Atocha sale del apagón entre mantas y antidisturbios

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Atocha sale del apagón entre mantas y antidisturbios

Nada más entrar a Atocha, el ajetreo constante de viajeros que van y vienen, que en realidad es su tranquilidad más preciada, parecería el habitual de cualquier martes por la mañana de no ser por unas mantas de la Cruz Roja apiladas en el suelo, o la estampa de dos jóvenes con el sueño de morfeo abrazadas a sus maletas. Pero aquello en realidad solo es el espejismo de la planta baja. Al subir a la primera, el caos post-apagón lo inunda todo: miles de pasajeros, por no decir decenas de miles, esperan maletas en mano a la entrada del control de equipaje para trenes de media y larga distancia. Aquí las mantas de la Cruz Roja vuelven a amontonarse, pero multiplicadas por dos o tres.Ataviados con chalecos amarillos, los operarios de Renfe, llegados algunos desde las propias oficinas para hacer labores de campo, explican pacientemente la avalancha de consultas. Otros, en cambio, tienen que desgañitarse para que hasta el último de los allí presentes sepa que igual es uno de los afortunados en tomar el tren. Su tren o el que le hayan asignado dentro de la reubicación masiva que las distintas compañías han programado para lo largo de toda la jornada. «10:35, Málaga, viajeros 10:35, pueden pasar por control de equipajes»!, grita uno de ellos, llevando el jolgorio a este improvisado espacio de desasosiego.Para entender el funcionamiento de Atocha en una mañana doble, la de ayer y la de hoy, conviene recurrir al efecto dominó. Viajeros que ayer se quedaron atrapados y han pernoctado en la estación han sido los primeros en salir, viajeros que ayer se quedaron atrapados y han pernoctado en casas y hoteles han tenido que esperar su turno por orden de llegada, viajeros que ayer no se quedaron atrapados pero que tienen un billete para hoy deben esperar el consecuente retraso de los convoyes… Todos, como fichas de un tablero que las propias Unidades de Intervención Policial (UIP) están tratando de organizar.Noticia Relacionada estandar No Ayuso sostiene que es pronto para desactivar el nivel 3 de emergencia en Madrid porque se desconoce la causa del apagón Mariano Calleja La presidenta de la Comunidad de Madrid no recibió ninguna llamada de Sánchez, pero sí de Feijóo: «Es quien está realizando la acción de Gobierno»Los filtros en el pabellón del clausurado jardín tropical de la base se realizan planta por planta. Según el horario que tenga cada pasajero, los agentes le permiten subir o bajar a la zona de embarque. Y una vez en ella, palabra de ‘uipero’, «te vas allí, donde puedas, y escuchas el megáfono, que están llamando». Superado el madrugón, las mantas que ayer repartió la Cruz Roja (de color rojo) y las que hizo lo propio la UME (amarillas) comienzan a retirarse aunque de manera desigual. «Habré recogido de las rojas unas 300 o 400», asegura un empleado de Acciona, antes de tocar la inefable picaresca española, que ni en días así puede faltar. «Las amarillas muchos se las han llevado. He visto a señoras cogiéndolas con el precinto y todo», añade, con el humor necesario para afrontar el evidente sobreesfuerzo de todo el personal.Cuestionados por la noche pasada, todos coinciden en la misma radiografía: «Esto parecía un campo de refugiados», algo lógico a tenor de la multitud de personas que no ha tenido más remedio que quedarse a dormir en el frío pavimento del enclave. «Mi tren a Asturias salía ayer por la mañana, pero aquí sigo casi 24 horas después», señala Martín, un joven peruano al que el apagón le pilló en la propia fila de embarque. «Nos quedamos todos sin saber que hacer y ya por la tarde, cuando supe que no iba a poder salir, me fui caminando a Sol», prosigue. En el kilómetro cero se encontró con unos amigos y estuvo con ellos hasta las 3 de la madrugada, hora a la que decidió volver a la estación para terminar de aguantar la noche. Y así hasta ahora.Algunos, como Gladys, tuvieron mejor suerte y pudieron pasar el trance encima de un colchón y una almohada. «Soy de Salamanca, pero mi hermana vive en Madrid y pude ir a su casa», confiesa, con la resignación de no saber si hoy por fin podrá partir a Barcelona, su destino previsto. Tampoco Alejandro, a sus 86 años, tuvo que soportar las penurias propias de un campamento de urgencia montado sobre la marcha. «Vivo en Madrid y ayer al enterarme de lo que pasó ni siquiera me acerqué a Atocha», revela, apostado al final de una cola que confía le termine llevando a la ciudad aragonesa de Huesca. Pero si es por superación, esta crónica de martes no tendría del todo sentido sin mencionar a las bailarinas de Izans Dance, seis adolescentes y su profesora, paradas en Zamora hasta primera hora de esta mañana. «Volvíamos de un campeonato en Vigo cuando el tren se paró justo en la estación de Zamora», cuentan. A partir de ahí, muchas horas de angustia, un par de visitas al Mercadona, agua, galletas, zumos, colacao, mantas y una noche durmiendo en el interior del convoy que ya jamás olvidarán. Ahora bien, atrapadas, pero campeonas: viajar por un sueño siempre merece la pena.

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