Como especie, el ser humano ha sido capaz de grandes gestas tecnológicas, médicas, científicas y aeroespaciales, pero cuando se atiende a cualidades intrínsecas como la de comunicarse, muchos parecen moverse en la delgada línea que conduce al precipicio. Juzgan, etiquetan, incomodan, culpan o se victimizan y provocan distancia y, finalmente, un conflicto . Lo más llamativo, como advierte María González Romero, experta en comunicación no violenta y autora de ‘ Debajo de las palabras ‘ (Plataforma Editorial), es que a menudo se hace sin intención o incluso sin que esa persona sea consciente de ello debido a patrones de conducta , creencias y dinámicas integradas que, según plantea, conviene desaprender para relacionarse mejor con uno mismo y con los otros . «Además de evitar lo que puede ser obvio, como las faltas de respeto o la violencia verbal, el hecho de hacer constantes comparaciones, juzgar, opinar con frases huecas, etiquetar, hablar con doble sentido y generalizar también son pistas que indican que, en el fondo, lo que desea esa persona es imponer su criterio», plantea.Lo cierto es que conversar es algo que se da por hecho. Parece algo natural. No se aprende, no se enseña. Y, sin embargo, de la calidad de los diálogos depende una gran parte del éxito en las relaciones personales y profesionales. Lejos de poner foco en hablar mejor, lo que conviene, sin embargo, es aprender a escucharse mejor , según aclara Mónica Galán Bravo ( @monigalanbravo ), experta en liderazgo y creadora del método BRAVO para hablar en público. Para ello, invita a hacerse « preguntas valientes »: ‘¿Desde dónde estoy hablando?’, ‘¿Estoy buscando tener razón o comprender?’, ‘¿Elijo mis palabras para conectar o para protegerme?’… Una vez hecho este análisis es cuando se podría abordar la observación externa. «No se trata de vigilar al otro, sino de leer con amabilidad lo que dicen su cuerpo y su tono. ¿Se aleja? ¿Se tensa? ¿Cruza los brazos? ¿Baja la mirada? El lenguaje no verbal es revelador, no miente, y cuando se aprende a leer con empatía se convierte en una brújula», explica.Comparte esta opinión Xavier Guix ( @xavierguix ), psicólogo y autor de ‘Ni me explico, ni me entiendes’ (Arpa Editores), quien apunta la posibilidad de usar los gestos , las expresiones , el tono de voz y las palabras del otro a modo de espejo pues, asegura, ese reflejo que devuelven los demás permite saber qué proyecta uno al comunicarse.Noticias relacionadas estandar Si ‘Ni me explico, ni me entiendes’ Xavier Guix, psicólogo: «Hablando no se entiende la gente» Raquel Alcolea reportaje Si Las nuevas parejas: hasta que otra historia nos separe Raquel AlcoleaAcuerdo vs. conflictoA menudo, lo que subyace detrás de la dificultad para entenderse con el otro es una escasa habilidad para gestionar el conflicto , que tiene que ver no solo con saber comunicarse sino también con ser consciente de las percepciones y de las emociones que provoca esa interacción, señala Teresa Arsuaga ( @teresarsuaga ), doctora en Derecho, abogada, mediadora y autora de ‘ Te veo, te escucho, te reconozco’ (Arpa Editores). «Lo que a uno le enfada o le incomoda no es el hecho en sí, sino la interpretación que hace de ello. Percibe algo que le molesta, le provoca una emoción y eso a su vez hace que se comunique mal. La otra parte contesta igual o peor y se produce un enfado mayor que corrobora la interpretación negativa inicial. Es un círculo vicioso que conviene romper si uno desea entenderse mejor con el otro», dice. Por eso, lo que propone la experta es ser consciente de lo que esconden esos supuestos obstáculos para entenderse, ya que en muchas ocasiones esos problemas tienen que ver con una necesidad de reconocimiento y de atención insatisfecha. «Cuando uno logra asumir que las emociones como el miedo o el odio vienen de la inseguridad que produce no sentirse atendido o reconocido, comienza a entender la importancia de pedirle al otro lo que realmente necesita y deja de sobreactuar, enjuiciar, culpabilizar y victimizarse», apunta.«La receta mágica para acabar con los conflictos es ver, escuchar y reconocer al otro» Teresa Arsuaga Dra. en Derecho, abogada y mediadoraUn ejemplo se da cuando una persona quiere pasar más tiempo con su pareja y en lugar de decírselo le llama egoísta y le critica por estar siempre pendiente del móvil. «Cuesta pedir y reconocer una necesidad, porque creemos que nos sitúa en inferioridad y cambiamos la petición por el reproche . Pero lo que se consigue es que el otro se ponga a la defensiva. Para recibir del otro tienes que hacerle sentir bien y que desee colaborar contigo», refiere. Por eso, para la mediadora la clave que ayuda a desactivar un conflicto es preguntarse «para qué» y «por qué» se dice algo, ya que eso permite enfocarse en una dirección más práctica y efectiva.«Hay que tener en cuenta el contexto interpretativo y no sólo los hechos» La Ley 1/2025, en vigor desde el 3 de abril, recoge que en muchos conflictos civiles y mercantiles será obligatorio demostrar que se ha intentado llegar a un acuerdo antes de presentar una demanda. Es una apuesta por un uso más racional de la justicia pues, según aclara Arsuaga, los tribunales no están pensados para ser la primera o única vía para resolver conflictos. De hecho, a menudo se da una solución estándar que se ajusta a derecho pero no responde a las necesidades de las partes. «En la mediación se tiene en cuenta el contexto interpretativo y no solo los hechos, lo que hace que el acuerdo resulte más beneficioso para ambos», sugiere la abogada. En lugar de «querer tener razón» y «reclamar los derechos» se trataría de colaborar y dialogar para llegar a un entendimiento.Otra herramienta potente es una escucha sincera del otro que permita autocuestionarse y reconducir las emociones. «La receta mágica para acabar con los conflictos es ver, escuchar y reconocer al otro. Mutuamente, claro. Si una persona se siente atendida, escuchada y reconocida, el conflicto baja de intensidad y es más difícil que se complique», revela.Polarización socialEl abordaje de la comunicación desde el ámbito de la interacción personal es importante, pero incompleto, pues resulta imposible mantenerse al margen del entorno , especialmente si la crispación domina el ambiente político, social e internacional. Según el ‘Informe de Riesgos Globales’ publicado por el World Economic Forum en 2024, la polarización social se sitúa entre los tres problemas más relevantes a los que se enfrenta la sociedad, solo por detrás de la desinformación y las ‘fake news’ y las catástrofes climáticas derivadas del calentamiento global. Pero, además, este trasfondo de división social no es algo abstracto ni conceptual. Se percibe en las sobremesas de domingo, en los grupos de WhatsApp con amigos, en las reuniones de trabajo y hasta en las conversaciones que se escuchan en el autobús. «Parece darse por bueno todo aquello que valide y confirme las opiniones preestablecidas, y cuando alguien cuestiona, plantea preguntas o un punto de vista empiezan a saltar lar alarmas», reflexiona Pablo Álvarez ( @melasudismo ), experto en transformación digital y autor del ensayo ‘Hasta los … de la polarización’ (Plataforma Editorial), en el que apela a la tolerancia , a la búsqueda de la verdad y, sobre todo, a la empatía . «Hay que estar dispuestos a cambiar de opinión y a mostrar un interés genuino por lo que piensa y siente el otro. Cuanto más abierto se muestre alguien, más crecerá como persona», revela. De hecho, el autor está convencido de que situarse en los extremos y agrandar la otredad supone validar el discurso del odio y cosificar al otro, dos dinámicas frecuentes en los conflictos a gran escala. «El gran peligro de perder la empatía es la deshumanización », alerta Álvarez.Noticias relacionadas estandar No Miedo a ser uno mismo: «Nunca ha sido tan fácil como hoy parecer sin ser» Tomás Navarro estandar No ¿Exceso de autocontrol o ir por la vida sin filtro? Las consecuencias psicológicas de ambos extremos Tomás NavarroOportunidad, no amenazaLa clave, por tanto, para construir un diálogo basado en la escucha activa , la empatía y la voluntad de entendimiento pasaría por reinterpretar cuál es la función de la disparidad en las opiniones. «El conflicto es una oportunidad para ver las cosas como son, para comprender las necesidades, deseos e intereses que nos mueven y para abrir la puerta a la generosidad, el crecimiento personal y el reencuentro», apunta Guix. Pero para lograrlo, como indica Galán Bravo, es necesario aprender a decir lo importante, sin descuidar el vínculo . Eso se puede plantear haciendo tres cambios en la forma de comunicarse: pausar antes de responder para evitar reaccionar desde el enfado o la herida; nombrar sin herir para hablar desde lo que se siente y se necesita, pero sin atacar; y pasar de la queja a la propuesta para avanzar en una dirección y desatascar el conflicto.De hecho, uno de los pilares sobre los que se debe construir esa forma de comunicarse es el respeto y la consideración del otro como un igual, aclara Tomás Navarro ( @tomasnavarropsi ), psicólogo y autor de ‘Tus líneas rojas’ (Zenith), en el que incide en la importancia de marcar límites , pero evitando hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran, «Cuando somos empáticos nos importa lo que siente o piense nuestro interlocutor y esa empatía es el freno a cualquier conducta de comunicación violenta. Desplazar el foco de uno mismo al interlocutor es básico», revela.Otro pilar sería la asertividad , pues, como aporta González Romero, «practicar una comunicación no violenta no significa ser bueno, amable o comprensivo en cualquier circunstancia y con todos. Lo que implica –añade– es ser asertivo y cuidadoso con las necesidades tanto propias como ajenas». Cultivar el olvidado arte de hablar y de escuchar desde el respeto, la empatía y la asertividad puede ser un asidero eficaz para mantener la calma en conversaciones difíciles y gestionar la intensidad de las emociones en un contexto dominado por el enfrentamiento y las diferencias.

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