El rostro del Papa no muestra ya signo alguno de vida. Desde esta perspectiva incierta, si uno consiguiera mirarlo durante más de cinco segundos podría llegar a pensar que quizá nunca la hubo y que todo lo que recuerda es un espejismo, aquella bendición de Pascua , sus palabras sordas, el más bello canto del cisne. Tal es la lejanía que apenas recordamos la luz yendo a morir en su rostro. También es cierto que para pasar más de cinco segundos sin moverse delante de Francisco usted debería vérselas con la Guardia Suiza, que es quien se encarga de que nadie pueda detenerse delante de él, ni siquiera para comenzar una tímida y brevísima plegaria. Pero no solamente a ellos. Quien quisiera santiguarse y decir «gracias» tendría que sortear a dos o tres grupos de monjitas asiáticas , que andan por el Vaticano grabándolo todo con el móvil como si, en lugar del cuerpo del Santo Padre, estuvieran pasando por delante de ‘Los Girasoles’. Y ni siquiera eso, creo recordar que cuando estuve en la National Gallery pude pasar un par de minutos observándolo y abriéndome hueco entre cientos de cámaras chinas. La cadencia en San Pedro es frenética. Fuera hay miles de personas esperando, caminando con el ritmo de una procesión sin pasos. En parte por esa urgencia y el continuo recordatorio de: «No photos». Pero en parte porque, aunque hay mucha gente, no podemos hablar de aglomeraciones ni mucho menos . Yo no tardé más de media hora en llegar al corazón de la basílica desde la Via della Conciliazione. Lo cual dice mucho de la organización, obsesionada -con buen criterio- en acelerar el ritmo para evitar escenas que lo ralenticen todo. Pero, desde luego, a pesar de las casi cien mil personas que ya habían pasado en veinte horas, todo aquí hace pensar que ni 2025 es 2005 ni Francisco tiene el carisma de Juan Pablo II.Noticia Relacionada EDITORIAL opinion No Un Cónclave en la era digital Editorial ABC El sistema de elección del Papa ha tomado forma durante dos milenios para evitar las injerencias indebidas. Hoy, la digitalización de la sociedad plantea nuevos desafíosTodo el mundo con el que hablo coincide en lo mismo: entonces no cabía un alma en la plaza de San Pedro. Y hoy no hay ningún problema para llegar ante Francisco en media hora. Las comparaciones son tan odiosas como inevitables y si entonces las muestras de dolor eran constantes, hoy son inexistentes. No hay gestos graves, no hay lágrimas y no hay ninguna percepción de dolor. Ni falta que hacen, dirán ustedes. Y con razón. Porque no estamos delante de una tragedia, sino de la vida. Y el prestigio y el dolor no se miden en lágrimas. Pero sería absurdo no sorprenderse de la total normalidad con la que se ha despertado Roma. Calma, templanza, contención. Como si todo el mundo hubiera descontado ya su muerte y de algún modo hubiéramos estado esperando solamente al instante final. La muerte como alivio. La despedida como acto natural. La esperanza de la resurrección.No hay apenas peregrinos, a los que se espera a partir de mañana viernes . Así que, de momento, San Pedro está tomado por grupos de turistas a los que la muerte de Francisco simplemente les ha pillado en Roma. Y acuden con gestos de curiosidad, de respeto y con la conciencia de estar viviendo un acontecimiento histórico. «Nosotros somos ateos, la verdad es que queríamos ver ‘La Piedad’ de Miguel Ángel» , me dicen Isabel y Santiago, de Murcia. «Pero, por supuesto, hemos entrado con todo el respeto, era un buen hombre». Este testimonio podría ser reproducido exactamente igual por miles de personas en las colas para entrar en la basílica. Ese sería el primer grupo de visitantes: los turistas curiosos, que van a despedirse de Francisco entre visita al Coliseo y pizza en Piazza Navona. El segundo es el de religiosos, muy numeroso y con idéntica sensación de normalidad y calma. Entre ellos hablo con los padres Guillermo Juan, de Vigo, y Javier Ocaña, de Almería, que me recuerdan que no dejamos de estar en Pascua. Y que todo el mundo se lo ha tomado con mucha naturalidad desde el principio, con madurez y templanza. «Además, fíjate. Juan Pablo II falleció el sábado de la Octava de Pascua, Benedicto XVI lo hizo durante la Octava de Navidad y Francisco el lunes de la Octava. Estas cosas son curiosas».Dos mujeres con la camiseta de la selección argentina me dicen que han venido a despedir a Francisco desde Córdoba, pero que no esperan que haya demasiados compatriotas este fin de semana. «Estamos muy lejos, el viaje es caro y lo importante es despedirse desde el corazón» . Sin embargo, hay muchos mexicanos y brasileños en San Pedro. No en vano son los dos países con más católicos del mundo. Por cierto, el tercero es Estados Unidos. Y el cuarto Filipinas. Todo eso se percibe en Roma con nitidez: si lo que estamos viendo es una muestra de la realidad del catolicismo, resulta evidente que el eje ya no es Europa sino América y Asia. Se entienden mejor ciertas decisiones y la apuesta del último cónclave por una Iglesia misionera que conecte con los pobres. Y que El Vaticano se encuentre en Italia no debe hacernos olvidar que el catolicismo es una religión periférica, que crece en el Sur y en Asia y que ha optado por alejarse del eurocentrismo. Veremos si la línea tiene continuidad en el próximo cónclave -todo en Roma son ya rumores y quinielas-, pero, desde luego, en días como hoy se entiende el sentido de las cosas: las monjas, asiáticas; los sacerdotes, africanos; los investigadores, europeos; y los erasmus, españoles.Comienza a llover en Borgo Santo Spirito y la plaza se vacía progresivamente. No se ven carreras y las colas para despedir a Francisco siguen con la misma cadencia, sin picos ni valles, sin aglomeraciones ni parones. Pero cae la tarde y el ambiente se relaja. Un hombre negro, con gorra de baloncesto y unos auriculares, canta un rap por la unidad de todas las religiones. Los niños se hacen fotos con los ‘carabinieri’. Huele a pizza por Via dei Penitenzieri y varios mendigos piden en Santa Maria in Traspontina y Santo Spirito in Sassia, sin demasiado éxito. La seguridad está presente en todo momento, pero sabe pasar desapercibida. Los aviones llegan a Fiumicino con más curiosos que peregrinos. Y mientras esperamos al funeral de mañana, Roma se debate entre la total normalidad de una metrópoli y la escenificación de un duelo que no lo es tanto. Llegará el esperado: «Extra omnes». De momento, todo lo contrario: «Intra omnes». Un mundo vivo despide con respeto al Papa muerto.

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