Hoy es el día

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Si para comprender del todo lo que es España hay que ir a América, para entender lo que significa el Real Madrid hay que venirse a Londres. En concreto a Regent Street, la más parisina de sus calles y la zona cero de la final en las horas previas a Wembley. Allí, bajo un cielo gris demasiado bajo y entre una multitud de camisetas negras, amarillas y blancas, me llama la atención un tipo que camina en dirección a Picadilly con una camiseta del Manchester United y el 7 de Beckham a la espalda. Es rubio, ya no tan joven y tiene toda la pinta de haber venido a pasearse entre legiones de aficionados del Madrid y del Borussia solo para dar a su equipo un espacio simbólico en la final. Se llama Nick, que confirma mis sospechas con una sonrisa. Pero a continuación me dice que él va con el Real Madrid, por supuesto. «La gente del United tenemos una conexión profunda con el Madrid porque los grandes clubes nos respetamos entre nosotros. Le pese a quien le pese, los clásicos en Inglaterra somos nosotros y el Liverpool. En Londres no hay grandes clubes y eso lo sumen a regañadientes y con muchos celos. Esa es la razón por la que Londres no va con el Madrid. Tienen comportamientos de clubes pequeños». El testimonio me parece fantástico y un tratado de madridismo condensado, que si lo pilla Florentino igual saca los sagrados óleos y lo unge ahí mismo como evangelizador en la Bretaña. Pero justo en ese momento, para mi desgracia literaria, aparece Darnell, que es del Arsenal y que para estropear la teoría me asegura que él va con el Madrid. «Mira, esto es fácil. De toda la gente que veas, los alemanes van con el Borussia y el resto con el Real Madrid. Nadie que no sea de Borussia va con el Borussia». Me pongo a pensar en ello y llego a la conclusión de que Darnell tiene razón. En el fondo esta final es un partido entre Dortmund y el resto del mundo. Y yo voy con el resto del mundo.Noticia Relacionada reportaje Si Hola, Londres: This is Madrid Calling José F. Peláez Van llegando los españoles a esta ciudad, pero lo hacen de paisano, sin camisetas ni bufandas. Es una llegada secreta, de incógnito, una llegada con sordinaPara comprobarlo empiezo a parar a gente con la camiseta del Real Madrid al azar. Me encuentro con una familia de Cartagena, con tres amigos llegados de El Salvador que van a por su cuarta final y con dos estudiantes que están de Erasmus en Varsovia, uno de ellos nacido en Mirasierra y el otro en Almería. Hablo con Arturo, que viene de México D.F. y con Cristian y Kevin de Michoacán. Estos dos últimos van con la camiseta de la selección Mexicana, llevan veinte horas de vuelo y han hecho escala en Estambul a pesar de no tener ni siquiera entrada. La cosa empieza a complicarse cuando un grupo de doce amigos de Madrid me dicen que algunos han tenido que hacer escala en Milán y otros han tenido que irse a Oviedo o a Zaragoza para coger vuelos a ciudades que tienen, a su vez, con conexiones con Londres. Pero el gordo se lo lleva Iván, que vive en Bombay y ha tenido que ir de Madrid a Málaga para coger un vuelo a Bournemouth y, desde allí, buscarse la vida para llegar a Londres. Y aparece Hamood, un chaval que acaba de llegar de Omán solo, también sin entrada y que lo único que desea es estar cerca de su equipo. «Quince sería histórico». Hay gente llegada de Miami, de Nueva York, de Bogotá. Y de Segovia, de Tres Cantos y de Getafe. Uno de los segovianos me dice que ha visto todas las finales desde la Séptima. Y todos coinciden en que esto es algo irracional. «En el fondo es una vergüenza, yo lo comprendo. Cuando fuimos a Kiev tuvimos que entrar por Bielorrusia sin visado y salir escopetados vía Yakarta. Si me pides un motivo por el que hago estas cosas, no te lo puedo dar. Es el Real Madrid, eso es todo».El terror en la caraMe acerco a varios grupos de aficionados del Borussia . Cuando les pregunto que a quién consideran favorito, me miran con esa frialdad que solo puede mostrar un tipo de Renania del Norte-Westfalia y me dicen que «el Real Madrid, evidentemente. Podemos ganar, tengo esperanzas y creo que valdrá con un gol. Pero sería un milagro. A ver, es que es el Real Madrid». Es curioso ver en directo el terror que el Madrid provoca en sus rivales. Empiezan a decirse nombres unos a otros: «Vinicius, Bellingham, Kroos… Ufff». El más alto, que es de cerca de Dortmund aunque vive en Israel, aprovecha para sacar una foto del día en el que pidió la mano a su mujer en la Plaza de Oriente de Madrid. Y otro me habla del Mercado de San Miguel. La cosa se descontrola como en una discoteca de Mallorca y todos comienzan enseñarme fotos en Tenerife, en Barcelona y en Alicante. Y fotos de sus hijos. Y de sus perros. Hasta que llega un momento en el que me empiezan a traer varias cervezas a la vez y me entran unas ganas irrefrenables de comenzar a hacer ‘balconing’, así que me despido amablemente y me voy en la otra dirección, donde una familia de Chamberí me dice que están muy nerviosos, aunque la madre no tiene entrada. «Mira, yo les espero en el pub, siempre hago lo mismo. Digo «one beer, de esta misma» y luego «another pinta» y a la tercera ya digo que me ponga «lo de siempre». Oigo olés al fondo y diviso a varios chavales con un capote, pegando verónicas ceñidísimas ya cerca de Carnaby Street. Uno de los que miran confiesa ser del Barcelona y me dice que tiene pánico. «Para el barcelonismo, Wembley es un mito sagrado, un lugar que nadie puede arrebatarnos de nuestra memoria. Una victoria del Madrid allí no es un título más: es una profanación».Camiseta gigante del Real Madrid en Regent Street EPPara los que hemos pasado mucho tiempo en estas tierras no deja de resultar impactante ver una camiseta gigante de color blanco en el corazón de Inglaterra. De alguna manera es como si hubiéramos conquistado Londres por las buenas y el mundo entero se rindiera, por fin, a la evidencia de una leyenda global que parece no tener fin. Y me pierdo por Oxford Street entre una nube de aficionados de los dos equipos, en aparente sintonía, sin incidentes y compartiendo pubs, hamburgueserías y aseos. Los burkas se mezclan con las camisetas de Camavinga, los camiones de reparto se mezclan con los rezos, las dependientas ‘cool’ con las barbas pakistaníes, las boinas españolas con los turbantes, lo trendy electrónico con los ‘take away’ de curry y, sobre todo, los solteros españoles con inglesas que salen del trabajo. Hoy es el día. Y, por si acaso ya hemos tomado Londres.

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