Álvaro Pombo (Santander, 1939) apareció en Alcalá de Henares para recoger el Cervantes y hablar de la fragilidad del escritor : lo confirmó sus palabras y su cuerpo, legendariamente maltrecho. Había dudas de si iba a estar en su propia fiesta, pero las despejó a primera hora de la mañana: «Está como un reloj suizo», nos decía su acompañante. Y así llegó, puntualísimo, arropado entre los suyos, y citó a Sancho Panza muy al principio: «La mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía». ¿No es una gran presentación? Era difícil no pensar en sus viejos personajes, decadentes y encantadores, aislados en su leyenda o su nostalgia: Horacio, el octogenario aún guapo de ‘Retrato del vizconde en invierno’; Román, el profesor jubilado de ‘El temblor del héroe’ que añora a sus alumnos; o incluso su propio abuelo, Cayo, al que retrató en ‘Santander, 1936’… Fue una ceremonia inusual, con el país aún de luto por el Papa Francisco . No hubo pompa militar en la entrada del Paraninfo de Alcalá de Henares. No estuvo Pedro Sánchez, que tenía una reunión telemática con el presidente de Brasil, Lula da Silva, el secretario general de la ONU, António Guterres y otros líderes internacionales. Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, tenía una cita con él mismo en Sant Jordi: le tocaba firmar… Los Reyes, claro, no faltaron. Tampoco el ministro de Cultura. Ni Ayuso. Todos iban de negro porque se había muerto el hombre que iba de blanco. Las banderas estaban a media asta. También hubo recuerdos para Vargas Llosa , del Rey y de Urtasun. Se han muerto dos mitos muy seguidos y los periódicos han vuelto a ser gruesos por unos días. Noticia Relacionada Discurso íntegro del premio Cervantes estandar No Álvaro Pombo: «Nos hemos convertido entre influencers y mercachifles» ABC Su discurso, que leyó su amigo Mario Crespo, versó sobre la fragilidad: «Hoy sigue siendo, quizá más que nunca, el gran tema: la fragilidad ante la enfermedad, ante la soledad, ante la injusticia, ante la inseguridad, ante la falta de convicciones, ante las causas perdidas»Pombo llegó al Paraninfo en silla de ruedas , con su gorro, que parece ya eviterno («tiene mucho tiempo ya»), y ese rostro aguileño que le han dado los años. Se le veía débil y sonriente, débil y feliz , débil y cansado. Le encargó a su buen amigo Mario Crespo que leyera su discurso , dedicado, ya lo había avisado muchas veces, a la fragilidad. No era su voz, pero sí su genio y su ingenio. Y su buen humor. Y sus ganas de seguir dando guerra hasta el final. «Estoy escribiendo ahora una novela sobre la liquidación del colonialismo español. La fragilidad de España nos lleva una vez más a levantar una capilla a Santiago Matamoros y luego los moros matan a los españoles de Santiago Matamoros: fue el desastre de Annual, la fragilidad de España . Ahora nadie se bate en duelo por su honor ni por el honor de España ni por el del tato. Nos hemos convertido entre influencers y mercachifles». Pero no se desparramó por el pesimismo. Pombo bautizó su texto como una «fenomenología de la fragilidad» , un tema que tenía pensado desde hace años, cuando en sus fantasías recibía el Cervantes, y hay algo bello en que se haya difuminado la frontera entre aquel sueño y la realidad, como un despertar dulce y bien pagado. «La fragilidad es el gran tema que va con nosotros en toda nuestra vida y en todo nuestro día a día. Hoy sigue siendo, quizá más que nunca, el gran tema: la fragilidad ante la enfermedad, ante la soledad, ante la injusticia, ante la inseguridad, ante la falta de convicciones, ante las causas perdidas. La fragilidad del ser humano ante las más diversas instituciones que parece que no le amparan a uno, en una sociedad cada vez más ininteligible», lamentó. Después se apoyó, y no fue sorpresa, en ‘El licenciado vidriera’, donde Cervantes imaginó a un hombre que tras enfermar se cree hecho de vidrio. «Es la imagen poética exacta: ¿qué quiere decir el vidrio? El vidrio es lo rompible, lo frágil, lo opuesto al Escorial, lo opuesto a la victoria. (…) Para sacarle de este estado de fragilidad, muchos le abrazan, pero los abrazos no sirven ya de nada porque los abrazos que abrazan al hombre de vidrio son vidriosos también», glosó el literato, que escuchaba sus palabras frotándose las manos, mirándoselas, tocándose la medalla .Antes, Ernest Urtasun citó uno de los versos de Pombo: «Oh ilusoria vida que eres nuestra de chiripa y casi nunca entera». Y luego: «He inventado el amor o lo he copiado / de un libro de Iris Murdoch (viene / a ser lo mismo)». Pero Pombo solo citaba a Cervantes, hasta su poesía: «Apostaré que el ánima del muerto / por gozar de este sitio, hoy ha dejado / el cielo donde vive eternamente» [se refería a Sevilla]. El Rey utilizó su discurso para perfilar a al nuevo Cervantes. Señaló a Rilke como una de las grandes influencias de Pombo (la otra tal vez sea T.S. Eliot) y destacó su interés por la bondad y por la verdad . «Álvaro Pombo ha comentado que Dostoievski intentó durante toda su vida contar la historia de un hombre bueno, y no lo logró a pesar de sus esfuerzos. Pombo no es un ingenuo. No piensa que todo el mundo sea bueno, sino que sería deseable que lo fuera», subrayó. Don Felipe evocó aquellos tiempos contradictorios en los que Pombo vivía en Londres, y mientras iba sumergiéndose en las profundidades de la metafísica se ganaba la vida limpiando casas o de telefonista en un banco. «La huella de experiencias tan distintas hace que sus novelas sean siempre imprevisibles, y es ese otro de sus muchos aciertos: no sabemos si en la página siguiente va a citar a Heidegger o a hablarnos de su gato, como en su novela ‘El destino de un gato común’».Luego, el Rey pasó a hablar de la verdad, el tema con el que Pombo ingresó en la RAE (su discurso se tituló ‘Verosimilitud y verdad’), y sentenció: «La literatura tiene una misión de claridad, no lo olvidemos». El camino lo iba llevando al presente, poco a poco, en lenta pendiente. «En los tiempos que vivimos, los valores citados –claridad, bondad, verdad– son como faros que han de guiarnos en una búsqueda incesante. Vivimos días inciertos que piden claridad; días duros –y para muchos, aciagos– que demandan bondad; días de confusión que reclaman verdad», remató. Pero cerremos con Pombo, que lo cerró muy hermosamente: «Don Miguel de Cervantes fue un hombre profundo y pobre, al decir de Ortega y Gasset. Es muy posible que para alcanzar la grandeza en España, para superar la fragilidad, tengamos todos que llegar a la profundidad y a la pobreza . Ahí se desharán los encantamientos. Ahí se romperá por fin el cristal. Ahí se hará fuerte lo frágil. Y los héroes seguirán recorriendo el imperio de su palabra incesante». El final era perfecto, de libro, pero ya en el cóctel, Pombo pareció encenderse con el sol. ¿Qué tal está? «Yo nunca he perdido el sueño ni el apetito –dijo, empalmando canapés–. Hoy estoy mejor que ayer, pero no me veo con el chaqué. Yo siempre he sido de traje formal». Al poco, Luis Antonio de Villena se acercó a saludarlo: «Te veo muy bien, Álvaro». «Genio y figura», respondió este, acercando su copa para completar el brindis y la frase. Cuando las cosas no podían ir a mejor, Pombo se encendió un cigarro, y en esa estampa de fumador se resumía toda la mañana: la fragilidad desafiando al cuerpo, al tiempo, a la vida; el hombre cansado batiéndose en duelo contra la muerte.

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