En la década de 1930, la prensa daba palos de ciego con respecto a la identidad del escritor que se había convertido, de la noche a la mañana, en el más vendido del panorama editorial español. No fue hasta marzo de 1932 cuando apareció citado por primera vez , con motivo de la publicación de ‘El comunismo en España’, un ensayo en el que criticaba, bajo el seudónimo de Mauricio Karl, esa corriente política que había accedido al poder en la recién instaurada Segunda República.En abril de ese mismo año, el diario ABC trataba de aportar alguna información sobre él, pero no tenía más remedio que reconocer que era imposible: «El autor se presenta en el prólogo como un alemán que ha actuado durante cinco años, en nuestro país, como agente secreto del Servicio Internacional Contra el Comunismo. En realidad, no sabemos que exista dicho organismo y, aunque existiera, dudamos de su autenticidad. Parece un disfraz del escritor para preservar su identidad. Resulta más verosímil que se trate de un periodista que ha estudiado de cerca los grupos revolucionarios comunistas o que, incluso, haya estado infiltrado en alguno de ellos, porque ofrece detalles que no pueden ser ficticios».En 1934 el tal Mauricio Karl publicó su segundo ensayo, ‘El enemigo. Marxismo. Anarquismo. Masonería’ , y un año después ‘Asesinos de España’ . Todos estos títulos tuvieron un éxito de ventas sorprendente. En ellos atacaba sin reparo a las fuerzas progresistas del país, sin que se supiera en realidad quién era su autor ni cuál era su procedencia. Noticia Relacionada «Vengar tu muerte y salvar España» estandar Si La masacre que precedió a la Guerra Civil en pleno cementerio de la Almudena Israel VianaEn octubre de 1935 ABC informaba , incluso, de que un nutrido grupo de seguidores intentaba organizarle un homenaje, pero que no tuvo ocasión de celebrarlo «porque no pudo descubrir su auténtica identidad». Pocos días antes, este diario ofrecía sin querer un dato interesante para la historia que le vamos a contar: «Su seudónimo no pertenece a ninguno de los encumbrados jefes de Policía a quienes la malicia de la gente ha señalado». Pero ¿era cierta esa afirmación?La visitaEn los mismos días en que España se devanaba los sesos para descubrir el nombre real del misterioso superventas, se producía una inesperada visita a la sede de la Dirección General de Seguridad (DGS) que, en principio, nada hacía sospechar que tuviera que ver con el mencionado autor. A la sede de la Puerta del Sol de Madrid llegaba un antiguo legionario, llamado Carmelo Ruano, para hablar con alguno de los responsables de la policía madrileña. Decía que tenía información de primera mano sobre la organización de un atentado contra Manuel Azaña en el municipio de Alcázar de San Juan, en Ciudad Real.La denuncia llegó hasta el despacho de Vicente Santiago, el máximo responsable de la Oficina de Información de la DGS, pero no la investigó hasta un año después, cuando Azaña fue elegido presidente del Gobierno y se nombró al nuevo comisario general de policía, el señor Aparicio. Nada más tomar posesión del cargo, dio la orden de que se analizaran las pistas dadas por Ruano. Poco después, parte de la denuncia se filtró a ABC, en cuyas páginas se revelaba el nombre del supuesto cerebro del atentado: Julián Carlavilla, un inspector que había adquirido en Barcelona dos fusiles y dos pistolas para asesinar al entonces presidente republicano.Visto con el tiempo, las identidades de Mauricio Karl y del cerebro del magnicidio comenzaban a conectarse, sin que nadie fuera del todo consciente en aquel momento. Otras versiones, sin embargo, se oponían a que Carlavilla fuera jefe policial y defendían que, en realidad, era un simple agente. Una tercera hipótesis aseguraba que era oficial. Según la declaración de Ruano, además, no actuaba solo, sino junto con el capitán de infantería Manuel Díaz Criado y el abogado del ejército Eduardo Pardo Reina. Ambos eran conocidos opositores de Azaña y miembros de la Unión Militar Española (UME), la asociación que años atrás se había enfrentado al presidente del Gobierno en numerosas ocasiones.De Primo de Rivera a Largo CaballeroCarlavilla se había convertido en todo un especialista de la investigación criminal en los diferentes puestos de responsabilidad que había ocupado. Cuentan, incluso, que evitó atentados anarquistas contra el dictador Miguel Primo de Rivera y los reyes de España antes de que se proclamara la Segunda República. Asimismo, que ejerció de jefe de la escolta de Largo Caballero, al que habría salvado la vida en un tiroteo. Sin embargo, se hizo famoso por su lucha incansable contra el comunismo y la masonería en España hasta el punto de que consiguió arrestar a los responsables del intento de golpe de Estado contra la dictadura ocurrido en 1929.Todos sus logros los conseguía infiltrándose en las mismas organizaciones a las que pertenecían los terroristas. Así obtenía la información que utilizaba después para sus operaciones policiales. Así recabó, también, los primeros datos sobre Manuel Azaña cuando este era presidente del Ateneo. Su inquina hacia él era tan grande que llegó a calificarle de homosexual en una época en que no era fácil vivir con ello. Su odio fue creciendo durante la dictadura de Primo de Rivera, cuando se convirtió en uno de los activos más importantes de la Sección de Investigación Comunista creada por el general Dámaso Berenguer.Un año después de la proclamación de la Segunda República, Carlavilla inició su pasión por la escritura con ‘El comunismo en España’, en el que decidió usar ya su seudónimo de Mauricio Karl. El primer libro no tardó ni un mes en convertirse en la sorpresa del mercado literario y los ejemplares se agotaron en las principales librerías de Madrid y Barcelona, mientras la prensa seguía preguntándose quién era aquel escritor, cuyas ventas no pararon de crecer hasta que, en 1935, llegó la denuncia de Ruano contra él.La huidaEl exlegionario le acusaba de estar preparando el atentado contra Azaña, de manera que, cuando el nuevo comisario general inició su investigación a comienzos de 1936, nuestro protagonista fue expulsado de la Policía y tuvo que huir a Portugal antes de ser detenido. En las calles de España la tensión era ya irrespirable, con enfrentamientos continuos entre falangistas y militantes de partidos de izquierdas que hacían temer lo peor. Solo quedaban dos meses para el comienzo de la guerra cuando ABC contó , en exclusiva, el intento de asesinato que pudo cambiar la historia de España.« En los últimos días se han producido algunas detenciones de personas supuestamente implicadas en un intento de atentado contra el actual presidente y otras personalidades políticas […]. En abril de 1935 se presentó en la DGS el confidente y exsoldado del Tercio Extranjero, Carmelo Ruano, quien manifestó que quería informar de que se estaba preparando dicho atentado. Añadió que, estando en el hotel Terminus con el capitán del Tercio Extranjero Manuel Díaz Criado, se presentó el abogado Eduardo Pardo Reina, acompañado de otro caballero cuyas señas coinciden con las del inspector Julián Carlavilla, autor de varios libros de asuntos sociales que firma como Mauricio Karl. »« Según Carlavilla, este último expuso en aquella reunión que la DGS deseaba contar con hombres de acción para preparar los atentados contra Azaña, Largo Caballero y Diego Martínez Barrio [presidente del Congreso de los Diputados y de la República en diferentes periodos]. Como resultado de aquella reunión, se encargó a Ruano que buscase hombres capaces de cometer tales atentados y se le dijo que se le entregaría 75 pesetas cada día. La entrega se efectuó durante tres o cuatro días, según dice Carmelo, pero después, Gustavo del Villar, secretario de Carlavilla, le manifestó que ya no le seguiría entregando cantidades porque no necesitaban más sus servicios […]. No se sabe por qué causas esta declaración quedó archivada y no se le dio curso. »Disparar desde un cocheABC apuntaba también que Carlavilla había reclutado a cuatro hombres con los que se reunía en la calle de la Bolsa de Madrid, esquina con Carretas, con un bigote postizo para que nadie le reconociera y pudiera preparar de incógnito el magnicidio. Entre ellos se encontraba el propio Ruano, y a todos les pagaba esas setenta y cinco pesetas diarias. Sin embargo, Carlavilla decidió expulsarlo por «no ser un tipo decidido», a pesar de que se lo habían presentado como un «ferviente anti izquierdista». Esa decisión pudo provocar la venganza por parte del exlegionario, que acudió raudo a denunciar al escritor fantasma a la DGS.Según explica la página web ‘Guerra en Madrid’, tras la expulsión «Carlavilla y Díaz Criado tuvieron que reorganizar la célula terrorista y pensaron que el ataque lo tenían que efectuar jóvenes que estuvieran realmente convencidos». ABC también informó en su momento de que el grupo se había compinchado con algunos escoltas del presidente para que «les dieran facilidades para la realización del atentado en Alcázar de San Juan», donde el político iba a celebrar un mitin. «La idea era dispararle desde un vehículo recién adquirido, justo antes de que empezara su discurso. Los dos llegaron a viajar hasta la localidad manchega para los preparativos en la plaza del Ayuntamiento. Los autores del atentado, por su parte, habían programado enviar un mensaje por telegrama a los otros miembros del comando con un lenguaje convenido: en el caso de asesinar a Azaña tendrían que telegrafiar a sus compañeros diciendo: ‘Mamá grave’», añadía el diario monárquico.Para desgracia de Carlavilla y sus secuaces, Azaña no fue a Alcázar de San Juan y el mitin se suspendió como consecuencia de las inclemencias meteorológicas. Aun así, la detención de los instigadores no se produjo hasta mayo de 1936, cuando el cerebro de la operación ya había huido meses antes a Portugal. Sus dos colaboradores más estrechos fueron arrestados, al igual que otros agentes de la policía que actuaron como cómplices. La vida de su jefe durante la Guerra Civil, sin embargo, es un auténtico misterio. Algunos medios de comunicación aseguran que participó en el intento de liberación de José Antonio Primo de Rivera antes de que este fuera fusilado en la cárcel de Alicante.Se dice también que, durante la dictadura de Franco, ejerció como policía hasta pedir una excedencia de diez años para viajar por toda Europa. Durante la Segunda Guerra Mundial visitó un campo de concentración nazi, y se retiró como comisario, muchos años después, para seguir escribiendo. En la edición del 26 de junio de 1982, en una pequeñísima reseña necrológica , ABC informaba de lo siguiente: «Ha fallecido en Madrid, a los 86 años, el escritor Mauricio Karl, especializado en temas de masonería y comunismo. Karl había sido comisario de policía y estuvo encargado en varias ocasiones de la orden de busca y captura de su propia persona. Sus libros contra la República, el comunismo y los masones alcanzaron gran difusión entre 1931 y 1937».

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