Aarón Palacio, al rescate del martes y trece de San Isidro

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Aarón Palacio, al rescate del martes y trece de San Isidro

Si por el canto se conoce al pájaro y por el whatsapp al de la Moncloa, al torero se le conoce por los andares y por esa ambición que nace de la uña y la carne. Sólo en el quinto apareció, con un Aarón Palacio que cortó una cariñosa oreja por su entrega y su prometedor concepto, sin olvidar a sus paisanos, que empujaban desde el tendido con gritos de «¡torero, torero!». Si a las nueve y cuarto alguien paseaba por los aledaños de Las Ventas, se le haría la boca agua al escuchar aquellos «bieeenn» con acento maño. Fue el oasis de una tarde de desastre ganadero –la novillada de Alcurrucén anduvo tan mermada de poder y casta que opacó su noblota condición– y de debutantes que pisaban la catedral sin esa chispa de los novilleros hambrientos, como si tuviesen ya una finca y tres mercedes. Porque el conjunto era de pañuelo verde –dos se devolvieron y pudieron ser más–, pero los de luces tampoco mordían, pese a sus cositas, a sus quites, a sus detalles…A la hora de la cena, cuando aún quedaban dos dentro, los tendidos –más de 19.000 personas– maldecían este martes y trece: hasta los no supersticiosos saltaban escaleras y esquivaban al de la trenca amarilla para alejarse de aquel espectáculo inacabable. Fue entonces cuando Palacio miró al horizonte negro de los chiqueros, cogió su capote y se plantó de rodillas para recibir a Burlón a portagayola. Ahora sí se calentó la plaza: ¡un novillero en novillero! Con ganas de ser y muy buen estilo para serlo, con una mente bien amueblada. Traserísimo picarían al colorado de los Lozano –vaya tardecita echaron los del castoreño–, en el que Zulueta dejó una preciosa media. Tras un notable par de Sierra, llegó la apuesta a solas de Aarón. De hinojos se postró de nuevo mientras la Monumental guardaba silencio, roto en la magnífica apertura a dos manos. El público se volcó, el torero se entregó y hubo una conexión formidable. Fue este quinto (séptimo del festejo) el mejor, por su buena condición –aun sin humillar lo suficiente–, por su nobleza y por esa fijeza que se imantaba a las ilusionantes y firmes telas, con el colofón de unos naturales de ole. Se tiró a matar con fe el aragonés, aunque necesitó el uso del descabello. Ni eso le impidió pasear una oreja de consolación para la parroquia: la larga espera había merecido la pena, pues las nietas del abuelo de preferente ya se marchaban contentas. «Y yo, también».Apenas dijo nada Sergio Sánchez en su debut, con un primero de astifinísimas agujas. Zulueta, con el ‘nosequé’ de los elegidos, dejó los pasajes de más cadencia y belleza en su deslucido lote. Demasiado poco. No falló Curro Javier, tan torero en la lidia.Feria de San Isidro Monumental de las Ventas. Martes, 13 de mayo de 2025. Cuarto festejo. 19.776 espectadores. Novillos de Alcurrucén (incluido 2º bis) y Montealto (3º bis), algunos muy astifinos y toritos, blandos y sin poder, aunque noblotes; destacó el 5º, con fijeza y buen fondo. Sergio Sánchez, de lila y oro: estocada baja delantera (silencio); pinchazo, otro hondo delantero y feo y descabello (silencio). Aarón Palacio, de canela y oro: pinchazo y estocada desprendida y delantera (silencio tras aviso); estocada desprendida y dos descabellos (aviso y oreja con protestas). Javier Zulueta, de verde oliva y azabache, con chaleco en oro: estocada corta trasera y atravesada (silencio); estocada (silencio).

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