Las imágenes recordaban salvando las distancias a las vistas durante la pandemia. Colas en las cajas, lineales desabastecidos y un puñado de productos agotados: las pilas, las velas, las botellas de agua, las barras de pan… El histórico apagón que dejó este lunes durante la mayor parte del día sin suministro eléctrico a la península ibérica y a la mayor parte de España, con la única excepción de los territorios de Ceuta y Melilla y los archipiélagos canario y balear, –a los que por una vez su ubicación periférica les proporcionó una ventaja energética–, no consiguió sin embargo cerrar los establecimientos de las grandes empresas de distribución, que en gran medida mantuvieron sus puertas abiertas para atender las oleadas de clientes a la busca de pilas para poner a funcionar sus viejos transistores y enterarse de lo que estaba ocurriendo, de velas para iluminar sus viviendas en previsión de que el apagón continuara por la noche y de conservas y otros productos ya elaborados ante la circunstancia probable de no poder ni comer ni cenar caliente.Con una iluminación un punto más tenue pero con las líneas de caja plenamente operativas, las tiendas de Mercadona o las superficies de El Corte Inglés mantuvieron el servicio a sus clientes gracias al funcionamiento de sus propios grupos electrógenos , que les permitieron operar con cierta normalidad, según trasladaron fuentes de ambas firmas.Alcampo también mantuvo abiertos todos sus establecimientos al contar con generadores eléctricos propios. Ahorra Mas informó de que tuvo que cerrar la mitad de sus establecimientos, los que no contaban con generadores propios, y Dia también trasladó que solo mantuvo abiertas las tiendas con suministro energético autónomo, que continuaron operando si bien con limitaciones.A la espera de que la luz vuelvaLos establecimientos abiertos operaban a pleno rendimiento. «Hasta que el generador aguante» , confesaban los empleados de un hipermercado de un gran barrio de Madrid. La imagen del interior era también chocante. Nadie circulaba por la sección de congelados, ni por la de carnecería ni por la pescadería. El fiambre, la fruta o las conservas eran los productos más buscados, en un intento de sacar adelante el día en la confianza de que la luz volviera cuanto antes. También era la esperanza de los tenderos, que trataban de proteger el género fresco como podían ante la falta de operatividad de las cámaras frigoríficas. «Nos queda rezar para que vuelva la luz», decían.Los ciudadanos se lanzaron a las tiendas para llenar la despensa y armar su propio kit de emergencia , con sus linternas, sus pilas y sus aparatos de radio, al mismo tiempo que las conversaciones de patio giraban en torno a cómo dar salida a los productos en fase de descongelación que conservaban en sus neveras.La gestión de la nevera, los consejos domésticos para evitar problemas –como desenchufar los electrodomésticos– y la preocupación por los hospitalizados o los que pudieran estar atrapados dentro de ascensores centraban las conversaciones, ante la falta de información sobre lo que había ocurrido y lo que el episodio se podía prolongar, y la imposibilidad de llamar por teléfono, conectarse a internet o encender el televisor. La radio, convertida mucho tiempo después en la principal fuente de información.

Leave a Reply