Nuevos datos sobre el origen de la bandera española

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Nuevos datos sobre el origen de la bandera española

Se ha hecho mayor nuestra rojita y gualda: cumple la niña predilecta 240 años, que se dice pronto. Porque fue un 28 de mayo de 1785 cuando, Real Decreto mediante, Su Majestad Carlos III la estableció como enseña distintiva de la Armada «para evitar los inconvenientes y perjuicios» que provocaba portar en los buques un pabellón de un tono tan popular como el blanco, el color de los Borbones. Y porque fue a partir de entonces que flameó con sus matices de fuego en los mástiles por mares y océanos, Mediterráneo y Atlántico, hasta 1843; el mismo año en que Isabel II abrazó su implantación y resolvió que se convirtiese en la bandera nacional.Historia patria con aroma a mar; pasado forjado sobre madera de navíos. «Siendo consciente de que la bandera nacional es de todos los españoles, creo que cualquier miembro de la Armada puede sentir una pequeña punzada de orgullo al pensar que le cupo a ella el honor de enarbolarla por primera vez en sus buques», explica a ABC el coronel Santiago Acosta Ortega . El director del departamento de Estudios e Investigación del Instituto de Historia y Cultura Naval (IHCN) está de enhorabuena. Por el aniversario, desde luego, pero también porque, tras meses de trabajo, la Armada ha presentado un extenso vídeo que narra la historia de la enseña y desvela nuevos aspectos sobre su origen.Las novedades han venido de la mano de Pilar del Campo Hernán . La directora técnica del Archivo Histórico de la Armada (AHA) llama a la cautela, pero no niega que, a base de escudriñar por aquí y por allá, hoy sabemos más que ayer sobre la rojigualda. «Afirmar que hemos hallado nuevos documentos sería decir mucho; siempre han estado en los archivos. Pero, por un lado, gracias a una lectura reposada y en profundidad de algunos de ellos hemos descubierto datos clave. Y, por otro, en el vídeo damos a conocer el decreto original que firmó Carlos III en 1785 ; un tesoro único desconocido para el público y que no se ha expuesto desde hace un siglo», comenta en declaraciones a ABC.Del mar a la naciónDos siglos, y casi medio más, han pasado desde que se obrara la magia; y así lo explica ‘ La bandera que vino del mar ‘, el vídeo que la Armada ha presentado y que atesora ya miles de visitas en su canal de YouTube. Se narra en él que Carlos III quiso paliar las dificultades de identificación con otras naciones que suponía para la marina contar en su popa con el pabellón blanco de los Borbones . Y se cuenta también que el monarca optó por dejar a un lado la dinastía en favor de unos tonos visibles. El resultado se coció a fuego lento. Antonio Valdés , ministro de Marina, presentó doce propuestas al monarca, y este se decantó por dos: una para los buques de guerra –la que ha pervivido– y otra diferente para la flota mercante.El 28 de mayo del año 1785, el sueño se materializó mediante un Real Decreto que ha pasado a la historia. En él, el monarca sentenciaba que, «en adelante, usen mis buques de guerra una bandera dividida a lo largo en tres listas, de las que la alta y la baja sean encarnadas, y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de en medio amarilla». Existe todavía cierta controversia sobre la selección de los colores. En el vídeo, sin embargo, el vicealmirante Enrique Torres Piñeyro , director del IHCN, sostiene que la elección fue consistente con la heráldica. «Las armas de Castilla eran castillos amarillos u oro sobre campos rojos. Además, figuraban leones rojos en sus escudos», sentencia. Por descontado, también eran utilizados por Aragón y Navarra.Diferentes banderas presentadas a Carlos III en el concurso ABCCaló la rojigualda en la sociedad, y el punto de inflexión fue la Guerra de la Independencia . «En ella, la Armada tenía una capacidad muy limitada para intervenir en el conflicto por mar, así que se dispuso a luchar en tierra junto al pueblo», explica Acosta a ABC. El director del departamento de Estudios e Investigación sostiene que las unidades de infantería y artillería de marina bregaron en el interior con sus banderas. «Los colores nacionales rojo, amarillo y rojo aparecieron entre las tropas de tierra en la bandera del batallón de Cazadores de Fernando VII de Valencia y en el batallón de Cazadores Extranjeros , al que ‘se le dio por bandera una corneta con los colores de la Marina de guerra’», añade. Hubo más casos en Cádiz y en la bien conocida Bailén, donde se entregaron a los soldados medallas conmemorativas que incluían cintas rojas, amarillas y rojas.Y de ahí, al estrellato. Narra Acosta que la nueva enseña se utilizó en el Juramento a la ‘Constitución de Cádiz’, cosa lógica debido a que había ondeado en buques y fortificaciones durante el sitio de la actual San Fernando. Aquello fue el impulso definitivo. «Fue allí donde estuvieron las primeras Cortes liberales que proclamaron la soberanía nacional, con lo que empezó a unirse a esta idea. Durante el levantamiento de Riego, en 1820, los constitucionalistas llevaban banderas rojigualdas, y las Cortes liberales, en su Reglamento para la Milicia Nacional, implantaron para ella la bandera de la Armada, aunque con tres franjas de la misma medida», completa. Así, Isabel II no hizo más que recoger el sentir popular en 1843, cuando, ya sí, la generalizó mediante un decreto.Un original que regresaLa Armada ha presentado también en este vídeo dos grandes novedades relacionadas con la rojigualda. La primera es un documento que Del Campo ha definido a ABC como «un verdadero tesoro histórico»: el Real Decreto del 28 de mayo de 1785. «Está manuscrito y rubricado por el rey Carlos III e iba dirigido al que fue un magnífico ministro de Marina: Antonio Valdés», explica la experta. Hasta ahora, afirma, el público había podido disfrutar en los museos de alguna de las mil copias que se mandaron distribuir entre las más altas autoridades de la época. «El original no se ha expuesto desde hace un siglo. Es único y un gran desconocido».Original de Carlos III fechado el 28 de mayo de 1785 AHAEl camino que ha hecho por la historia este documento tampoco tiene desperdicio. Del Campo ha descubierto que descansa en Madrid desde 1785, cuando el monarca lo envió a la ciudad desde Aranjuez, sede de la corte. En algún momento del siguiente siglo y medio fue incluido en la Sección Histórica de los archivos del Ministerio de Marina debido a su importancia. Allí fue redescubierto en los años veinte del pasado siglo. «En 1925, por Real Orden del 31 de diciembre, el ministro dispuso que se exhibiera en la Biblioteca Central del centro ‘para su difusión y estudio’ por su ‘excepcional importancia y extraordinario valor histórico’», añade Del Campo. Tras su regreso, añade, «fue guardado y nunca más ha sido expuesto». De hecho, había permanecido olvidado hasta que un cabo primero lo halló en 2019.Convoy inglésLa segunda novedad se relaciona con los preparativos orquestados por el ministro de Marina para la manufactura de las rojigualdas una vez aprobado el decreto. Y es que nada se hizo al albur. «El documento no se improvisó. Se firmó tras deliberaciones del Rey con sus ministros y consejeros sobre la forma que debía adoptar la bandera», añade Del Campo. Durante los meses previos al Real Decreto, entre febrero y marzo, se contactó con los mejores tejedores de la Monarquía hispánica en busca de su trabajo y de su consejo. A Esteban de Gaztambide , comisario general de Granada, donde se elaborarían parte de las banderas, se le exigió exquisitez a la hora de fabricar las lanillas. En concreto, «que se haga tupida y delgada, haciendo afinar cuanto fuese posible las hilazas y que sus colores sean los más finos y permanentes».Detalle de un mapa de época que muestra la captura del doble convoy AHAY hete aquí que se obró la magia. Al revisar en profundidad la documentación de la época, Del Campo se topó con una carta que incluía un dato que los investigadores habían pasado por alto durante dos siglos. En un intercambio de cartas, Valdés solicitó el 22 de marzo a Gaztambide, mediante Real Orden, muestras de lanillas «encarnadas y amarillas de las apresadas en el convoy inglés ». En palabras de la experta, lo más plausible es que el ministro se refiriera a un evento clave para la historia naval y militar de la Monarquía hispánica : la captura de medio centenar de barcos británicos el 9 de agosto de 1780 por el director general de la Armada, Luis de Córdova y Córdova.Según Del Campo, aquella victoria fue lo bastante sonada como para que el ministro se refiriera a ella sin muchos más datos que la captura «del convoy inglés». «Es un pequeño detalle que ha pasado inadvertido, pero está claro que, para elaborar las banderas, se compararon las lanillas inglesas capturadas con las españolas», dice.Carta en la que se solicita el envío de lanillas inglesas AHAEl objetivo, con todo, no era burlarse de los británicos, sino conocer la calidad de unas y otras y decidir cuáles utilizar en la enseña rojigualda. Aunque Del Campo no puede evitar reírse cuando le preguntamos cuál fue la seleccionada: «Evidentemente, al ver las muestras del archivo, te percatas al instante de que las nuestras eran más tupidas y de colores más vivos». Les volvimos a vencer, vaya.El origen de aquellas lanillas inglesas tiene también su miga. Del Campo mantiene que «lógicamente, los buques de guerra debían llevar lanas para que, en el caso de que perdieran la bandera, pudieran elaborar otra nueva». Así que la comparación se hizo sobre los pabellones del eterno enemigo.La conclusión es que, 240 veranos después, nuestra rojigualda sigue deparando sorpresas.

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