¡Yo creo en ti!», «Ser lista, inteligencia y agresividad», «No prestes atención a sus buenos golpes». Deberes escritos por la mano de Andreeva, dirigidos, orientados e inculcados por la mano de Conchita Martínez.

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