«No sé qué me pasa»: guía para cuidar la salud emocional tras el apagón masivo

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«No sé qué me pasa»: guía para cuidar la salud emocional tras el apagón masivo

Sentir ansiedad , estrés agudo, pensamientos catastrofistas y una extraña sensación de tristeza o de angustia son algunas de las consecuencias emocionales y psicológicas normales tras vivir un evento traumático como el apagón masivo del 28 de abril . Sin embargo, la clave para evitar anclarse en los efectos nocivos de esa tensión y recuperar la estabilidad emocional reside, como revela la psicóloga Beatriz Gil Bóveda, fundadora de Psique Cambio ( @psique.cambio ), en validar lo que uno siente. «No hay que minimizar ni avergonzarse si uno se sintió desbordado, enfadado o vulnerable. Las emociones no se eligen: se comprenden y se regulan. Sentir miedo, frustración o angustia en una situación así no es de debilidad, es humanidad y una respuesta normal ante la incertidumbre», plantea. En la misma línea se manifiesta la psicóloga Lara Ferreiro ( @psicologa_laraferreiro ), quien además invita a escucharse, vivir el presente y aceptar las emociones, pero siempre desde la calma , evitando el catastrofismo y la paranoia . «Hay que observar lo que uno ha sentido desde un diálogo en positivo. Se puede validar la emoción pero no anclarse en ella. Eso se puede lograr analizándola desde el presente y no vaticinando lo que pueda pasar en el futuro », plantea. Otra recomendación en este sentido es la que hace la psicóloga Elsa García León, del equipo de Cepsim Psicólogos reside en evitar juzgar lo que es importante para cada persona y procurar empatizar con las emociones propias y ajenas . «Un atasco de más de dos horas, pese a no ser comparable con una retención de diez horas en un vagón de tren, ha podido ir acompañada de intensos sentimientos de angustia y miedo por no poder acudir, por ejemplo, a recoger a los hijos pequeños al colegio o que resulte imposible contactar a un familiar vulnerable que tal vez estaba aislado en su domicilio. Por tanto, evitar comparaciones en los padecimientos y empatizar lo máximo posible con todas las vivencias resulta fundamental para una adecuada resolución de las angustias de cada persona», argumenta. Aportar calma a la menteCuando el día a día se ve interrumpido con algo inusual el cerebro suele agradecer el efecto que producen la repetición de pequeñas rutinas como comer a una hora concreta, descansar, ordenar un espacio, escribir lo que se está sintiendo, escuchar música que nos guste, pues, como explica Gil Bóveda, ese tipo de estructuras repetitivas ayudan a calmar el cerebro y aportan una sensación de control.  Igualmente puede ser útil, como apunta Ferreiro, mantener una cierta flexibilidad inicial en los horarios, de modo que se pueda recuperar la normalidad sin obsesiones y con paciencia, siempre adaptándonos a las circunstancias. Priorizar las conexiones humanasHablar con la familia, compartir las experiencias vividas durante el apagón , escuchar de forma comprensiva y compasiva a los otros cuando relatan su vivencia, mirar a los ojos, abrazar y comprender pueden contribuir a reducir la sensación de estrés y de ansiedad. «En el aislamiento emocional, la conexión humana es la luz más poderosa», asegura la fundadora de Psique Cambio. Igualmente positivo puede resultar mantener un espíritu solidario desplegando una red de ayuda con vecinos y conocidos ya que, como asegura la experta de Cepsim Psicólogos, dar valor a las diferentes dificultades experimentadas por las personas de nuestro entorno (sin entrar en competición) y prestar auxilio emocional no solo beneficia a quien recibe un gesto amable de genuino interés, sino también a quien lo presta. En este contexto resulta especialmente valioso, según asegura la psicóloga Lara Ferreiro, procurar rodearse de aquellas personas que nos aportan buen ánimo y energía . «El contacto físico es fundamental y puede ser muy valioso. Una fórmula para dar y recibir a poyo que suele ayudar más de lo que se cree es algo tan sencillo como darse un abrazo largo y sentido», aconseja. Escuchar al cuerpoUna vez que todo ha pasado y que se haya vuelto a una aparente normalidad es probable que, tal como advierte la fundadora de Psique Cambio, el cuerpo siga en alerta. «Si se tiene un agotamiento inusual, tristeza constante o síntomas persistentes de ansiedad, no se deben ignorar. Es importante descansar , hablar de ello con las personas de confianza del entorno y, si se mantienen en el tiempo, se debe consultar a un profesional», aconseja.Eso sí, tal como avisa Lara Ferreiro, lo ideal es observarse desde la tranquilidad y la curiosidad y no desde la angustia, pues si esa persona se obsesiona mucho con su estado de ánimo corre el riesgo de volverse hipocondríaco . «Si determinados síntomas como ansiedad, estrés, claustrofobia o trastornos del sueño se mantienen durante más de tres semanas, convendría acudir a terapia porque puede haberse desencadenado un problema psicológico relacionado bien con la hipocondria o con otro tipo de trastornos psicológicos», plantea.Cuidar a los más vulnerablesLos niños, los mayores o las personas con depresión o algún trastorno psicológico previo necesitan calma externa para regular su miedo interno. Por eso a la hora de abordar la situación con ellos, Gil Bóveda aconseja ser claros, sinceros y tranquilizadores. Igualmente conviene, como apunta la experta de Cepsim Psicólogos, mantenerse informado a través de fuentes fidedignas que no estimulen los miedos . «Impedir que la fantasía se desarrolle sin freno y que las anticipaciones sobre futuras e hipotéticas catástrofes tomen el control es esencial. Eso se puede conseguir practicando deporte , con técnicas de relajación o simplemente tomando conciencia de los derroteros en los que está cayendo la mente para así poderla traerla una y otra vez al momento presente», explica. Con estas dinámicas, según apunta, se realiza una práctica de higiene emocional que es necesaria en momentos en los que se afrontan dificultades. Comparte esta opinión Gil Bóveda, quien advierte de que la sobreexosición a información alarmante o bulos puede aumentar la ansiedad.Tu kit de seguridad emocionalIgual que en los casos de emergencia se recomienda tener a mano en casa linternas o velas también habría que tener preparadas algunas estrategias de calma, según propone la psicóloga de Psique Cambio. Desde espacios seguros para hablar hasta juegos tranquilos o dinámicas tranquilizadoras o incluso técnicas de respiración. «Prepararse emocionalmente también es prevenir», apunta la experta, quien asegura que la respiración es un puente entre el cuerpo y la mente que permite enviar una señal de tranquilidad al sistema nervioso para convencerle de que no existe una amenaza real. Una técnica sencilla de respiración que puede ayudar en momentos en los que parece que falta el aire es la que propone la psicóloga Lara Ferreiro. Se llama 5-5-5 y consiste en inhalar durante 5 segundos, exhalar el aire durante otros 5 segundos y repetir la secuencia 5 veces. Después se inhala y se exhala libremente y se repite la operación varias veces hasta conseguir un estado de calma y concentración. También puede ser eficaz el sentido del humor. Como recuerda Elisa García León a veces reírse de uno mismo puede ayudar. «Relatar con humor los trayectos a casa, la sensación de no saber qué hacer sin internet y sin conexión telefónica, la preocupación por la comida en el congelador y la nevera o la cantidad de fantasías que despertó inicialmente el posible origen de tan inverosímil y poco usual situación puede contribuir a que esa persona valore mucho mejor los grandes privilegios de los que habitualmente goza», asegura.Toma la experiencia como un aprendizajePreguntarse qué enseñanzas se pueden extraer de lo vivido durante el apagón puede ayudarnos a entender mejor cuál es nuestra relación con la tecnología, la rutina y el tiempo. «Sin minimizar lo ocurrido, también cabe tomar esta situación como una invitación forzada a mirarnos a los ojos sin pantallas, a hablar sin interrupciones, a pararnos en lo esencial y a apreciar la belleza de lo sencillo», sugiere Gil Bóveda. De alguna manera, como aporta Ferreiro, experiencias de este tipo también pueden convertirse en una oportunidad para «desconectar para conectar» con aquellas personas de nuestro entorno que habitualmente nos pasan desapercibidas: desde un vecino hasta un compañero de trabajo con el que habitualmente no hablamos pasando por una desconocida en la parada del autobús con la que coincidimos a menudo pero que nunca saludamos. «Es probable que esa desconexión que se produjo durante unas horas ayudase a que muchas personas se parasen a pensar sobre la crisis de valores en la que vivimos y sobre la necesidad de mejorar las relaciones interpersonales», destaca Ferreiro.

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