No pudo estar mejor El Cid . El toro de Ana Romero llevaba escondida su bravura, que el sevillano descubrió con poder, temple y torería. Parar, templar y mandar, El Cid en estado puro, pleno de un aroma añejo que inundó los tendidos de la Misericordia . Pocos vieron virtudes en las miradas que Marinero, el cuarto de la tarde, desarrolló en los primeros tercios. Cumplió ante el caballo, es la verdad, pero cuando El Cid se fue a los medios a brindar la faena al público, había más dudas que certezas sobre lo que podía ocurrir. Firme la planta y muleta a la izquierda, lo ve claro y apuesta, y al toro, que se entrega al mando. Los naturales surgen ligados, cada vez más largos con la muleta abajo y el temple como bandera. Por el pitón derecho le tuvo que consentir mucho hasta que al tercer muletazo lo tenía ya entregado. La faena rompió sobre la base del buen toreo. Hubo comunión con el público y abandono en un final rutilante y de sensibilidad extrema. El mejor Cid en su vuelta a Zaragoza, la plaza que lo despidió en el Pilar de 2019 con una puerta grande. La media estocada de la que el toro tardó en caer frenó la que se ganó con la franela. Una oreja, fuerte petición de la segunda denegada y dos vueltas al ruedo por aclamación.Noticia Relacionada Feria de San Jorge estandar Si Grave cornada de tres trayectorias de Cristiano Torres en Zaragoza Ángel González Abad La extensa herida tiene tres trayectorias de siete, doce y dieciocho centímetrosCon el primero lo intentó sin opciones, y es que la corrida de Ana Romero, remendada con un zambombo de Cuvillo, el segundo, resultó demasiado desigual de formas y fondo. De los 480 kilos del tercero a los más de seiscientos del último. De la entrega encastada del cuarto a la mansedumbre infumable del sexto. Una escalera.San Jorge Plaza de la Misericordia. Martes 23 de abril de 2024. Última de la Feria de San Jorge. Media entrada. Toros de Ana Romero y uno, el segundo, de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación y juego. Destacó el encastado y buen cuarto, y la mansedumbre del sexto. El Cid, de tabaco y oro. Dos pinchazos y estocada corta. Aviso (silencio). En el cuarto, media estocada (oreja con petición de la segunda y dos vueltas al ruedo). Borja Jiménez, de azul y oro. Pinchazo y estocada. Aviso (silencio). En el quinto, estocada (ovación). Clemente, de azul y oro. Estocada y descabello (vuelta). En el sexto, un sinfín de pinchazos, tres avisos.Así, Borja Jiménez insistió con tesón, esfuerzo y escasos resultados, mientras que el francés Clemente anduvo sin ajuste e intermitente con el tercero, que se dejó, y pasó un quinario, impotente, con el manso que cerró plaza, que se hizo el dueño y señor del ruedo. Perdió los papeles con la espada, tras más de veinte pinchazos, suena un aviso, otro y el torero se rinde y abandona el ruedo, cuando aún no había sonado el tercero. Un hecho insólito, que los espectadores, sorprendentemente, aplaudieron. Cosas del toreo moderno, que lejos de aquella Misericordia temida por su dureza y exigencia.
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