En una sala de control de la Universidad Complutense de Madrid hay seis pantallas que estaban destinadas a monitorizar el Telescopio Espacial Mundial-Ultravioleta (WSO-UV) , una colaboración entre España y Rusia para estudiar exoplanetas (mundos más allá del sistema solar) que quedó truncada tras la invasión de Ucrania. La participación española en la instrumentación de la misión se paralizó por decisión europea después de diez años de trabajo y a tan solo tres del lanzamiento, cuando casi todo estaba ultimado. La astrofísica Ana Inés Gómez de Castro (Vitoria, 1961), directora del Grupo de Investigación de Astronomía Espacial (Aegora) , era la investigadora principal en nuestro país. Su mirada se apaga cuando lo recuerda. «Es una gran pena. La exploración del espacio ha unido siempre a la humanidad», se lamenta. La proyección de la órbita del WSO aún se refleja en uno de los monitores, a la espera de que quizás la cooperación se retome algún día. Pero las instalaciones, el trabajo duro y las capacidades aprendidas no se han perdido. Algunas pantallas se dedican al seguimiento de nanosatélites científicos. Y lo más importante es lo que no se ve. El conocimiento que Gómez de Castro y su equipo adquirieron durante todos estos años se pondrá al servicio de una misión aún más ambiciosa, el Observatorio de Mundos Habitables (HWO) de la NASA . Este telescopio espacial será el primero diseñado específicamente para buscar signos de vida en planetas que orbitan alrededor de otras estrellas, un esfuerzo titánico cuyos resultados podrían cambiar la historia de la humanidad. La investigadora ha sido seleccionada por la Agencia Espacial Europea (ESA) como uno de los tres representantes del continente en el equipo que definirá la misión, formado por mil científicos de todo el mundo. «Ya tenemos muchos exoplanetas. Ahora ha llegado el momento de buscar clones de la Tierra», asegura. Y recupera el entusiasmo.Noticia Relacionada estandar Si James Webb observa, por primera vez, la composición química de nubes extraterrestres José Manuel Nieves El telescopio espacial ha detectado vapor de agua, dióxido de azufre y nubes de arena en la atmósfera de un planeta cercanoDesde que el primer exoplaneta fuera descubierto en 1995, la lista no ha parado de crecer gracias a las nuevas misiones y técnicas de detección, de forma que ya han sido confirmados más de 5.000. Pero no tenemos ni la más remota idea de si alguno de ellos es capaz de albergar vida porque actualmente no hay ningún instrumento, ni terrestre ni en el espacio, que pueda detectarla. Con suerte, esto cambiará con el HWO, capaz de observar en un rango desde el ultravioleta al infrarrojo cercano. 25 candidatosEl nuevo telescopio, en cuyo desarrollo se invertirán miles de millones de euros, tendrá unos seis u ocho metros de longitud, comparable al James Webb, la actual joya de la corona de la observación del universo. Se situará en el punto Lagrange 2 (L2), ubicado a un millón y medio de kilómetros detrás de la Tierra en la dirección opuesta al Sol. «Su principal objetivo será identificar y obtener imágenes de al menos 25 sistemas donde haya un planeta que por su masa y su entorno (las características de su estrella y la distancia entre ambos) pueda sostener vida», explica la astrofísica. Esto supone un esfuerzo sin precedentes. «Queremos observar un planeta muy cerca de una estrella miles de millones de veces más brillante. La primera idea que te viene a la cabeza es bloquear la luz de esa estrella, ¿verdad? Pero resulta que durante el proceso se generan reverberaciones, unos anillos de luz aún más intensos que la señal del planeta. Tenemos que desarrollar una ingeniería óptica muy compleja para que ese efecto no perjudique la calidad de la imagen», explica. Los 25 candidatos no están escogidos todavía, y podrían ser mundos que aún no se han descubierto. Deben girar alrededor de estrellas relativamente cercanas, a una distancia de entre tres y 50 años luz, para que en la imagen queden lo suficientemente alejados de su estrella y sea posible identificarlos. Una vez en su objetivo, HWO buscará ‘biofirmas’ químicas en la atmósfera del planeta, «gases como el oxígeno o el metano, que podrían indicar la existencia de vida, y pruebas de la presencia de nubes, clorofila, patrones globales de clima…». El observatorio «podrá detectar las señales de vida, pero difícilmente la vida organizada en sí misma». El máximo reto, asegura, supondría descubrir masas vegetales. «Imagínate que encontramos un planeta con vegetación, parecido a la Tierra. La comunidad mundial se volcará en seguirlo para ver si alberga vida. Y si tiene vida tecnológica, podríamos enviar un mensaje que llegaría en decenas de años. Filosóficamente, esto supondría un impacto enorme», dice. Gómez de Castro está convencida de que se encontrará al menos un mundo habitable. «Creo firmemente que tiene que haber más Tierras. Y no es una afirmación gratuita», asegura. Un bombardeo espacial«Hace un año, una misión de la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) anunció la primera detección de uracilo (un nucleótido que forma parte del ARN) en un asteroide que se llama Ryugu. Sabemos que la vida en la Tierra se originó hace unos 3.700 millones de años, lo que coincidió con un fuerte bombardeo de cometas. Puede ser que las bases de la vida llegaran a nuestro planeta desde el espacio. Eso implica que esas bases se producen de manera natural por reacciones químicas en el espacio. Lo único que necesitas es una estrella como el Sol, hielo, amoniaco y CO2, ingredientes muy abundantes. La vida podría surgir en cualquier punto del universo y además sería muy parecida a la que conocemos«, apunta. MÁS INFORMACIÓN noticia No ¿Y si la próxima pandemia la genera una inteligencia artificial? noticia Si Hallan el Ictiotitán, el reptil marino más grande de todos los tiempos, tan largo como dos autobusesEsa semejanza es una ventaja no solo a la hora de buscar un planeta habitable sino también por si algún día necesitamos dejar la Tierra. «Es que hay que ir ahí. Debemos conservar nuestro planeta, pero nuestra supervivencia como especie puede depender de ello», apunta. Defensora de la tradición científica española -«muy potente»-, Gómez de Castro sabe que cuando el HWO vuele estará «más que jubilada», pero no le importa. Estos grandes proyectos espaciales «son las catedrales modernas. Las empieza una generación y las acaba otra. Esa es la idea».
Leave a Reply