En diciembre de 2022, ABC entrevistó en exclusiva al Papa Francisco . El director de ABC, Julián Quirós, y el corresponsal del periódico en el Vaticano, Javier Martínez-Brocal, conversaron con el Santo Padre en Casa Santa Marta, la que ha sido su residencia privada durante estos casi doce años al frente de la Iglesia Católica, junto a la basílica de San Pedro y símbolo de la humildad que ha identificado su Pontificado.En aquella entrevista, el Papa reveló en primicia que había preparado su renuncia en caso de impedimento físico : «Ya la he firmado. Era Tarcisio Bertone el secretario de Estado. Yo la firmé y le dije: ‘En caso de impedimento por cuestiones médicas o qué sé yo, acá está mi renuncia. Ya la tienen’. No sé a quién se la habrá dado el cardenal Bertone», explicó.La vida del Papa, en imágenesEn aquella larga conversación, Francisco respondió a todas las preguntas sin torcer el gesto, ni consultar sus notas, ni pedir aclaraciones. Se expresaba con las manos, con la mirada y con la libertad. Habló de su antecesor, Benedicto XVI , que fallecería tan solo dos semanas después: «Lo visito con frecuencia y salgo edificado de su mirada transparente. Me admira su inteligencia, es un grande», decía. Lo calificaba como «un santo, un hombre de alta vida espiritual».— ¿Cómo aprendió a ser Papa?— No sé si aprendí o no aprendí a ser Papa… La Historia te agarra adonde estás.— ¿Qué es lo que más le cuesta de ser Papa?— No poder callejear, no poder salir a la calle. En Buenos Aires yo era muy libre. Usaba los medios públicos, me gustaba ver cómo se movía la gente.— Pero sigue viendo a muchas personas…— A mí el contacto con la gente me recarga, por eso no suprimí ninguna audiencia de los miércoles. Pero echo de menos salir a la calle porque ahora el contacto es funcional. Van ‘a ver al Papa’, esa función. Cuando me veían por la calle, no sabían ni que era el cardenal.— Por cierto que aquí en Santa Marta recibe a personas de todo tipo. Algunos parece que se aprovechan y dicen que son amigos del Papa por sus propios intereses.— Hace seis o siete años vino a Misa un candidato argentino. Hicieron una foto a la salida de la sacristía y le dije: «Por favor, no la use políticamente». «Quédese tranquilo», me respondió. A la semana estaba Buenos Aires empapelada con esa foto, trucada para que pareciera que había sido una audiencia personal. Sí, a veces me usan. Pero nosotros usamos a Dios muchas más, así que calladito y adelante.— Debe de ser duro también que se calibre cada palabra que usted pronuncia.— A veces lo hacen desde una hermenéutica anterior a lo que dije, para llevarme adonde quieren. «El Papa dijo esto»… Sí, pero lo dije en un contexto. Si lo sacas de contexto es otra cosa.— Ningún Papa ha hecho ruedas de prensa o entrevistas hablando con tanta libertad.— Los tiempos cambian.— Imagino que por su mesa pasan cuestiones de todo tipo, que le obligan a tomar decisiones muy variadas. ¿Qué consejo dejaría a sus sucesores?— Les diría que no hagan los errores que yo hice, punto y nada más.— ¿Hay muchos errores?— Sí que los hay, sí.— Llama la atención que ha elegido nuevos cardenales de procedencias muy diferentes, que se conocen poco entre ellos. ¿No cree que esto dificultará el trabajo de futuros cónclaves?— ¡Claro! Sí, desde el punto de vista humano. Pero ahí el que trabaja es el Espíritu Santo. Hubo alguien, no sé quién, que propuso que la elección del nuevo Papa se hiciera solamente con los cardenales que viven en Roma. ¿Es eso la universalidad de la Iglesia?Los retos de la Iglesia— Santo Padre, usted suele hablar con frecuencia a quienes están lejos de la Iglesia. ¿No le preocupa que quienes están más cerca se puedan sentir descuidados?— Si son buenos, no se sienten descuidados. Si tienen algo medio escondido, que ni ellos lo saben, son como ese hijo mayor de la parábola del hijo pródigo: «Te sirvo desde hace tantos años, y ahora cuidas de aquel, y a mí no me das bolilla». Es un pecado feo, de ambición escondida, de querer figurar, ser tenido en cuenta (así se podría interpretar)… Es un poco vivir la pertenencia a la Iglesia como lugar de promoción.— Ese dualismo entre los alejados y los cercanos también se puede clasificar como las miradas progresistas y esencialistas. Una crítica que se le hace es que ha puesto mucho acento en los desfavorecidos, por así decirlo, mientras los sectores más tradicionales sienten cierta incomprensión. ¿Le afecta de alguna manera que ciertas corrientes históricamente más próximas a la Iglesia crean que no se presta la misma atención a las cuestiones de la doctrina?— La atención se mantiene igual. A veces hay posturas de una fe inmadura, que no se sienten seguras y se atan a una cosa, se aferran a lo que se hizo antes. El problema no es la tradición. La tradición es la fuente de inspiración. La tradición son nuestras raíces que te hacen crecer y van andando y creciendo y te hacen crecer en vertical. El problema es andar hacia atrás.— ¿En qué sentido?— En italiano lo llamo ‘indietrismo’: «No, mejor estar como se hacía antes», «es más seguro», «no arriesgues». Ese marchar hacia atrás. Y la Carta a los Hebreos dice: «Nosotros no somos gente que va hacia atrás, sino hacia adelante». El pecado de ir hacia atrás por seguridad. Y creo que eso pasa en la Iglesia.— Por temor al presente o al futuro…— Al futuro. Decía un músico que la tradición es la garantía del futuro. Y otro, que la tradición es la fe viva de los muertos; pero el tradicionalismo es la fe muerta de los vivos. La tradición te debe tirar para arriba, te hace crecer.— Ortega y Gasset escribió que le gustaba el pasado precisamente porque es pasado y el problema lo tienen aquellos que quieren convertir el pasado en presente.— El pasado te inspira el presente. Lo que quiero decir es que no funciona el intento de envasarlo todo. La fe se desarrolla, crece, y la moral crece, pero naturalmente no de cualquier sentido. Vicente de Lerins decía que ese desarrollo tiene que ser ‘ut annis consolidetur, dilatetur tempore, sublimetur aetate’. O sea, de tal manera que creciendo se consolide, se haga más amplia con el tiempo y mucho más fina con los años.— Cuando usted era cardenal dijo: «Trato de ser fiel a la Iglesia, pero siempre abierto al diálogo».— Sin horizonte no puedes vivir. Debes tener las raíces de la fe bien arraigadas, pero con horizonte para crecer. Si no, no habría libertad, no habría libertad cristiana.— Benedicto XVI empezó a reunirse con víctimas de abusos y usted ha continuado. Imagino que es lo más difícil de su tarea.— Es muy doloroso, muy doloroso. Son personas destruidas por quien tenía que haberlas ayudado a madurar y a crecer. Eso es muy duro. Aunque hubiera un solo caso, es monstruoso que la persona que te tiene que llevar a Dios te destruya en el camino. Y sobre esto no hay negociación posible.— ¿Cree que la sociedad percibirá que la Iglesia, finalmente, está actuando con total decisión para cortar y perseguir los casos de abusos? ¿Cree que la Iglesia será ‘perdonada’?— El hecho de estar caminando en esto es un buen camino. Ahora, no depende sólo de nosotros que se logre o no se logre el perdón. Pero hay una cosa que quiero decir. Hay que interpretar los problemas con la hermenéutica de su época. Como hacemos con la esclavitud. En aquella época discutían sobre si los esclavos tenían alma o no tenían alma. Es injusto juzgar una situación antigua con la hermenéutica de hoy. La hermenéutica de antes era esconder todo, como por desgracia ahora se hace en algunos sectores de la sociedad, como las familias y los barrios.— ¿Tiene alguna explicación para los encubrimientos de otras épocas?— Es un progreso de la humanidad que se va haciendo cargo cada vez más de cuestiones morales que no tienen que subsistir así. Tomar cada vez más conciencia. Y esa fue la valentía de Benedicto. Según estadísticas, entre el 42 y el 46% de los abusos se producen en ámbito familiar o barrial, y se tapan. Nosotros hacíamos lo mismo hasta que saltaron los escándalos en Boston en torno a 2002. ¿Por qué? Mi explicación es esta: no hay fuerza suficiente para encararlos. Ojo, comprendo que no sepan cómo encararlos, pero no los justifico. Primero la Iglesia los tapaba, luego tuvo la gracia de ampliar la mirada y de decir «no», hasta las últimas consecuencias.— ¿No se siente frustrado cuando ve que se avanza despacio en esta batalla?—Veo que lamentablemente es un mal muy grande, y que ‘a poquito’ lo estamos afrontando… Estamos dando estos pasos gracias a Dios. Pero hay un punto de los abusos que para mí sigue siendo un misterio.— ¿Cuál?— La vídeo-pornografía con menores, que se produce en vivo. ¿Dónde se produce? ¿En qué país? No se sabe. ¿Quién tapa todo eso? Allí habría que llamar la atención a los responsables de la sociedad. ¿Con qué cobertura siguen actuando los grupos que filman pornografía infantil? Es un grito de auxilio.— ¿Qué dice usted a quienes ven tambalearse su fe cuando salen a la luz nuevos casos?— Es positivo que te escandalices de esto. Eso te lleva a actuar para evitarlo, a poner tu aporte. No me asusta. Si la fe se tambalea es porque está viva. Si no, no sentirías nada.Su relación con EspañaEl Papa Francisco nunca llegó a visitar España durante su pontificado. Así, prefirió centrarse en estados pequeños en Europa u otros países con minorías católicas a los que, en muchas ocasiones, ningún Papa había viajado. Así lo explicaba él mismo entonces:— Empezamos a considerar que ya es casi imposible un viaje de Francisco a España.— Mi opción fue primero visitar los países chicos de Europa. No he ido a ningún país grande en Europa. Estuve en Estrasburgo, pero no por Francia, sino para visitar las instituciones de la Unión Europea. Quizá el año que viene vaya a Marsella para el Encuentro del Mediterráneo, pero no por Francia.— ¿Y un viaje a Melilla?— No se me ocurrió todavía.— Hizo unas declaraciones sobre España que crearon mucha confusión y malinterpretaciones, cuando dijo que vendría «cuando hubiera paz y se pusieran de acuerdo», coincidiendo con la amenaza secesionista en Cataluña. ¿A quién se refería? ¿A los españoles, a sus políticos o a la propia Iglesia española?— Creo que fue una salida espontánea, una respuesta informal en un pasillo del avión. No me acuerdo… pero me referiría a todos. También a la Iglesia española, que es española y es España.— ¿Hasta qué punto está satisfecho con la Iglesia española en lo referente a seguir las grandes líneas de su pontificado?— Son buenos obispos, son pastores, y si hay algún ‘buey corneta’, bueno, siempre hay alguno en cualquier familia. Pero yo estoy conforme, puedo hablar claro con ellos.— Pero, ¿cree que el impulso es suficiente?— Pienso que sí, en general. El otro día vinieron los seminaristas de Cataluña y vi hombres normales, con inquietudes serias. No eran tontitos. Con estos seminaristas la cosa va bien. España está yendo adelante. Hay problemas, como en todos lados, hubo que pedir a algún obispo que se fuera, pero eso pasa en todos los países. El señor presidente del episcopado [el cardenal Juan José Omella], merece todo el respeto, es un señor.— Por cierto, ya que menciona Cataluña, ¿cuál debe ser el papel de la Iglesia en ese asunto?— España no es el único caso en el mundo. Cada país tiene que buscar su camino histórico para resolver estos problemas. No hay una única solución. Algunas zonas han obtenido estatutos preferenciales como modo para resolver estos problemas y en otras se hicieron divisiones, y surgió un país nuevo. Ahora, ¿este es el tiempo de la solución definitiva para Cataluña? No lo sé. Eso ustedes lo tienen que decir. Hace un par de años vimos el coraje de dos primeros ministros para solucionar el problema en Macedonia, Macedonia del Norte. En Italia tenemos una zona al norte, el Alto Adigio, con un estatuto propio, se habla alemán e italiano…. Los ingleses resolvieron ‘a la inglesa’ las solicitudes de Escocia.MÁS INFORMACIÓN noticia Si Perfil El Pontífice que quiso reformar la Iglesia noticia Si Alma de párroco noticia Si Un Papa del fin de un mundo noticia No La vida del Papa Francisco, en imágenes— Cataluña ya goza de una amplísima autonomía legal y el problema es que una parte importantísima de la población rechaza el movimiento secesionista.— Pero no es un problema original. Eso sucedió a lo largo de la historia y en la historia contemporánea, y muchas veces en otros países lo han resuelto totalmente o parcialmente. Quizás se tarden años o décadas en resolverlo. Pero busquen la manera de resolverlo.— ¿La Iglesia debe jugar un papel o debe abstraerse en Cataluña?— La Iglesia tiene que estar encarnada. Si no está encarnada no va bien, tiene que acompañar a su pueblo. Lo que no puede la Iglesia es hacer propaganda por un lado o por otro sino acompañar al pueblo para que encuentre una solución definitiva.— Eso ha creado conflictos alguna vez con sacerdotes animando el independentismo. Incluso en el País Vasco en otro tiempo algunos curas dieron cobertura al terrorismo.— Lamentablemente cuando la identidad sacerdotal se despista un poquitito se te va a la política. Cuando el cura se mete en política, no va bien… Tú eres un pastor. Tienes que ayudar a la gente a que hagas buenas opciones. Acompañar. Pero no ponerse a político. Si quieres hacer política, deja el sacerdocio y métete a político.— ¿De qué modo pueden colaborar mejor España y América Latina en esta fase de la historia?— No sabría el modo, pero sí que cuando se trata de colaboración con Europa, en primer lugar está España, ciertamente. Para América Latina, España sigue siendo la Madre Patria. No es lo mismo la inmigración italiana o yugoslava que la migración española. Los españoles llegan a América taconeando en el buen sentido. Eso hay que recuperarlo siempre.— En España duele la reinterpretación negativa de la historia del Descubrimiento de América.— La hermenéutica, para interpretar un hecho histórico, tiene que ser la de su época, no la actual. Evidentemente que ahí se mató gente, evidentemente que hubo explotación, pero también los indios se mataron entre ellos. El ambiente de guerra no lo exportaron los españoles. Y la conquista fue de todos. Yo distingo colonización de conquista. A mí no me gusta decir que España conquistó. Discutible, todo lo que vos quieras, pero colonizó. Si uno lee las directivas de los reyes españoles de la época sobre cómo debían actuar sus representantes, ningún rey de ningún otro país hizo tanto. España se metió en el territorio. España entró en el territorio, otros países imperiales se quedaron en la costa. España no pirateó. Eso hay que tenerlo en cuenta. Y detrás de esto hay una mística. España sigue siendo la Madre Patria, algo que no todos los países pueden decir.— ¿Qué pueden hacer juntos España y América Latina para evitar los populismos y la polarización?— Hay que distinguir populismos de popularismos. Populismo es cuando una idea agrupa a un pueblo y te lo sistematiza bajo una sola idea. Lo hizo Hitler. Los populismos son dictatoriales. El fascismo y el nazismo son populismos que nacen y terminan mal.— ¿Y el popularismo?— El popularismo es el gobierno popular de todos. Es cuando el pueblo se expresa con sus valores mejores, históricos, folclóricos. No es que los camioneros tomen el poder, sino que los valores del pueblo estén presentes. Lo mejor que tiene el pueblo es su historia y su política. En cambio, el populismo mete una idea y te reagrupa al pueblo bajo esa idea… Los populismos tienden a limpiezas étnicas de algún sector. Son selectivos.— ¿Significa eso que los popularismos son buenos?— También el popularismo te puede llevar a dirigentes ‘chantapufi’ que aprovechan la ocasión y engañan al pueblo. Hay un libro de un redactor del periódico comunista ‘La Unità’. Se titula ‘Síndrome 1933′ y cuenta cómo después de la caída de la República de Weimar en 1932 empieza un proceso en busca de líderes. Y en eso, Von Papen presenta a un chico joven, Adolfito, que comienza a tomar poder. Y va haciendo ver qué pasos da para consolidarse en esa idea populista. Sirve como aviso para la Europa actual: «Cuidado con esto»…— ¿Qué le diría a quienes se extrañan de que sea cordial con referentes importantes de la izquierda?— Yo soy cordial con todos porque todos son hijos de Dios. Si yo a priori empiezo a seleccionar gente, voy listo. Soy pastor de todos.— Sabrá que en España uno de los clichés históricos de cierta izquierda ha sido el anticlericalismo, recurrente por ejemplo a la hora de reclamar una revisión del concordato.— La palabra anticlericalismo se usa ambiguamente y la quiero precisar. El clericalismo es una deformación, una enfermedad grave, un pecado más que un defecto: ya no sos el pastor, sos el Estado clerical. En ese aspecto, ser anticlerical es un honor. Pero comprendo que, por anticlericalismo, se refiere al rechazo de todo lo que sea de alguna manera religión.— Así es.— Cuando leo algunos sucesos de la Guerra Civil española, no era simple anticlericalismo. ¿Qué culpa podrían tener esas pobres monjitas a las que despedazan y torturan? Esos hechos históricos reflejaron que hubo odio a la fe, a lo cristiano. Pero no olvidemos que en todo conflicto hay excesos por las dos partes. Por desgracia, de la otra parte no les tiraban agua bendita.— Los españoles, en la Transición, hicieron un gran esfuerzo de reconciliación, que no de olvido, para superar los terribles errores del pasado. Cuarenta años después, muchos nietos de aquellos españoles parecen decididos a reabrir las heridas.— Lo digo con prudencia, pero es toda una historia de la cual da la impresión de que España todavía no se repuso. Porque a cada rato sale de nuevo. En esa época de superación, hubo un presidente muy valioso, Adolfo Suárez, que ayudó en la Transición. Esa época la seguí yo y me pareció buena. Lamento que ahora se desempolve eso. En cualquier caso, yo recibo a la gente de la derecha, de la izquierda. Si vienen aquí, yo les recibo. No le cierro la puerta a nadie.— ¿Recibe muchas visitas?— Aquí he recibido a comunistas, socialistas, católicos practicantes, del partido de centro, democráticos… Y cuando vino el jefe de gobierno de España con su gabinete, para no dar pie a interpretaciones malas, el saludo que les hice lo hice en directo para toda España. Que vieran en directo cómo lo saludaba.’Evangelii gaudium’, el legado del Papa Francisco: «Me salió del corazón»— ¿Qué documento de estos 10 años le gustaría dejar como legado?— El primero que hice, ‘Evangelii gaudium’, pues me salió del corazón. No es original, es un plagio de ‘Evangelii nuntiandi’ de Pablo VI, que todavía tiene vigencia, y el ‘Documento de Aparecida’ del Episcopado Latinoamericano.— ¿Se está aplicando?— Una de las cosas que me sigue inquietando es cómo se da la homilía en las parroquias, pues la mayoría de las veces se transforma en largas y teóricas clases de Filosofía y Teología. Estamos muy retrasados en cumplir lo que el Señor quiere en las homilías. Es una cuenta pendiente que tenemos con nuestros fieles.— ¿Usted ha cambiado la cultura católica, el modo de ser católico?— Nunca se me había ocurrido eso. Creo que un buen católico, sobre todo si pertenece a un movimiento o a un grupo, cambia la cultura siempre. Porque aporta esperanza y camino. Y entonces, la cultura crece.— Su apuesta para esta fase del pontificado es el ‘Sínodo sobre la sinodalidad’, que no es fácil de explicar.— La idea es mostrar: «Un sínodo es esto». Un sínodo no es una encuesta de opinión, no es una ‘interview’ a la gente, no es un parlamento. El protagonista es el Espíritu Santo, y si Él no está, no hay sínodo.— Los últimos sínodos han estado rodeados de polémicas. [Cabe recordar que esta entrevista es de diciembre de 2022, por lo tanto previa al último sínodo, la XVI Asamblea General Ordinaria, bajo el tema ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’, celebrada entre octubre de 2023 y octubre de 2024].— En los dos últimos había un ambiente creado por los medios de comunicación. Decían que el primero, sobre la familia, era para dar la comunión a los divorciados. En realidad, era una cosa mucho más grande que incluía la posibilidad de la pastoral con los divorciados en un sentido amplio. Y el sínodo de la Amazonia, decían que era sobre si se iban a ordenar hombres casados. El Espíritu Santo llevó las cosas por otro camino.— ¿En qué sentido?— El Espíritu Santo actúa en dos tiempos. Primero te arma lío, te remueve las cosas, y después te hace la armonía. Alguien que quiere hacer la armonía sin abrirse a los carismas, no es del Espíritu. Alguien que busca solamente la diferencia sin la armonía, no es del Espíritu. Armonía no es lo mayoría o la minoría de los votos.— ¿Está tranquilo con la Iglesia católica en Alemania?— No me quita la paz. Yo les escribí una carta clara. La escribí solo. Un mes me llevó. Fue una carta como diciendo «reflexionen, hermanos».— Algunas voces en América Central piden al Vaticano más contundencia contra regímenes totalitarios como Ortega en Nicaragua o Maduro en Venezuela. ¿Por qué el Vaticano es tan prudente?— La Santa Sede siempre trata de salvar los pueblos. Y su arma es diálogo y diplomacia. La Santa Sede nunca se va. La echan. Siempre trata de salvar las relaciones diplomáticas y salvar lo que se pueda salvar con la paciencia y el diálogo.Política internacional: de Lula a UcraniaEn la entrevista, realizada a finales de 2022, el Papa Francisco pedía «un poco de paz» como regalo de Navidad. «¡Cuántas guerras hay en el mundo! La de Ucrania nos toca más de cerca, pero pensemos también en Myanmar, Yemen, en Siria, donde llevan trece años luchando…», decía.— ¿Qué le parece el caso de Lula, nuevo presidente de Brasil después de estar procesado y encarcelado?— Es un caso paradigmático. El proceso de juicio empezó con noticias falsas en medios de comunicación que crearon un ambiente que favoreció que fuera juzgado. El problema de las ‘fake news’ sobre dirigentes político-sociales es muy serio. Pueden destruir a una persona.— Pero Lula fue condenado por corrupción pasiva y estuvo 580 días encarcelado y no pudo presentarse a las elecciones de 2018. En 2021, la Corte Suprema anuló las sentencias porque quien le juzgó no tenía competencia.— No sé bien cómo terminó la cosa. No da la impresión de que hubiera sido un proceso de nivel. Y en eso, cuidado con los que arman el ambiente para un proceso, sea el que sea. Te lo arman a través de los medios de comunicación de tal manera que van incidiendo sobre los que tienen que tomar el juicio y decidir. Un juicio tiene que ser lo más limpio posible, con tribunales de primera categoría, que no tengan ningún interés, más que el salvar la limpieza de la justicia. Este caso de Brasil es histórico, no me meto en política. Cuento lo que pasó.— Se ha pronunciado más de cien veces contra la guerra en Ucrania.— Hacemos lo que podemos. No hacen caso. Lo que pasa en Ucrania es de terror. Hay una crueldad enorme. Esto sí que es gravísimo. Y es lo que continuamente denuncio.— Usted intenta tener un papel de mediador, pero en ambos bandos hay quien critica lo que usted dice.— Aquí recibo a todos. Ahora Volodímir Zelenski me envía por tercera vez a uno de sus asesores religiosos. Estoy en contacto, recibo, ayudo…— ¿Confía en un final a corto plazo?— No veo un final a corto plazo porque es una guerra mundial. No olvidemos esto. Ahí ya hay varias manos metidas en la guerra. Es mundial. Yo creo que una guerra se hace cuando un imperio empieza a debilitarse. Y cuando hay armas para usar, vender y probar. Hay muchos intereses.Su reforma del Opus DeiEsta conversación tuvo lugar meses después de que el Papa Francisco reformase el Opus Dei y estableciese que el prelado no fuese obispo para acentuar su carácter carismático. Así, establecía que las prelaturas personales pasaban de depender de la Congregación de Obispos al Dicasterio para el Clero.— ¿Cómo podemos interpretar los cambios que usted ha solicitado al Opus Dei?— No es una cuestión sólo del Opus Dei, sino de las prelaturas personales. En el esquema de la Curia, el Opus Dei dependía de la Congregación de Obispos, pero en el Código de Derecho Canónico las prelaturas se encuadran de otro modo, y había que unificar el criterio. Se estudió la cosa y se dijo, «que vaya la prelatura a la Congregación del Clero». Lo hice dialogando con ellos. Además, soy amigo desde la Argentina de Mariano Fazio (vicario general del Opus Dei). Ha sido una cosa serena y normal hecha por canonistas, trabajaron incluso canonistas del Opus en el proceso.— Tuvo mucho eco la decisión.— Algunos por una parte decían «¡Por fin el Papa les dio a los del Opus…!» ¡No les di nada! Y otros, de otra parte, decían «¡Ah, el Papa nos invade!». Nada de eso. La medida es una reubicación que había que resolver. No es correcto agigantar la cosa, ni para hacerlos víctimas, ni para hacerlos reos que recibieron castigos. Por favor. Soy muy amigo del Opus Dei, los quiero mucho y trabajan bien en la Iglesia. El bien que hacen es muy grande.— Usted ha ordenado una investigación de los seminarios en España. ¿Qué la ha ocasionado?— No es una investigación. Es una visita normal que realiza la Congregación del Clero para ver cómo hacen las cosas, con ánimo de ayudar siempre, no de inspeccionar para jorobar. No es el único país donde se ha hecho. Probablemente se hace por el pedido de algunos obispos, no sé. La realizan dos uruguayos que valen oro, de lo mejorcito de América Latina.— ¿Qué van a revisar?— La cuestión es cómo tiene que ser la estructura de un seminario. Por ejemplo, si son tres chicos, eso no es un seminario. Un seminario tiene que tener un número mínimo y un número máximo de seminaristas… Tienen que tener una disciplina, etc.

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