Fue en la Ciudad de México en 1990, en la conferencia organizada por Octavio Paz para celebrar la caída del Muro de Berlín, cuando Mario Vargas Llosa, recién derrotado en las elecciones peruanas, denunció a México como una «dictadura perfecta». Fue un momento estremecedor. La palabra ‘perfecta’ revelaba con claridad que el régimen mexicano había cooptado a sus intelectuales sin necesidad de recurrir a los métodos burdos —encarcelamiento, tortura o exilio— que mantenían a raya a los intelectuales de Europa del Este. Paz, que aspiraba a que la conferencia impulsara su campaña por el Premio Nobel, escuchó en un silencio pétreo, mientras su amigo cercano, el editor y escritor Enrique Krauze, sentado frente a Mario, lo miraba atónito.La intervención de Mario desató un alboroto. La conferencia, después de todo, contaba con el respaldo del PRI, el partido gobernante de México, y el presidente Salinas de Gortari había invitado a los ponentes a un almuerzo solemne en el Palacio Presidencial. El evento se transmitía en vivo por Televisa a todo México y América Latina. Solo Mario se atrevió a decir que celebrábamos el fin de las dictaduras en Europa del Este mientras callábamos sobre nuestra propia cooptación por una dictadura latinoamericana. El régimen mexicano, furioso, lo declaró persona ‘non grata’. Lo recuerdo saliendo del vasto salón de conferencias, con las cámaras de televisión siguiéndolo hasta la puerta. Fue uno de esos momentos que me enseñaron qué significa ser un hombre honesto : decir lo que debe decirse cuando los demás guardan silencio.Nos encontramos en Londres a principios de los noventa, ambos trabajando en ese refugio maravilloso para eruditos, la London Library, en Saint James’ Square. Fuimos a almorzar a una ‘trattoria’, y Mario, siempre sobrio pero atildado en su vestir, admiró los fabulosos escaparates de Jermyn Street, con sus camisas, corbatas, cinturones y zapatos para los caballeros londinenses. Nuestro encuentro en la ‘trattoria’ contradijo todo lo que esperaba de un hombre famoso . En lugar de acaparar la conversación, escuchó más de lo que habló, y esos ojos de escritor permanecieron fijos en mí.Mientras otros intelectuales elegían la justicia o la revolución como valores rectores, Mario eligió la libertadMás tarde, grabamos juntos un programa de televisión sobre el caos del orden mundial posterior a 1989. Mario aportó una visión astuta y desprovista de ilusiones. Comprendí por qué había buscado la presidencia de su país. Era el intelectual más intensamente político que he conocido, y, como dijo el fallo de la Academia Sueca al concederle el Premio Nobel, su ficción lo convirtió en «un cartógrafo de las estructuras del poder».Mientras otros intelectuales elegían la justicia o la revolución como valores rectores, Mario eligió la libertad. A la izquierda no le gustaban sus posturas políticas, y ni siquiera yo podía entender por qué prefirió a Bolsonaro sobre Lula en Brasil, pero los adversarios a los que combatió desde los setenta —Castro en Cuba, García en Perú, y el terrorista infernal Abimael Guzmán — eran enemigos dignos de su furia.Cuando entré en la política canadiense en 2005 y salí seis años después, magullado y derrotado, el libro que más me ayudó a comprender por qué lo había arriesgado todo, y por qué nunca debería arrepentirme del precio pagado, fue ‘El pez en el agua’, de Mario, con su evocación inolvidable de los discursos que dio a miles de personas pobres bajo la luz agonizante del atardecer en Cuzco. Ningún otro libro captura lo que es vivir con la ilusión de la victoria y luego despertar en la realidad de la derrota.Lo visité en Madrid, en su maravilloso apartamento laberíntico en una plaza tranquila del centro, junto a una librería de antigüedades espléndida. Habló, con orgullo, sorpresa y cansancio, de haber ganado el Premio Nobel. No podía imaginar, dijo, el volumen de correspondencia, las solicitudes de su tiempo, de su respaldo, de su opinión. Cuando el Nobel te honra, parecía decir, te encierra en una jaula dorada. En lugar de rendirse a ese encierro honorífico, siguió escribiendo y luchando por establecer una corriente honesta de política liberal en su país.Contra las «tentaciones de la tribu»Yo había publicado una biografía de Isaiah Berlin , un filósofo que él admiraba, y en 2015 volé a Lima para hablar en un gran evento que Mario organizó para promover el liberalismo político. Recuerdo más a los paracaidistas saltando desde los acantilados de Lima, volando en sus artilugios sobre el mar, que la propia conferencia. La flor y nata intelectual de Lima acudió a escucharlo , pendientes de cada palabra, pero tuve la sensación de que lo honraban sin ya tomar su mensaje en serio.En 2017, cuando Viktor Orbán de Hungría atacó a la Universidad Centroeuropea, la institución fundada por George Soros que yo dirigía en Budapest, pedí a Mario que volara desde Madrid para dar un discurso sobre la libertad intelectual. Vino y habló ante un auditorio abarrotado de estudiantes y profesores, diciendo que universidades como la nuestra existían para crear ciudadanos «con una cultura que no les permita ser manipulados, que no les permita ser persuadidos por los poderes establecidos de que viven en el mejor de los mundos posibles». Nuestra lucha por salvar de Orban nuestro centro de enseñanza, nos dijo, era una batalla contra «las tentaciones de la tribu», y lo que estaba en juego, concluyó, era nada menos que el futuro de la libertad europea.Revisé su discurso esta mañana — está en YouTube — y temo que el mundo se ha oscurecido desde 2017. La CEU ya no está en Budapest, sino exiliada en Viena, y los ataques a la libertad académica se han vuelto feroces, especialmente en Estados Unidos. La situación de su ideal liberal, y del mío, en la política, es desesperada. Pero puedo imaginarlo regalándome una sonrisa burlona, y puedo escuchar su voz: « Vamos, no te rindas , quienes saben usar el poder de las palabras para defender la libertad nunca deben abandonar la lucha». SOBRE EL AUTOR Michael Ignatieff es historiador, profesor de la Universidad Central Europea (CEU, VIena) y Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales

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