Alma de párroco

Home People Alma de párroco
Alma de párroco

EL primer Papa jesuita y argentino resultó más argentino que jesuita. Su experiencia en el Cono Sur le dejó una impronta de sensibilidad social lejana de la profundidad intelectual de los teólogos de la Compañía, a la que le vinculaba, eso sí, la vocación misionera germinada hace siglos en la América Latina. Bajo los hábitos pontificios habitaba un párroco barrial acostumbrado a la prédica de cercanía y forjado como eclesiástico en un ambiente de hegemonía política populista. Cuando fue elegido renunció a habitar el Palacio Apostólico y se trasladó a la vecina Casa de Santa Marta, cuya austeridad decorativa acompasaba mejor con su estilo de vida. El mismo que quiso imprimir a una Iglesia que se le antojaba demasiado acomodaticia, distante de las gentes sencillas, aquejada de un déficit de confianza y de empatía.Salió del Cónclave con el mandato implícito de poner orden en una Curia que había atormentado a su antecesor hasta el punto de empujarlo al retiro. Ratzinger era consciente de que tras él convenía un rumbo distinto, alguien que tomara decisiones disruptivas, y Bergoglio lo hizo, o trató de hacerlo con éxito relativo. Le dio un vuelco a la jerarquía sacudiendo el tradicional eurocentrismo en los nombramientos de cardenales y obispos, pidió perdón por la pederastia sin remilgos, redujo la influencia en el Vaticano de los movimientos seglares e introdujo al clero progresista en el núcleo de su equipo. Pero quizá midió mal los cambios de ritmo al dejar que sus mensajes doctrinales quedasen opacados por polémicos pronunciamientos sociopolíticos.La vida del Papa Francisco, en imágenesEn ese sentido, su formación en una atmósfera anticapitalista le generó dificultades para entender las dinámicas posindustriales modernas. Gestos como el respaldo a los inmigrantes, fruto de una bondad espontánea y una compasión sincera, o la deferencia con líderes de izquierda (algunos de ellos dictadores), provocaron en los católicos conservadores una fractura interna: el deber de obediencia frente al impulso de rechazo a «un Papa de izquierdas». Los episcopados estadounidense y alemán coquetearon con el cisma desde posiciones radicalmente opuestas. La juventud, sin embargo, encontró en Francisco una referencia integradora, de ideales generosos y mente abierta, plasmada en la ya célebre declaración —«¡¡cabemos todos!!»— del viaje lisboeta.El liderazgo carismático de los primeros años había empezado a dar paso a un cierto aire derrotado, entre la melancolía, el cansancio y tal vez, como Benedicto y antes Pablo VI, una amarga sensación de fracaso. O simplemente acusaba el enorme peso de la soledad espiritual y moral del solio romano. Deja abierta la incógnita de una sucesión sin favoritos claros pero con numerosos partidarios de un nuevo volantazo. Y un orden mundial menos solidario y más deshumanizado que intentó dignificar con la fe, la esperanza y la caridad de un buen samaritano.

Leave a Reply

Your email address will not be published.