¿Se están radicalizando las jóvenes en la defensa de sus postulados? La pregunta no tiene ni una respuesta fácil ni concluyente, pero la voz de alerta se da en sociedades occidentales como la norteamericana por parte de estudiosos que tienen claro que esa contestación no gustará, especialmente a los progenitores. Dos de ellos son el psicólogo estadounidense Jonathan D. Haidt , profesor de Liderazgo Ético en la Universidad de Nueva York y autor de los ‘bestsellers’ publicados aquí por Planeta –’La transformación de la mente moderna’, con Greg Lukianoff, y ‘La generación ansiosa’–; y una de las mayores investigadoras del tema, la profesora de la Universidad de Stanford Alice Evans. Evans asegura que «la generación Z no es una sola, ya son dos».Noticia Relacionada estandar No «Es hora de boicotear a todos los hombres»: el movimiento viral que gana fuerza al volver Trump Alexia Columba JerezAmbos afirman que las mujeres han encontrado el caldo de cultivo perfecto para extremar sus argumentos en las incubadoras primarias, las universidades, donde además ellas (en la horquilla de 18 a 30 años) son más en número que los varones, y donde «han pasado –dice Gonzalo Figar de Lacalle, director del grado en Filosofía, Política y Comunicación de la Universidad CEU San Pablo–de graduar a generaciones ecuménicas, académicamente abiertas, a generaciones que deciden quién puede impartir una conferencia y quién no». Haidt, además, culpa como semillero y catalizador de las nuevas tendencias sociales a las redes y los teléfonos móviles, cuestión inapelable para los expertos consultados por ABC. En esencia aquí no hay diferencia entre mujeres y hombres: pasan siete horas de media al día alejados de un entorno social que forje un espíritu crítico, afirman el psicólogo clínico José Antonio Luengo y el catedrático de Sociología en la Universidad de Zaragoza José Ángel Bergua. «Están sociabilizando de una manera muy distinta a cómo se hacía antes, acceden a información banal, no acuden a lecturas profundas» y esto deja huella en una «generación ansiosa» –parafraseando a Haidt– con una epidemia de problemas mentales. Aunque hay opiniones discordantes, como la de Bergua, que sostiene que ambos sexos son «igual de influenciables» por las redes, ellas se muestran más permeables a las políticas identitarias de género y, por tanto, a una respuesta contestataria a la desigualdad.Y ahí llega el tercer indicador. Ese que Luengo, también catedrático de Enseñanza Secundaria, en contacto continuo con grupos de adolescentes, ha observado «tanto» en nuestro país. El choque de trenes. ¿Qué fue antes: la polarización política o de género? Pocos saben responder: «Seguramente llegaron al unísono, en paralelo», afirman Luengo y Figar. En suma, universidad, redes sociales y autopercepción de las diferencias de género. Tres factores que polarizan a la generación Z. ¿El riesgo? «La colisión», dice el primero. «Dejarse llevar por una narrativa posmodernista tóxica; como la lucha entre la oprimida y el opresor», sintetiza el segundo. Las opiniones de los expertos José Antonio Luengo, psicólogo y catedrático de Enseñanza Secundaria «Una vez que uno abre la vía de presencia y valoración de sus posibilidades, la derivada puede ser la de la radicalización» Gonzalo Figar de Lacalle, director del grado en Filosofía, Política y Comunicación Univ. CEU San Pablo «La política se ha emocionalizado y la izquierda se apropia de la empatía de la mujer, preocupada por el clima y los desfavorecidos» Pablo Simón, profesor de Ciencias Políticas de la Univ. Carlos III de Madrid «En términos empíricos, la radicalización no aparece. Y las mujeres tienen menos propensión a votar a partidos extremos» José Ángel Bergua, catedrático de Sociología en la Universidad de Zaragoza «¿Quiénes nutren los nuevos movimientos sociales? En su estudio hay presencia de más jóvenes, mujeres y de izquierdas» Por lo general, ¿quiénes nutren los nuevos movimientos sociales? El profesor en la Facultad de Economía y Empresa de la Unizar lo detalla a partir de estudios internacionales: «Nos hablan de mayor presencia de jóvenes, cada vez más jóvenes, de clase media (lejos de aquella idea de antaño de la reacción en las clases más bajas) y de una proporción mayor de mujeres». También de aquellas que se significan cada vez más como «de izquierdas», aunque esos movimientos tienen una composición bien diferente a los partidos políticos clásicos, señala.La explosión del MeTooLo que es clarividente para los analistas es que el movimiento MeToo –que comenzó en 2017 y se extendió como fenómeno global en 2018 – disparó el hecho de que las mujeres comenzasen a reconocer sus posibilidades de cambiar las cosas si alzaban su voz y a partir de ahí, «la derivada puede ser la de la radicalización, porque es muy fácil no detenerse», enfatiza el psicólogo, que completa: «Buscan la igualdad pero no es difícil encontrar senderos más extremistas. Hay un sentimiento de que si yo, desde abajo y subyugada, he llegado y se me escucha en el espacio público, ahora veo todas estas causas y se espera que me alinee con los más ocultados, los marginados…». Por decirlo de otro modo: «Me armo en argumentos y se producen transferencias muy fáciles con otros colectivos que visibilizan la diferencia o la vulnerabilidad. Y es que cuando el activismo entra en tu vida, aparecen nuevos argumentos que te llevan a pensar en dar un paso más». En sintonía, el profesor del CEU indica que la respuesta femenina es ahí situarse del lado de conflictos latentes –se han dado actos vandálicos protagonizados por las jóvenes en defensa, por ejemplo, de los gazatíes o contra el pueblo judío– y causas sociales como parte de su «propósito» de vida, menta. Figar invoca que el feminismo más exacerbado ha intentado sepultar que ese propósito antes era la familia , pero ahora, por influjo de ese impulso más extremo, «la maternidad se ha devaluado y se concibe como una especie de enemigo o afrenta».La izquierda gana terreno gracias a la «emocionalización de la política», cita Figar. «Se apropia de una característica natural de la mujer, que es la empatía, y le dice que ella representa esas causas de los desfavorecidos». Otros casos que recoge la prensa mundial remiten a que cada vez más mujeres integran corrientes como ‘Just Stop Oil’, prolongación de ‘Extinction Rebellion’, o Futuro Vegetal, por poner solo ejemplos de «colectivos de desobediencia civil» en defensa del planeta. Bergua apuntilla: «Hasta los años 50 del siglo XX, estas causas se condensaban en las etiquetas ideológicas de marxistas, anarquistas, comunistas, socialistas… Y desde esa clasificación se interpretaban todas las cuestiones étnicas o económicas. Esto ha cambiado y ahora hay un ‘ista’ específico para cada conflicto». Sin estudios en EspañaEn nuestro país, empero, faltan estudios que demuestren la mayor presencia de mujeres enroladas en una nueva ola de activismo radical. Lo asegura el Real Instituto Elcano, que facilita los únicos informes sobre el «papel cambiante en la radicalización de las mujeres» en la defensa del salafismo islamista y su implicación en la lucha yihadista. «Hasta 2014 en las bases de datos no aparecía ni una sola mujer por esta causa; entre 2013 y 2016 son el 14,5% de los detenidos. La mayoría, captadas en espacios virtuales», citan los análisis aislados del Elcano.Con estas cartas sobre la mesa, los estudiosos sí consensúan que en España no ha explosionado un extremismo en alto grado como en otras sociedades, afirma Figar. «No compro la asimetría por sexos» , advierte el politólogo Pablo Simón, porque «no hay datos empíricos». No obvia que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) recoge ese lento y gradual viraje de las jóvenes hacia posiciones más liberales y de sus contemporáneos hacia la derecha. Pero, se resiste el profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid, «hasta ahora lo que vemos es que las mujeres tienen menos propensión a votar a partidos extremos». Varía según el país y depende de circunstancias como que la candidata sea mujer (ha ocurrido en Alemania con la AfD de Alice Weidel), añade. El británico ‘Financial Times’ publicó el pasado mes de enero un artículo sobre el ‘gap’ mundial de género , con una cosmovisión claramente diferenciada entre hombres y mujeres. En dicha publicación se da cuenta de cómo tanto en EE.UU., Reino Unido, Alemania y hasta sociedades orientales como Corea del Sur y China, las mujeres sacan entre 25 y 30 puntos porcentuales a los varones en posiciones más a la izquierda. Esta brecha se ha abierto en solo seis años, desde el MeToo . Los géneros van por separado, cada vez más. Volviendo al inicio y a Haidt, éste lo advertía en la introducción de su libro: «En Europa sucederá lo que en Estados Unidos un tiempo atrás». De hecho, el CIS sí atestigua el repliegue de los jóvenes a la hora de conquistar la equidad. «Esos hombres que sí están contentos de avanzar se oponen a que sea de esta forma: llamándome ‘maltratador’, ‘acosador’ o llevando el debate al extremo. El joven varón responde a la contra y entonces la igualdad da un paso atrás», revuelve Luengo.

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