El día de ayer iba ser una jornada más en la rutina que desde hace meses están llevando Teresa y José, un matrimonio de Cuenca. A primera hora del día de ayer cogían el tren de Cuenca con dirección a Madrid para llegar a un hospital madrileño y que ella recibiera tratamiento oncológico. Llegaron sin más preocupaciones que la propia incertidumbre que ocasiona encontrarse en una situación así: médicos, sesiones, miedos. Todo fue bien en la sesión y a media mañana pusieron rumbo de vuelta a casa y descansar para preparase para el día siguiente que iba ser igual: tren de ida, sesión de quimioterapia y tren de vuelta. Sin embargo, nada fue como lo habían planeado. Un apagón general, que afectó a todo el país y también a las naciones vecinas como Francia y Portugal, dejó paralizados a todos los pasajeros que salían de la estación madrileña de Atocha.En uno de esos trenes iba este matrimonio: «Volvíamos a casa. Habíamos cumplido con la jornada de hoy y justo al salir de la estación, el tren se quedó parado», cuenta Jose. Su rostro muestra cierto cansancio, aunque no pierde la calma: «Solo podemos esperar a que nos digan algo, nada más. Pero queremos alguna solución lo antes posible. Nuestra situación es muy complicada», dice sentado en un portal de la calle Espalter, en el centro de la capital, a pocos pasos del Retiro. La evacuación que los trabajadores de Renfe tuvieron que improvisar parece más sacada de una película de acción: sin luz, sin guías y sin saber muy bien qué hacer. A veces, la realidad supera con creces la ficción: «Cuando frenó el tren, en seguida nos dijeron que teníamos que evacuar. Nos sacaron poco a poco de los vagones, cogimos las mochilas y fuimos saliendo», explica el matrimonio. Túnel por donde evacuaron a los pasajeros de los trenes IGNACIO GILDurante más de quince minutos, tuvieron que caminar bajo tierra unos 400 metros, solo iluminándose con las linternas de los móviles. «Íbamos con mucho cuidado y preocupados porque había mucha gente mayo. Nos agarrábamos con fuerza y dábamos pasos cortos para no caernos».Cientos de personas salieron por ese túnel que daba a la calle de Espalter. Es uno de los túneles construidos para este tipo de situaciones donde hay que evacuar a los pasajeros de los trenes. Amontonados en las aceras, con las mochilas y maletas apiladas en la calle, esperaban alguna noticia. Aunque todo podía llevar a que el nerviosismo apoderara la situación, la calma permaneció entre los cientos de pasajeros. Según trabajadores de Renfe, «todo el mundo colaboró con la situación y permaneció calmado y haciendo caso a las indicaciones que les dábamos».«Solo pedimos que nos puedan poner un autobús para ir a casa», dice el matrimonio. Muchos son los que se han quedado en tierra, los que no van a poder llegar hoy a sus casas, acudir al trabajo o recoger a los niños del colegio, pero algunas historias escenifican mejor el caos vivido. Teresa tiene que seguir recibiendo el tratamiento y necesita descansar para la nueva sesión. Hoy deberían hacer el mismo itinerario, pero no saben si lo podrán hacer. Ni siquiera saben si podrán volver a casa.

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