La lluvia pertinaz de la mañana protege muy poco a Samu Aghehowa (20 años) cuando se acerca desde la residencia de los futbolistas de la selección en Las Rozas (Madrid) hasta la sala de entrevistas. El delantero nacido en Melilla, de madre nigeriana que emigró por el desierto y saltó la valla, habla muy bajo y tiene acento andaluz. Sienta sus 194 centímetros en un butacón, las zapatillas desatadas, chándal azul y mirada tímida. Es el atacante de moda: 20 goles en 34 partidos. Antes de los encuentros contra Países Bajos (jueves y domingo) en los cuartos de la Nations League, el jugador del Oporto habla con ABC.—¿Ha logrado que le nombren por Aghehowa (en honor a su madre) y no Omorodion, como se le conocía?—Es normal que la gente esté más acostumbrada al anterior, es un poquillo más complicado el cambio de nombre, pero se tienen que acostumbrar.Noticias relacionadas estandar No Fútbol Casadó, con daño en el ligamento de la rodilla, Íñigo Martínez y Bryan Zaragoza, bajas en la selección Laura Marta estandar Si Fútbol El Barça aviva la guerra de las 72 horas Sergi Font—¿Ha podido visitar el país de su madre, Nigeria, sus orígenes?—No he tenido la suerte de ir. Espero en un futuro poder ir en vacaciones. Ahora tenemos muchos partidos y tampoco hay mucho tiempo, pero espero ir. Me hace ilusión ver los orígenes de mi madre. Ella (Edith) también tiene la ilusión de volver, pero por no dejarnos solos a mi hermana y a mí, se arrepintió y no ha vuelto desde que yo nací. —¿Tiene mucha familia en África?—Sí, sé que tengo bastante familia allí, pero no los conozco. No es que mi madre hable mucho del tema, pero sí sé que ella habla bastante con ellos.—¿Conoce la historia de los hermanos Williams? La madre estaba embarazada de Iñaki cuando emigraron de Ghana para venir a España…—Sí, algo he escuchado… Al final todos los que venimos de África tenemos que pasar prácticamente por lo mismo y, bueno, es una historia de superación, como la de mi madre. Al final tanto él como yo estamos muy orgullosos de las madres que tenemos y la verdad que se lo debemos todos a ellas.—¿Cómo fue la llegada de su madre a España?—Ella me tuvo en Melilla en un centro de acogida y bueno, al final como toda la vida, estuvo luchando para tener una vida mejor de la que tenía. Y gracias a Dios, todo ha salido bien.—¿Recuerda algo del centro de acogida, donde estuvo cinco años?—Bueno, a mi madre tampoco le gusta contarme esas cosas, es verdad que me dice que más adelante pues me contará mucho más, pero te puedes imaginar lo que es un centro acogida. No tiene que ser fácil pasarlo ahí.—Cambiaron de localidad y se instalaron en Sevilla, en el barrio Cerezo, por el Polígono Norte. ¿Cómo es su barrio?—Sinceramente no sé el motivo por el que nos fuimos a Sevilla, pero creo que no pudo haber mejor sitio para criarme que mi barrio. Es un lugar de gente humilde donde he pasado toda mi infancia y la verdad que la recuerdo siempre con mucho cariño.—¿Cómo se conectó desde ese barrio sevillano con el fútbol?—Desde muy pequeño me gustaba mucho el fútbol, me atraía mucho la pelota, recuerdo que me decían que a lo mejor veía algo en el suelo y le daba patadas. Desde bien pequeño pues me decanté por el fútbol y la verdad que no me está yendo nada mal.—¿Cómo era su situación familiar y futbolística? Su madre trabajaba, ¿y le podía llevar a los entrenamientos?—Ufff, son muchas historias ligadas. Al principio cuando yo empecé a jugar al fútbol, el campo estaba cerca, a dos minutos de casa e iba andando. Mi madre tenía que trabajar para hacerse cargo de mí y de mi hermana. Y gracias a Dios, teníamos una vecina que la considero mi segunda madre.—¿Cómo se llama?—Se llama Juani y su marido, que en paz descanse, Antonio. Él fue el que me apuntó a mi primer equipo de fútbol y al final yo pasaba muchas horas con ellos, tanto yo como mi hermana. Y mi madre pues trabajaba para ponernos un plato de comida cada día. —¿En qué trabajaba su madre?—De todo un poco, lo que salía. Ha trabajado de muchas cosas. No tenía un trabajo fijo y tenía que buscarse la vida.—A la mayoría de niños les llevan sus padres o abuelos a los entrenamientos. ¿A usted le llevaba Antonio?—Sí, en esa época cuando mi madre no podía, pues me llevaba él. Cuando pasé a mi segundo equipo en Sevilla, que también era humilde y se llama Don Bosco, conocí a una persona que era el entrenador, se llama Ismael y él me llevaba a los partidos y me recogía. Y cuando fiché por el Sevilla con 7 u 8 años, ya fue más veces mi madre la que me llevaba a la ciudad deportiva del Sevilla. Pero tardábamos una hora y media de camino casi todos los días. No era una situación fácil.—¿Es cierto que le tuvieron que ayudar muchas veces pagándole el autobús o el desayuno?—Sí, claro, es verdad. El Sevilla me pagaba a lo mejor la gasolina y con eso pues ibas y venías en metro, o en autobús. Pero sí se han dado situaciones de que a lo mejor algún día no había para comer y bueno, eso es duro. Creo que ningún niño tendría que pasar por eso. Fue complicado, sí.—La pobreza es muy dura…—Sí, muy complicada. Piensas muchas cosas, por qué me pasa a mí y cosas así. Gracias a Dios hemos podido salir y ahora estamos mucho mejor.—¿Y cómo se procesa el camino de la pobreza al estrellato?—Soy un chaval muy tranquilo, y sabía que esto iba a pasar tarde o temprano. Lo llevé con mucha naturalidad. A mi madre le ha costado un poco más, porque es un cambio muy brusco y hay cosas que le cuesta gestionar. —¿Qué cosas?—En plan, gestionar las emociones. Cuando me pasa algo o cuando hay algunas cosas que todavía no lo asimila bien. Yo quería triunfar en el fútbol, mi sueño era ser futbolista y tuve que dejar los estudios. Tuve una conversación con mi madre para decirle que yo me iba a enfocar en el fútbol.—¿Qué estudiaba?—Estuve haciendo un grado de marketing. Cuando llegué a Granada, era mi segundo año y estaba acostumbrado a entrenar de tarde y estudiar por las mañanas, pero me cambiaron el horario. Entrenar por la mañana y después estudiar por la tarde me costaba mucho. Al final mi madre entendió que dejase los estudios.—Ha pasado de Segunda RFEF a la selección en dos años. No se ven muchos casos así.—No se ven muchos casos, no. Ahora las generaciones más jóvenes están creciendo mucho, llegan lejos y la verdad que me siento muy orgulloso. Soy muy exigente conmigo mismo, me meto presión, y si hay veces que no te salen las cosas pues lo piensas mucho. —¿Se come mucho la cabeza?—Sí, no te voy a mentir. Me como mucho la cabeza, es una cosa que tengo que mejorar. Si vales, si no vales… La ayuda psicológica es clave para mí.—Con sus datos goleadores, es raro que no jugase ni un minuto en el Atlético con Simeone…—Son cosas que pasan en el fútbol y de todo se aprende. No siempre se puede tener lo que uno piensa.—¿No hubo mucha química, entonces?—Tampoco quiero hablar mucho del tema.—Lleva 20 goles en 34 partidos con el Oporto esta temporada. Son muchos goles…—La verdad que estoy bastante bien, agradecido sobre todo a mi club por la oportunidad y espero que la cosa siga como va ahora, y podamos conseguir títulos juntos.—Ha metido goles en todos los equipos en los que ha jugado, menos el Atlético.—Siempre he metido goles, gracias a Dios y bueno, es una cosa que tengo dentro de mí y la verdad que me está yendo muy bien. Es lo más preciado del fútbol, el futbolista que mete goles, y lo que más dinero da. Y si no puedo meter goles, al menos ayudar al equipo con mi trabajo.—¿Qué ha encontrado en la selección española?—A jugadores de talla mundial, es un privilegio estar aquí.—¿Qué le ha pedido Luis de la Fuente?—Me ha dicho que sea yo y que haga lo que me ha traído hasta aquí. Le estoy muy agradecido por la confianza que me está dando y muy contento. —¿Qué ha sentido en España, ayuda, algún tipo de racismo?—A mi familia España la ha ayudado mucho, estoy muy agradecido, no solo por mí, sino por todas las familias que tienen menos recursos y siempre nos han ayudado. Y de racismo nunca he tenido problemas, solo una vez en Avilés jugando con el Granada. Son gente que no se pone en la piel de la otra persona, y no le voy a dar el valor de hablar de ellos.

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