Son las diez de una mañana de fin de semana en el museo Thyssen-Bornemisza. Afuera, en el mundo que gira más allá de estas paredes, entierran al Papa, Occidente se tambalea, la vida gentrifica y rebosan los contenedores. Pero aquí, en la sala 23 del palacio de Villahermosa, un pescador de Frans Hals toca el violín en un instante continuo desde 1630 hasta hoy y una fuga de Bach explicada por un músico ocurren, al mismo tiempo, como si tal cosa fuese posible. Porque lo es.Pablo Martos , violinista, compositor y director de orquesta recorre los pasillos del museo junto a un grupo de personas que forman parte del programa de amigos jóvenes LabThyssen , un proyecto apoyado por la Fundación Banco Sabadell que busca promover la sensibilidad artística y la creación de comunidad. Sus integrantes se reúnen todos los sábados y en esta una nueva sesión de trabajo han de aprender, de la mano de un intérprete y creador, la evolución de la música y su paralelismo con el arte. Para explicar «la arquitectura del sonido», Pablo Martos elige un lienzo de Lyonel Feininger, y así como cada pieza de esa obra adquiere una función diferente según su disposición sobre la tela, así lo hacen las notas al momento de componer una pieza. El inicio de una fuga de Béla Bartók o la forma en que los músicos de Ben Shahn cogen sus instrumentos en un retrato puede mostrar la mezcla de culturas, estilos e intenciones que se producen en toda creación. Ya sea música, pintura o literatura, la forma de percibirlas importa. La vida sin belleza —ya lo dice Manuel Vilas— es supervivencia. Y esta mañana el asunto va de estar vivos: de la sonata de violín de César Franck que Marcel Proust menciona en las páginas de ‘En busca del tiempo perdido’ a la sucesión de tonalidades en una pieza de Rothcko para mostrar cómo un mismo sonido puede manifestarse en sus más distintos colores. Incluso «acuarelarse» o hacerse cada vez más intenso. La cultura no está obligada a ser útil. Una sinfonía no se puede comparar con un martillo, escribió Nuccio Ordine. Y, sin embargo, ambas dejan huella. Son necesarias en su coexistencia.

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