El conservadurismo político español cuenta con una tentación perversa que consiste en dejar pudrir los problemas; es práctico porque algunos problemas se acaban resolviendo solos, se pudren en efecto sin ayuda de nadie. Pero no siempre funciona y a veces esta solución escapista acaba provocando una infección. Feijóo, al no atajar a tiempo su problema valenciano, llamado Mazón, se encuentra ahora con que ya tiene dos problemas, no uno: Mazón y Camps. Tras su papel en la dana, el actual presidente de la Generalitat carece de confianza pública para ostentar el cargo; el electorado de centroderecha se siente defraudado por él. Camps ha visto la oportunidad, el vacío, la desorientación del partido , y acaba de lanzar su candidatura contra Mazón. Pero Camps no es ninguna solución. Es cierto que nunca fue un corrupto personal, pese a la inmisericorde persecución de un fiscal sin escrúpulos. Pero bajo su mando quebró la administración autonómica, desapareció el sistema financiero local y casi una decena de sus principales colaboradores pisaron la cárcel. Camps no fue un corrupto pero tuvo acreditados corruptos bajo sus órdenes . Sólo eso inhabilita su legado y desaconseja su vuelta a la primera fila. El PP de Feijóo parece empeñado en que la izquierda vuelva a gobernar en Valencia. También Vox se frota las manos.

Leave a Reply