El tiempo es oro y la ley vaticana obliga a los cardenales a «proveer a la elección del Romano Pontífice». La cuestión es tan importante que deberán reunirse incluso el sábado por la tarde, después del funeral del Papa, para continuar trazando el retrato robot del próximo obispo de Roma . La hora de los papables no comenzará hasta que se cierren las puertas de la Capilla Sixtina y comience el cónclave. Esta es la hora de los «grandes electores», un puñado de purpurados con enorme experiencia que están aglutinando apoyos para su propia visión de la Iglesia. La particularidad de este cónclave es la enorme dispersión de sus 133 votantes. En el cónclave en el que fue elegido el Papa Francisco los electores procedían de 48 países, y en este, nada menos que de 71. La mayoría de los electores no se conocen entre ellos. Por ejemplo, sólo 54 participaron en el sínodo sobre la sinodalidad que concluyó en octubre pasado. Por eso, en la próxima votación cobran especial importancia estos «grandes electores», cardenales que tienen pocas posibilidades de ser elegidos , pero que ya están aglutinando y redirigiendo votos pues representan una corriente ideológica o que tienen prestigio en una región geográfica.Noticia Relacionada especial No El minucioso mecanismo del Cónclave j. de velasco, j. torres y j. martínez-brocal El proceso incluye detalles como el número de escrutinios o la forma de doblar las papeletasEl jesuita y arzobispo de LuxemburgoEl primer «gran elector» es el cardenal Jean-Claude Hollerich, jesuita y arzobispo de Luxemburgo. Fue el relator del Sínodo sobre la sinodalidad y miembro del Consejo de 6 cardenales que asesoraban al Papa en el gobierno de la Iglesia. Representa el área más liberal de la Iglesia católica, pues se ha mostrado abierto a considerar la ordenación de mujeres y a replantearse la doctrina moral relativa a la homosexualidad. Quienes se reconozcan en esta visión, probablemente se consultarán con él, que podría dirigir los votos hacia el cardenal franciscano Jaime Spengler, de 64 años, arzobispo de Porto Alegre y presidente de la Conferencia episcopal brasileña, o hacia el secretario general del Sínodo, el maltés Mario Grech, de 67 años, que no comparten todos sus planteamientos, pero tienen un talante dialogante. El cardenal alemán en el extremo opuestoEn el extremo opuesto, si es que se puede dividir el cónclave en corrientes ideológicas, estaría el cardenal alemán Gerhard Müller, de 78 años, que para el sector conservador actuaría como «garante» de la ortodoxia doctrinal del próximo Papa. «Muller fue alumno de Joseph Ratzinger, que le nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y fue también quien ha autorizado a la Teología de la Liberación, como amigo de Gustavo Gutiérrez, con quien escribió un libro. Muchos cardenales sudamericanos son de origen alemán o de esa escuela, como Odilo Scherer, (arzobispo de Sao Paolo, de 75 años), o Jaime Spengler», explica a ABC Andrea Gagliarducci, observador de cuestiones vaticanas y autor del libro ‘La Iglesia del futuro’. En su línea se colocaría el cardenal Timothy Dolan, de nueva York, que busca un Papa «con mayor finura doctrinal y amor por la tradición» o el holandés Willem Jacobus Eijk, arzobispo de Utrecht, de 72 años, médico, filósofo y teólogo, que también reclamó mayor «claridad doctrinal» a Francisco. Como para ser elegido Pontífice hacen falta dos tercios de los votos, no tendrán fácil conseguir que uno de sus hombres se convierta en obispo de Roma, pero sí que podrán aglutinar un bloque que obligue a elegir un Papa moderado. Los tres grandes electores del centroEn ese centro se encontrarían tres grandes electores. Los dos primeros son mayores de 80 años, pero muy activos y de enorme prestigio. Se trata del cardenal emérito de Viena (Austria), el dominico Christoph Schönborn, y del arzobispo emérito de Tegucigalpa (Honduras), el salesiano Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga. Ambos tienen experiencia en el mecanismo de los cónclaves y en la búsqueda de consensos. El tercero es el cardenal español Juan José Omella, de 79 años, apreciado entre los cardenales que hablan español y de la región mediterránea. Podrían orientar el voto hacia candidatos que combinen una visión misionera de la Iglesia, solidez doctrinal y capacidad de gobierno, como el cardenal español Ángel Rodríguez Artime, de 65 años, ex Rector Mayor de los Salesianos o el actual Patriarca Latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, de 60 años. «Los dos han demostrado capacidad de afrontar problemas difíciles con energía y de proponer soluciones audaces», confirma una fuente a ABC. «Aunque quizá son demasiado jóvenes y darían lugar a pontificados demasiado largos», añaden. En ese caso, podrían dirigir los votos hacia el arzobispo de Budapest, Peter Erdö, de 72 años.Hay un frente diplomático en el cónclave que apuesta por un Papa experto en relaciones internacionales para estos tiempos borrascosos. Sus grandes artífices son dos cardenales muy escuchados: Beniamino Stella, de 83 años, y Leonardo Sandri, de 81. «Buscan un pontífice normalizador, que lleve serenidad a la Curia, ni muy joven ni muy anciano. El cardenal Pietro Parolin, de 70 años, puede parecer su candidato, pero no lo es necesariamente. Él es el modelo, si no él, alguien como él», explica Gagliarducci. Los intereses de esta corriente se podrían unir con los intereses de la corriente italiana, que espera que regrese a Roma un Papa transalpino, que podría ser el arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, de 69 años.Los electores africanos y asiáticosEn términos geográficos, los únicos que se presentan en bloque podrían ser los africanos, pues en el Sínodo sobre la sinodalidad fueron los únicos que eligieron un representante por unanimidad, el cardenal Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinshasa de 65 años, que negoció con el Papa Francisco que no se aplicara en África la autorización a bendecir a personas de parejas homosexuales. Junto a los asiáticos, muchos son teóricamente de corte conservador. «Hay un grupo muy numeroso de cardenales de África y de Asia de los que no sabemos nada. No sabemos qué piensan por ejemplo el cardenal Antoine Kambanda de Ruanda, o Berhaneyesus Souraphiel de Eritrea, o Baselios Cleemis Thottunkal de India. Pero sus votos son decisivos», añade Andrea Gagliarducci. En su opinión, «se trata de una corriente sin contenido ideológico, pero muy numerosa, de cardenales con espíritu misionero que podrían orientarse automáticamente hacia Luis Antonio Tagle», de 68 años, antiguo arzobispo de Manila y actual prefecto del Dicasterio para la Evangelización. Su gran elector sería el sonriente cardenal coreano Lazarus You Heung-sik, de 73 años, actual prefecto del Dicasterio del Clero en el Vaticano, pero espiritualmente ligado al «Movimiento de los Focolares» y por lo tanto, con la credibilidad de las instituciones de la Iglesia formadas por laicos que proliferaron durante el pontificado de Juan Pablo II.«Tagle es una figura de garantía, pues lo nombró arzobispo Benedicto XVI, es conocido, tranquilo, pastoral, diocesano», detalla. No parece importarles sus problemas para gobernar este departamento del Vaticano y que Francisco le pidiera que dimitiera como presidente de Caritas y nombrara en su nombre un comisario para poner orden allí. «No sería un problema para ellos pues a los africanos y asiáticos no les interesa el gobierno de la Curia sino la sensibilidad pastoral», asegura Gagliarducci. En caso de que puedan mostrar su visión, un candidato que podría atraer consensos es el cardenal español Cristóbal López Romero, de 72 años, arzobispo de Rabat, que nació en Almería, estudió Periodismo en Barcelona y que durante años fue misionero en Paraguay.Por otro lado, la realidad tiene poco que ver con lo que cuentan las películas y lo cierto es que ninguno de los 133 cardenales quiere ser Papa, un peso demasiado grande para cualquier persona. Por eso, el otro enorme desafío en el que están trabajando estos días los «grandes electores» es el de convencer a sus candidatos de que acepten en el caso de ser elegidos. «Es la hora de la responsabilidad», musitan.

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