Ocurrió en enero de 2022, cuando Cindy Lauper bordeaba los 68 años y ‘Girls just wanna have fun’ alcanzó la histórica y nada desdeñable cifra de mil millones de visionados en Youtube. «Mucha gente no se da cuenta de que es una canción política. Cuando puse mis feministas manos sobre ella supe que quería convertirla en un himno para todas las mujeres», dijo entonces la cantante neoyorquina para explicar lo que le hizo al original de Robert Hazard y, en cierto modo, lo que aquel éxito estratosférico le hizo a su carrera. Porque casi de la noche a la mañana, en un parpadeo, Cindy Lauper pasó de la bancarrota, las versiones de Led Zeppelin y Joni Mitchell y los conciertos en bares de mala muerte a lo más alto de las listas americanas y británicas. A codearse con Michael Jackson, Bob Dylan y Bruce Springsteen en esa lluvia de estrellas que fue ‘We are the world’ y a rivalizar con Madonna en los tornos de acceso al Olimpo pop. A su favor, un registro vocal prácticamente único, como de cantante tirolesa atravesada por un cable de alta tensión, y una imagen excéntrica y colorida a juego con su pop extravagante y energético. Años antes, Lauper ya había tenido un fugaz escarceo con la fama cuando Blue Angel, la banda que compartía con John Turi, firmó con Polydor y fue número uno… ¡en Holanda!, pero tuvo que llegar ‘Girls just wanna have fun’, adelanto de lo que sería su disco de debut ‘She’s so unusual’ (1984), para que la cantante estadounidense se transformase en un fenómeno de alcance global. La canción, un torpedo de pop elástico y adhesivo, no tardó en convertirse en un himno para «adolescentes aburridos y jóvenes feministas», como celebró la prensa de la época, y en estribillo recurrente, mil millones y subiendo, con cada cambio de década. La cantante, durante la presentación del documental ‘Let the canary sign’ a principios de año REUTERSNormal que, a la hora de bautizar la gira de despedida que ha anunciado esta misma semana y que la llevará a recorrer Estados Unidos entre octubre y diciembre de 2024, la intérprete ni siquiera haya titubeado: ‘Girls Just Wanna Have Fun Farewell Tour’ y el pop como desahogo estético, como sinónimo de liberación. Como canario en la mina de lo que estaba por venir. A saber: abalorios como para surtir un mercadillo, pelo multicolor, excentricidad contagiosamente jovial. La entonces emergente MTV como plataforma de lanzamiento y su imagen como lienzo en blanco para dibujarse con forma de estrella. «Cuando me hice famosa por primera vez, sentí que todo el mundo simplemente vino y lo absorbió todo. Las joyas, el color, los corsés por fuera… todo», recordaba el martes Lauper en una entrevista con ‘The New York Times’.Documental biográficoEl canto del cisne de la neoyorquina llega tras una década larga alejada de las grandes giras y ocho años después de ‘Detour’, disco de versiones de country & western. La novedad, en este caso, la pone ‘Let the canary sing’, documental biográfico que repasa una carrera que prometía gozo y diversión y al final que ha tenido un poco de todo. Luces, sombras y Grammys primerizos como el que se llevó en 1985 por ‘She’s so unusual’, disco también coronado por ‘Time after time’, el ‘When you were mine’ de Prince, y ‘She bop’, canción atacada ferozmente por la derecha ultracatólica estadounidense por supuestamente promover la masturbación femenina. En pleno apogeo, y por más que los productores inicialmente querían a Madonna, Lauper fue uno de los fichajes estelares de la gran noche del pop de ‘We are the world’, donde, con permiso de Dylan, protagonizó otro de los momentos involuntariamente cómicos de la velada al volver majaras a los técnicos de sonido con su ajuar de collares, pulseras y pendientes tintineantes como de árbol de Navidad ambulante. Ninguno de sus discos posteriores tuvo un impacto tan perdurable como su debut, aunque ‘True colors’ y ‘ A night to remember’ registraron buenas cifras y Lauper apuró los ochenta convertida en icono feminista y activista del pop.Nacida en Brooklyn en 1953 y criada en Queens, creció ensayando las armonías vocales de los Beatles con su hermana y trabajó como pintora, vendedora de zapatos, camarera y cantante de ignotas bandas de versiones como Flyer. Se quedó sin voz, tropezó con un mánager sin escrúpulos y renació como estrella recién cumplidos los treinta. «Tuve que luchar para escribir toda mi vida. Por lo general, las mujeres con grandes voces cantaban canciones de otras personas. Eso siempre fue una lucha», dijo al ingresar en 2015 en el Salón de la Fama de los Compositores. Menos suerte tuvo el cine: aunque Steven Spielberg la llamó para participar en la banda sonora de ‘ Los Goonies’ y el éxito de ‘Girls just wanna have fun’ inspiró una película protagonizada por Sarah Jessica Parker (y en la que se negó a que utilizaran su canción), la crítica fue implacable con su actuación en ‘El secreto de la pirámide de oro’. No le quedaron muchas ganas de repetir y rechazó papeles en ‘Magnolias de acero’ y ‘Armas de mujer’, pero se desquitó años después cuando ganó en Emmy por su papel en la serie ‘Loco por ti’.Noticia Relacionada Primavera Sound estandar No Lana del Rey se consagra como reina del susurro majestuoso David Morán Sigilosa, bisbiseante y tremendamente impuntual, pero diva, al fin y al cabo, la neoyorquina se sobra y se basta para gobernar con guante de seda y mano de hierro la inmensidad de la plataforma marítimaEn los últimos años, Lauper ha combinado el lanzamiento de discos temáticos dedicados al blues con el teatro musical, las apariciones en Broadway, y las actuaciones junto a fans confesas como la cantante Nicki Minaj. Ha ganado un Tony por la música de ‘Kinky Boots, participó como actriz en ‘La ópera de los tres peniques’, de Bertolt Brecht y Kurt Weill, y se ha multiplicado en su activismo creando fundaciones como True Colors, destinada a ayudar a personas sin hogar, e impulsando el fondo Girls Just Want to Have Fundamental Rights. Una vida digna de ser contada y cantada que Alison Ellwood ha convertido en película y cuyo título hace referencia a lo que le dijo un juez a principios de los ochenta, cuando acabó litigando con su antiguo manager y el magistrado se puso de su lado con un golpe de mazo. «Let the canary sign (que cante el canario)«, dijo. Y hasta ahora.
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