Llegó otro director estrella a la competición, Wes Anderson , y como era previsible hubo que pasar el trago de su película, que era igualita a todas las suyas. Se titula ‘La trama fenicia’ y nada más abrirse el telón uno ya sabe que está en cualquiera de las películas que ha hecho este director, que tienen un sello inconfundible, por sus colores pastel, sus encuadres de viñeta, la ambientación y el vestuario y tono actoral de sus intérpretes… Si se deja fuera ‘Fantásico Sr. Fox’, su único título realmente ingenioso y rescatable, el resto de sus películas se meten en un cóctel, se agita, se llenan con ello varias copas y ya tiene uno la filmografía completa de Wes Anderson, con su mismo color, apariencia y sabor. ‘La trama fenicia’ ni es trama ni es fenicia, tiene un personaje principal (Benicio del Toro) alrededor del cual surgen otros que apenas tienen papel y que están interpretados por estrellas, como Tom Hanks , Scarlett Johansson, Benedict Cumberbatch , Bill Murray, Jeffrey Wright o Bryan Cranston…, y ¿qué hacen ahí?, pues probablemente divertirse porque han acudido a la llamada de Wes Anderson en varias de sus películas. Y, también probablemente, se divierten porque no tienen gran cosa que hacer salvo, digamos, el tonto. La pena es que ese divertimento no se transmita al patio de butacas.La música de Alexander Desplat, habitual e insufrible en sus películas, y un imperceptible cambio en el director de fotografía, que no es, como siempre, Robert D. Yeoman, sino Bruno Delbonnel, no ayudan a hacer la digestión de un argumento pastoso y de una narrativa entre tintinesca y bufa. La pregunta sobre esta y otras películas de Anderson es si, como todo hace pensar, está urdida y presentada en un tono burlesco y chirigotero, como con evidente voluntad de hacer gracia, ¿por qué no tienen ni pizca de esa gracia? Benicio del Toro se esfuerza en no ser serio, el texto y las situaciones grotescas, también, pero no hay forma de que parezca otra cosa más que algo ya visto, sabido y poco reído.Noticia Relacionada Festival de Cannes estandar Si Linklater y Lynne Ramsay animan la competición con ‘Nouvelle Vague’ y ‘Die, my love’ Oti Rodríguez Marchante La primera trata sobre el rodaje de ‘À bout de souffle’, de Godard. La segunda es un drama en el que se habla de la pareja, del amor y de los golpes de la convivencia, protagonizado por Jennifer Lawrence y Robert PattinsonTal vez haya alguien por ahí que sí tenga algo que rascar en el cine de Wes Anderson, pues que se vayan limando las uñas porque en ‘La trama fenicia’ van a tener que apretar fuerte.La otra película en la competición, la brasileña ‘Agente secreto’, era otra cosa completamente distinta. La ha dirigido Kleber Mendonça Filho, muy conocido aquí en Cannes porque ha venido en varias ocasiones (‘Bacurau’, ‘Doña Clara’) e incluso ha ganado algún premio. Al contrario que la de Anderson, ‘Agente secreto’ sí que presenta una trama y cuenta una historia narrativamente compleja pero muy interesante durante la dictadura militar de Ernesto Geisel. El personaje central es un profesor, del que se cuenta su historia en varios tiempos de huida por Pernambuco y su capital, Recife. Una película de personajes, ambientes e intriga, con algunas secuencias magníficas, como la persecución del asesino a sueldo.El protagonista es Wagner Moura, que le otorga a su personaje mucho enigma, maniobra y humanidad, y el argumento, que lo recoge en su presente en peligro y en el pasado que lo llevó a esa situación, se va narrando de modo paulatino y entre personajes todos interesantes, los que lo amparan y los que lo persiguen para matarlo. En cierto modo, la película está conectada al menos en espíritu con la última de Walter Salles, el otro gran director brasileño, ‘Aún estoy aquí’.’La ola’, de Sebastián LelioY fuera de la competición, pero con mucho más y mejor comentario que varias de las que hay dentro, se ha proyectado ‘La ola’, del chileno Sebastián Lelio, una película de alto riesgo por varios motivos. Es un drama juvenil, es un musical complicado y es una historia de feminismo radical, y todo ello mezclado en una puesta en escena que apabulla por su ambiente, por su cámara y por la entrega de cientos de chavales que llenan de baile y consignas la pantalla. La historia alude a una situación real, un estallido de protestas y manifestaciones en el campus universitario contra el acoso y abuso de profesores (y alumnos) a las estudiantes.La protagonista es Julia, estudiante de canto, y en su mala experiencia con un joven profesor se apoya el grueso del movimiento feminista. El desarrollo es previsible, aunque al estar salpicado de números musicales y de coreografías multitudinarias no lo parece; Lelio impregna la historia del vocabulario y fraseo más pujante del último feminismo, casi con un punto como de burla, con mucha ‘sororidad’, ‘empoderamiento’ y ‘yo sí te creo, compañera’, pero deja sitio para la duda y la reflexión, y del mismo modo que las víctimas se niegan a dar nombres y hechos, el director elude la escena entre Julia y el maestrillo en la que supuestamente abusa de ella, aunque ni siquiera Julia está segura. Y en ese exceso de extremismo y ‘sororidad’, también deja una crítica Sebastián Lelio a los malos modos, las acusaciones rápidas y a la indefensión a ambos lados. Es un drama musical triste y entretenido y vistoso.

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