Una década después de que Leonard Cohen pronunciara su discurso en los premios Premio Príncipe de Asturias de 2011 , Miguel Barrero (Oviedo, 1980) se encontraba junto a la pista de tenis del parque Murray Hill de Montreal. Estaba sentado en el banco donde, casi sesenta años antes, se había producido su encuentro con el gitano que se prestó a darle unas clases a cambio de unas pocas monedas. «A mis espaldas sigue en pie la casa donde se impartieron aquellas tres únicas lecciones», escribe.Se refiere a la casa natal del mismo Cohen, en el número 599 de Belmont Avenue, en la que todavía vivía cuando, con 14 o 15 años, descubrió su pasión por Federico García Lorca y a ese joven guitarrista español que le cambió la vida. Es ese mismo lugar que Barrero visitó en junio de 2022, durante un viaje de trabajo, donde comienza ‘El guitarrista de Montreal’ (Galaxia Gutenberg), su novela a medio camino entre la biografía y el reportaje, en la que sigue el rastro de aquel misterioso músico callejero al que el autor de ‘Suzanne’ le dedicó su discurso aquel 21 de octubre de 2011.El novelista estaba allí presente, en el Teatro Campoamor de Oviedo, cubriendo el evento para ‘La Voz de Asturias’. Cohen contó que había pasado toda la noche pensando en lo que debía decir, hasta que concluyó que lo único que podía hacer era dar las gracias a la única persona que nunca se las había dado. Se remontó a la casa de Belmont Avenue, al día que escuchó desde su ventana a ese joven que tocaba la guitarra flamenca . «Me encantó. Había algo en su manera de tocar que me cautivó. Yo quería tocar así y sabía que nunca sería capaz. Cuando se hizo el silencio, le pregunté si me daría clases. Solo nos podíamos entender con un poco de francés. Accedió, le señalé mi casa y establecimos el precio», recordaba.Noticia Relacionada estandar No ‘So long Marianne’, una serie para diseccionar el corazón de Leonard Cohen Nacho Serrano Movistar + ha estrenado un biopic en tres capítulos sobre la historia de amor del cantante con su musa Marianne IhlenAl día siguiente, aquel gitano que apenas le sacaba tres años fue a su casa, le colocó torpemente los dedos en los trastes y le enseñó una secuencia de seis acordes. «Fue un desastre», reconoció. Cohen pensó que no volvería al día siguiente, pero apareció. Su joven profesor insistió en los mismos acordes en los que se basan muchas canciones flamencas. Él lo hizo un poco mejor. Al tercer día ya se los había aprendido, aunque no fuera capaz de producir el trémolo con su dedo gordo. El público del Campoamor se reía ante la tierna historia del que hoy es considerado uno de los cantautores más importantes del siglo XX.Y concluyó: «Al día siguiente no vino. Yo tenía el número de la pensión en la que se hospedaba en Montreal. Llamé por teléfono para ver por qué no había venido a la cita y me dijeron que se había suicidado. Yo no sabía nada de aquel hombre, ni de qué parte de España procedía. Desconocía por qué había venido a Montreal, por qué se quedó allí. No sabía por qué estaba en aquella pista de tenis. No tenía ni idea de porqué se había quitado la vida. Estaba muy triste, pero ahora desvelo algo que nunca había contado en público. Esos seis acordes han sido la base de todas mis canciones. Ahora podrán entender la dimensión de mi gratitud a este país».Leonard Cohen, durante la entrega del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2011 EFEUn discurso emocionante«Aquel discurso me impactó mucho, como a todo el mundo, porque Cohen nunca había hablado de aquel profesor de guitarra que tuvo en Montreal, solo lo había mencionado de pasada en una biografía antigua, sin dar detalles ni su nombre. Fue todo un descubrimiento, porque todos conocíamos su vinculación con España a través de la poesía de Federico García Lorca, pero nadie conocía esa historia», comenta ahora Barrero, que comienza su novela una década después, justo cuando llega intrigado a la casa de Belmont Avenue.Le costó encontrarla, pues no hay ningún cartel que indique que allí había vivido el célebre cantautor fallecido en 2016. Tuvo que preguntarle al vecino, que se lo confirmó con media sonrisa: «Sí, es su casa. La leyenda dice que solía tocar la guitarra ahí, en el parque», respondió mientras le señalaba el camino que se adentraba en Murray Hill. Antes de continuar su camino, relata Barrero en este libro en el que casi todo lo que cuenta sucedió de verdad –«Cervantes ya nos enseñó que en una novela no todo tiene que ser ficción», justifica–, echó un vistazo al interior y comprobó que estaba vacía, con tan solo un viejo piano de cola en la planta baja.«En realidad, la novela es la búsqueda consciente de un fantasma, porque yo sabía que no lo iba a encontrar. De hecho, hablé con Alberto Manzano , amigo de Cohen y su biógrafo más importante. Lo trató personalmente, así que le pregunté: ‘¿Nunca te habló de ese gitano, no te comentó absolutamente nada?’. Consultó las notas de sus encuentros y me dijo que no. Ni siquiera su nombre. Por eso yo sabía que era un intento frustrado, pero no quise dejar de buscarlo, porque para mí lo importante no era encontrar una respuesta, sino formular la pregunta de quién era de la forma más completa posible. Era la manera, también, de hacer justicia con este personaje que se quedó en los márgenes de la biografía de Cohen, a pesar de que él mismo reveló que fue fundamental», advierte el autor.De Pancho Varona a Nacho vegasEn la búsqueda –que Barrero protagoniza en primera persona– se mezclan pasajes actuales con la infancia y juventud del cantautor. Se remonta, incluso, a la llegada del bisabuelo de Cohen, un respetado rabino lituano, a Canadá en 1860. También aparecen episodios de la propia vida del novelista, como las clases de guitarra que Pancho Varona le dio durante la pandemia, junto al que intentó averiguar cuáles podrían ser los famosos seis acordes. También aparece Nacho Vegas , que dos días antes de la citada entrega del Príncipe de Asturias, durante su concierto en Gijón, habló de la casete que le grabó a su padre cuando este se divorció de su madre con el disco ‘Songs Of Leonard Cohen’ (Columbia, 1968).«En realidad, también es una novela sobre el azar, sobre cómo muchas veces las casualidades y los personajes secundarios determinan quiénes somos. ¿Qué habría sido de Leonard Cohen sin aquel joven español y los seis acordes que le enseñó?», se pregunta Barrero.

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