CON cara de pocos amigos y arrastrando los pies, Pedro Sánchez anunciaba este semana un plan de Defensa con 10.400 millones extra de gasto para alcanzar el 2% de PIB de manera inminente. En total, más de 30.000 millones de dinero público destinado a una partida que hasta anteayer era tabú para el Ejecutivo socialista y sus socios comunistas. Una, que está maleada en el arte de las promesas, corrió a ver el comportamiento en Bolsa de las compañías supuestamente afectadas, dando por bueno que a más azúcar más dulce para el valor de cotización. El color rojo ha marcado la evolución de empresas como Indra en la última semana, que en buena lógica debiera erigirse en el principal receptor de tan jugosos dineros. El aroma a otro hermoso cuento chino presidencial, este a cargo de los buenos de la OTAN y los crédulos de Bruselas , se apodera de inmediato del relato. Adelanto, ya puesta, que los sagaces asesores de estrategia eviten lo de soltar eso de que «el aumento ya está descontado», porque aquí lo único descontado es el incumplimiento sistemático de lo prometido. Sea lo que sea.La supuesta partida extraordinaria de rearme presenta, además, otras dificultades de ejecución, como la necesidad de un plan para el reparto de la guita . Desde Indra no les duelen prendas a la hora de arrimar el ascua a su sardina y alertar del peligro de fragmentación de los recursos, dividiendo los fondos entre tantos agraciados que conviertan en inapreciable el esfuerzo inversor y que al final no suponga ventaja competitiva sectorial alguna. La empresa presidida por Ángel Escribano aboga por lo que denomina «compañías tractoras» , en clara auto cita, entendidas como empresas bandera, sistémicas, que aglutinen la percepción de fondos y sean capaces de capilarizar aguas abajo la generación de investigación, desarrollo y riqueza a otro ecosistema de menor dimensión. Y en eso del tamaño está precisamente Indra. En ganar tamaño para imponer una también supuesta mayor ventaja competitiva europea. Así se justificó la compra de Hispasat –que tumbó la acción, ojo– y así se quiere preparar ahora el terreno para integrar en la órbita de la compañía de Tecnología y Defensa nada menos que la empresa familiar de su presidente, Escribano Mechanical and Engineering (EM&E), presidida ahora por su hermano Javier.La operación se efectuaría con toda probabilidad mediante canje de acciones , que aquí lo importante es meter lo comprado en la parte compradora y ya habrá tiempo después de hablar de ‘cash’. La ecuación dejaría a los Escribano como los principales accionistas y dueños de Indra gracias a una operación financiada con los recursos del cien por cien de los propietarios, que poco podrían hacer pese a ser una cotizada. Eso sí, ¿quién mejor que los Escribano para saber las virtudes de la compra de la compañía de los Escribano? ¿no? El caso es que la tan manida teoría de los campeones nacionales presenta un ligero problemita añadido: entre esas ‘empresillas’, digamos, ‘mindundi’ a las que habría que dejar fuera del reparto en beneficio del bien mayor y tractor aparecen algunas como Sapa Placencia y Sener . ¿Les suenan? Pregunten directamente al PNV qué les parecería excluirlas. Verán.Así volvemos al problema original de ingobernabilidad : sin Presupuestos y en manos de unos equilibrios de alianzas de gobierno que en unas horas han pasado de publicar la compra de munición a Israel a abortar la adquisición con el riesgo de inseguridad que entraña y la lamentable imagen pública que deja.Esa misma imagen pública es el hueso duro de roer para la operación de compra de EM&E por parte de Indra. Se antojará complicado de explicar que de prosperar la operación el Consejo de Administración futuro votará cualquier decisión o plan con los hermanos Escribano inhibidos y los vocales independientes atenazados ante hipotéticas demandas por una operación que para algunos ya presenta dudas de oportunidad ética. ¿La gobernanza queda a salvo? ¿Los minoritarios tienen algo que decir? ¿Y La CNMV? Hay que afanarse en explicar todo bien.Aunque para munición de fogueo y trampantojos la que rodea la última trapisonda de los rebeldes progubernamentales de Prisa . Cercados por el presidente, Joseph Oughourlian, y en franco retroceso –que le pregunten al líder de Thinking Heads cuánto ha corrido a salir por patas–, ahora se han sacado de la manga el nombre de un supuesto inversor llamado Daniel Kretinsky –en el mercado dicen con sorna que José Miguel Contreras le ha debido de tomar por su apellido– como interesado en lanzar una opa por el Grupo Prisa. Este abogado checo dueño de los mercados Caprabo apoquinaría unos 800 millones por la compañía , que tiene una deuda de otros tantos millones. El tal Kretinsky tuvo que salir a la carrera de ‘Le Monde’ hace unos años, espoleado por una tribuna firmada por los 500 empleados del rotativo galo y otras 500 autoridades del país vecino denunciando que los planes del inversor atentaban contra la independencia del periódico. Imaginamos que Contreras y sus cuates de Alconaba estarán muy preocupados por el respeto a la integridad de Prisa. Entre Kretinsky y Javier de Paz –c onsejero ‘otro externo’ ahora ‘movistarizado’ para la causa –, pende el futuro de Prisa, enésima bala perdida del sanchismo. ¡Cuerpo a tierra! y que no pase nada.

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