El Conde Rudi, cada vez que gira la esquina de cualquier calle de Marbella, se encuentra con una sonrisa de lado a lado. Su «buenísimo», se ha convertido en el mejor estandarte de una ciudad, ahora huérfana de personajes de su catadura . Sin duda, es el aristócrata más querido que pasea por las calles de un pueblo, que reconoce su linaje allá por donde va. Rudi pertenece a esa estirpe de aristócratas de antaño que imprimió el nombre a Marbella. Su llegada a Málaga un 28 de diciembre, día de los inocentes del año 1956, con su primo Alfonso de Hohenlohe que fue a recogerlo al aeropuerto con una Volkswagen, nunca lo va a olvidar, cuenta a ABC en una entrevista. « Llegaba a la tierra que me verá morir un día y donde tanto estoy disfrutando en vida ». Desde aquel día hasta ahora, ha tenido el deseo de convertirse en el protector de «la ciudad del canto sin dueño», erigiéndose en alguien cercano a un pueblo que le quiere y le respeta. te recomendamos Sale a la luz una nueva infidelidad de Chiara Ferragni a Fedez Laura G. Calleja El motivo por el que David Rodríguez, novio de Anabel Pantoja, se marchará de Gran Canaria Daniella BejaranoEsa perfecta simbiosis, entre casta de reyes y su mágica espontaneidad andaluza, le ha servido para encontrar su lugar también en el particular paraíso de la ‘beautiful people’. El conde y su esposa María Luisa de Prusia, significan a nuestro medio que: «Todo ha cambiado mucho en la Marbella de ahora, pero también en el mundo. Nada es ya como era antes, así que nosotros vivimos estos años con la tranquilidad que da la edad, y nos cuidamos todo lo que podemos arropados por nuestros hijos». En septiembre el hombre que esculpió Marbella, cumplirá 93 años: « Me levanto todos los días alegre, por ver que Dios me concede otro trocito de vida . Soy de los que quiere llegar a ser un centenario joven, tengo muchas ganas de vivir». María Luisa sonríe mientras asiente a su lado: «Tengo algún achaque que otro, propio de la edad, como la diabetes, pero mi salud es buena. Junto a mi está esta mujer que es lo mejor que me ha pasado en el mundo: mi gran amor, la princesa María Luisa, me da la vida cada día». Sus días transcurren cálidos, entre sus visitas a la iglesia del Ángel, para escuchar misa de Don Pedro, y sus paseos por los jardines de Marbella Club, donde le encanta respirar el olor de las buganvillas en flor. Él sabe que es todo un emblema en la ciudad: tiene una calle a su nombre, la cruz del mérito de Alemania, la medalla al mérito turístico y hasta una estrella en el bulevar de la fama: «Pero sobre todo cuento, creo, con el reconocimiento de mis amigos más íntimos que me han manifestado su simpatía en numerosas ocasiones. Y por supuesto el afecto de mis hijos, sin lo cual uno no podría sentirse feliz».Tabla de ejerciciosEl conde es consciente de que «mens sana in corpore sano» y para ello practica a diario, junto a su esposa, una tabla de ejercicios: «Cumplimos años, y tenemos que hacer un esfuerzo para mantenerse ágil y no dejar que el cuerpo nos domine. Y tenemos una entrenadora personal que viene por la mañana a casa y hacemos ejercicios de sillas, mi mujer y yo. Eso nos activa y la mente funciona mucho mejor, que aún tenemos mucho trabajo por hacer». Para él cada día que pasa es un regalo. Pero a sus 92 años el mejor de los premios que ha recibido, ha sido el libro que como homenaje de toda una vida le hicieron sus hijos, Sophie y Fredrechi von Schönburg: «Un hombre afortunado», donde se relata cómo el protagonista, junto con el Príncipe Alfonso de Hohenlohe , pusieron en el mapa el pueblecito de pescadores, aupándolo a lo más alto con el buque insignia de Marbella Club: el hotel de sus sueños. A partir de este momento, el libro se adentra en la vida del conde cronológicamente: una vida que él se siente muy afortunado de haber vivido, pese haber tenido que pasar por algunos momentos traumáticos durante su infancia. «Ha sido emocionante que mis hijos me hayan hecho este regalo, todavía a día de hoy, me lo siguen pidiendo muchos amigos, porque es una semblanza muy precisa de mi vida. Está puesto en las estanterías del Marbella Club, que es mi segunda casa. He tenido mucha suerte con unos hijos tan buenos como los que tengo». El libro es también el perfecto homenaje a María de Prusia , que confiesa a este medio que: «La primera vez que vi a Rudi no me gustó nada, era bajito, y nada guapo, jajá, y fíjate ya toda una vida con él». Y es que desde que la princesa llego a la vida de Rudi, todo cambio para el aristócrata: «Mi primo Alfonso se puso muy contento con nuestro matrimonio. Él estaba divorciado por entonces y que entrase en nuestras vidas para el Marbella Club, una mujer del calado de María Luisa, fue un lujo. Necesitábamos la mano de una mujer» Y el «charme» de la princesa junto a la nutrida agenda de contactos que tenía, fue un gran impulso para el proyecto de Marbella Club. « Mi mujer siempre me ha reprochado que siempre he puesto toda la atención en el hotel más que en mi familia -nos dice- Y tiene razón, he vivido mucho para el hotel». Marbella es para Rudi su segunda patria, al lado de su esposa, la princesa María Luisa de Prusia, y sus hijos Sofía y Federico. Todos han hecho la marca de la ciudad: «María Luisa me vino mandaba del cielo, conocía muchas chicas de la época, pero siempre pensaba, que un día cuando quiera casarme voy a buscarme algo que sea como lo que yo viví. Y cuando conocí a María Luisa sentí que me la había mandado del cielo mi padre. Yo ya la había conocido de niña cuando yo tenía 18 años y ella cinco. La conocí en Austria, estábamos de vacaciones y nos vimos en una casa que tenía su abuela, luego la vi también donde se casaron sus padres, hasta el día que nos encontramos en aquel aeropuerto de Mogadiscio, ahí supe que era la mujer de mi vida. Ella estaba de enfermera en Somalia, cuidaba de los hijos de mi hermano mayor Joaquín y desde que la vi ahí, supe que tenía que invitarla Marbella y que sería mi mujer». Rudi tuvo como aliada para conquistar a su princesa a Cary Lapique en la puesta de largo en Marbella. «Yo pedí a Cary que invitaron a María Luisa y a mis suegros. María Luisa se había mostrado muy reacia y decía: ¿Qué voy a hacer yo en Marbella si no conozco a nadie? Todo el mundo me decía: Rudi esta princesa tan guapa y tan simpática pareces muy enamorado de ella. Que no se te escape. Y no se me escapó». La boda en 1971 con la princesa María Luisa de Prusia, bisnieta del emperador Guillermo II y prima de la Reina Sofía fue todo un hito. María Luisa fue un lujo para Marbella Club «Necesitábamos la mano de una mujer» Y el «charme» de la princesa junto a la nutrida agenda de contactos que tenía, fue un gran impulso para el proyecto. Y desde entonces hasta ahora no se ha vuelto a separar de este terruño sagrado para él: «Ahora María Luisa y yo disfrutamos de lo que construimos y me agrada sobremanera llegar a Marbella y que los trabajadores me digan cosas tan bonitas». El nombre de Rudolf Schönburg está unido sin remedio a la historia del «Marbella Club, donde recalaron desde Henry Ford, Edward Kennedy; Audrey Hepburn; la Ava Gardner de la época de Luis Miguel Dominguín; Kim Novak; James Stewart; Gina Lollobrigida. Y de todo ese «charme» se han contagiado sus hijos. Frederick de hecho quería ser actor, «lo hablé un día con Sean Connery y me convencí de que quería actuar en las películas». Pero al final destronó la idea, y ha seguido los pasos de su padre. Ahora es CEO del Hotel Villamagna: «Hace unos meses que no viene por aquí del trabajo que tiene. Ha llegado a todo y es mucho más grande que yo. Estoy orgulloso de mi hijo, que a los 35 años es director general más joven de un hotel de gran lujo». Rudi tiene ahora tres nietos que le llenan el alma: «Me dan unas palizas bestiales jugando al rummy». Con el paso de los años los Von Schönburg, se ha convertido en todo unos abuelazos, que les cuentan a sus nietos como un día un conde y una princesa llegaron a Marbella y se inventaron las «burradas»: «Eran famosas esas subidas que les hacíamos a los turistas que venían a la pineda de Marbella Club en burritos». Su hija Sophie es ahijada de la reina doña Sofía, siempre muy allegada a su prima María Luisa y cuando se enteró de que había nacido la niña, se ofreció a ser la madrina: «Siempre han estado muy unidas las dos -precisa el conde Rudi- ¡cuánto has esperado María Luisa hasta la llegada de Shopie! ¿Puedo ser la madrina de tu hija? Y así mismo se ofreció».

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