«Un neurótico con ansias de muerte»: las oscuras intrigas de Hitler para conquistar el poder

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«Un neurótico con ansias de muerte»: las oscuras intrigas de Hitler para conquistar el poder

El 30 de enero de 1933, los seguidores de Hitler se reunieron a las puertas de su residencia en Berlín, el hotel Kaiserhof, poco después de las once de la mañana. Minutos antes, el presidente de la nación, el anciano Paul von Hindenburg , había cedido finalmente a las presiones y nombrado canciller al líder de los nazis. En las calles de Alemania reinaba la tensión ante el inesperado giro de los acontecimientos. «Ha llegado el momento. ¡Es como un cuento de hadas! Todos tenemos lágrimas en los ojos. Le damos la mano a Hitler. Se lo ganó. ¡Qué gran júbilo!», anotaba en su diario Joseph Goebbels , jefe de Propaganda del partido. Al mediodía, el nuevo canciller regresaba al hotel acompañado de los aplausos y las ovaciones de sus seguidores. Por la noche, las SA celebraban su nombramiento con una procesión de antorchas. «No me hubiera esperado esta solución y, mucho menos, tan rápido», observó el conde Harry Kessler, que calificó al mandatario de «neurótico con ansias de muerte». «Su nombramiento fue una sorpresa para sus seguidores y sus oponentes. Casi nadie esperaba ya en ese momento que llegara al poder. Su movimiento parecía estar en declive. Que lo lograra fue el resultado de un oscuro juego de intrigas entre bastidores, en el que el círculo de asesores del presidente Hindenburg, sobre todo el ex canciller Franz von Papen , movió los hilos», explica a ABC Volker Ullrich, autor de ‘El fracaso de la República de Weimar’ (Taurus).Su nuevo ensayo es una crónica detallada y turbadora sobre cómo se perpetró el fracaso del experimento democrático alemán entre 1919 y 1933, que desembocó en la guerra más devastadora de la historia de la humanidad. «Hace algunos años, yo mismo nunca hubiera pensado que, tras las terribles experiencias del nacionalsocialismo, un partido de extrema derecha como Alternativa para Alemania (AfD) podría volver a crecer tanto como lo ha hecho. Ese estremecimiento fue una de las motivaciones de mi libro, junto con la preocupación por el auge de otros movimientos populistas de extrema derecha en Europa y Estados Unidos», justifica el autor.Noticia Relacionada Crece la extrema derecha estandar Si Hitler, el fantasma del que Alemania no ha podido librarse ni en la actualidad Israel Viana En los 80 años transcurridos desde su muerte, el recuerdo del dictador nazi ha sido combatido y elogiadoEl veterano periodista alemán –que ya publicó ‘Ocho días de mayo. De la muerte de Hitler al final del Tercer Reich’ (Taurus, 2023)– se centra ahora en los aspectos que contribuyeron a este derrumbe, con la mirada siempre puesta en el actual ascenso de la extrema derecha. En el camino, no se olvida de las consecuencias de la derrota y la humillación sufridas por sus compatriotas en la Primera Guerra Mundial y las duras condiciones impuestas por el Tratado de Versalles, que generaron un clima de injusticia y resentimiento entre la población. Tampoco de la hiperinflación que devastó la economía germana y destruyó los ahorros de la clase media, aumentó los desempleados y generó una gran desesperación con el posterior crack de 1929. El descontento socialVolker defiende que ese descontento social fue uno de los factores que más favoreció el ascenso del nazismo, pues Hitler lo aprovechó para prometer soluciones rápidas y fomentar la violencia en las calles. «No obstante –advierte–, el principal error fue subestimarlo, ya que eso marcó su peligrosa carrera política. Si, por ejemplo, tras su fallido golpe de Estado en Múnich en 1923, hubiera sido condenado a más años de prisión, difícilmente habría podido regresar a la política. Sin embargo, fue liberado un años después. El Gobierno pensó que no representaba ninguna amenaza, lo que fue un grave error, al igual que la política económica de austeridad que impuso el canciller Heinrich Brüning en 1930, que agravó la crisis. El número de parados aumentó drásticamente hasta superar los seis millones en febrero de 1932». ‘El fracaso de la República de Weimar’ Autor: Volker Ullrich Editorial: Taurus Páginas: 494 Precio: 23,65 eurosA pesar de ello, el camino de Hitler no fue una marcha victoriosa, imparable y triunfal, sino un camino tortuoso y lleno de conspiraciones. Es verdad que el Partido Nazi (NSDAP), impulsado por el hartazgo de los alemanes, coronó su ascenso en las elecciones nacionales del 31 de julio de 1932 con un 37,3% de los votos. Se convirtió en la formación más poderosa de Alemania y su líder, confiado por la victoria, lo apostó todo a una sola carta: exigió la Cancillería para él y los ministerios clave para los suyos.Llegamos a una de las fechas clave: el 5 de agosto de ese año. Hitler se reunió en secreto con el general Kurt von Schleicher , ministro de Defensa y hombre fuerte del gabinete recién formado por el nuevo canciller Von Papen, y salió convencido de que este le apoyaría para asumir la Cancillería. «Todavía no puedo creerlo, estamos en los umbrales del poder», escribió Goebbels. Sin embargo, la decisión recaía sobre el presidente Hindenburg, que se negaba a entregárselo. «El viejo se resiste. No quiere a Hitler como canciller, y este es un requisito indispensable para nosotros», admitió después. Las críticasEn una nueva reunión, la mayoría de los ministros aceptó que los nazis tuvieran participación en el Gobierno, pero sin confiarles la dirección del Estado. Von Papen reaccionó ofreciéndole el cargo de vicecanciller, intentado que las aguas volvieran a su cauce, pero Hitler lo rechazó de forma categórica: como líder del partido más votado, creía que no se le podía exigir que se subordinara a otro canciller. Esa ambición, sin embargo, le pasó factura, hasta el punto de que dentro y fuera del NSDAP empezó a ser criticado. La opinión pública empezó a verle como un político al que solo le importaba el poder, no el bienestar de su país. «Había apostado demasiado alto y parecía haber perdido. En las elecciones parlamentarias de noviembre de 1932, el partido nazi perdió votos por primera vez de forma significativa. El prestigio de Hitler quedó dañado. Que el partido saliera de esa crisis se debió menos a su propia fortaleza que al apoyo externo de fuerzas conservadoras que creían poder utilizar a Hitler en su beneficio, pero se equivocaron».La frustración de las SA se desbordó y provocaron más actos violentos con numerosas víctimas. El Gobierno decretó que «el homicidio por motivos políticos» sería castigado con la pena de muerte, lo que no impidió que cinco miembros de esa organización paramilitar entraran en la casa de un seguidor del Partido Comunista alemán, en la Alta Silesia, y lo mataran con crueldad ante la mirada de su madre. Cuando fueron condenados a la pena capital, Hitler expresó su solidaridad con ellos por la «escandalosa sentencia sanguinaria» y declaró públicamente que se sentía «unido a ellos por una lealtad incondicional». La violenciaEl futuro dictador se quitaba la máscara, mostrando su desprecio por la democracia. «Aunque repetía que quería llegar al poder por medios legales, solo eran declaraciones de puertas para afuera. Las SA perpetraron más ataques contra sus enemigos. Alemania vivía prácticamente en estado de guerra civil. La ilegalización de las SA decretada por el canciller Heinrich Brüning en abril de 1932 fue levantada, en julio de ese año, por su sucesor, Von Papen. Los grupos de choque de las SA dominaban las calles. Apenas hubo resistencia popular, sobre todo, debido al desempleo masivo, que había llevado a una gran desmoralización en amplios sectores de la población, incluida la clase obrera», subraya Ullrich. Al presidente Hindenburg solo le quedaba una alternativa: elegir como canciller al general Von Schleicher, que no dudó en conspirar a sus espaldas y traicionar a su amigo Von Papen, el mismo que le había nombrado ministro de Defensa. En Nochebuena, Goebbels anotó su amargo balance del año: «Todo 1932 fue una racha continua de mala suerte. Habría que hacerlo añicos». A pesar de todo, Hitler siguió mostrándose intransigente en el Mensaje de Año Nuevo, como si las críticas no le afectaran: «Estoy decidido, hoy más que nunca, a no vender el derecho de primogenitura de nuestro movimiento a cambio del plato de lentejas que es la participación en un Gobierno sin poder». Y añadió: «Lucharé hasta el último aliento».Cuando empezó 1933, todo el mundo daba por muerto al jefe de los nazis. Un editorial del diario ‘Frankfurter Zeitung’ se preguntaba: «Desengañado por el fracaso, ¿encontrará por fin Hitler, que en su éxtasis de victoria quiso ser César y el Mesías al mismo tiempo, el camino hacía una forma responsable de cooperación?». Fuera de Alemania también creyeron que su caída era inevitable y Schleicher, en los dos meses que fue canciller, aseguró que «el peligro del nacionalsocialismo se ha superado». Pero como advertía Ullrich, le subestimaron, pues seguía conspirando en la sombra, aprovechando el drama de que en enero se superaron los seis millones de parados. La decisión de HindenburgDos semanas después ocurrió lo que nadie esperaba: Hitler fue nombrado canciller. El sorprendente giro se debió a un nuevo «juego tenebroso de intrigas entre bambalinas con unos pocos actores moviendo los hilos», subraya el periodista. La figura decisiva fue el presidente Hindenburg, quien, a pesar de tener 85 años, «poseía una frescura intelectual asombrosa y fue en todo momento consciente de su decisión». El movimiento más importante fue un encuentro secreto entre el líder nazi y Von Papen en Colonia, que el respetado politólogo e historiador alemán Karl Dietrich Bracher calificó como «la hora del nacimiento del Tercer Reich». La reunión estuvo llena de reproches y cuentas pendientes, pero Von Papen quería vengarse de Schleicher por haberle forzado a abandonar la Cancillería un mes antes. Hitler, por su parte, creía que, si llegaba a un acuerdo, podría escapar del callejón sin salida en el que estaba metido y superar, por fin, la resistencia de Hindenburg. Von Papen le propuso una división del poder con él como canciller y los nazis con los ministerios más importantes: Defensa e Interior. El futuro dictador se negó de nuevo, pero se mostró dispuesto a incorporar seguidores de su interlocutor en un gabinete dirigido por él. El encuentro se filtró a la prensa con titulares como ‘Hitler y Papen contra Schleicher’ y la noticia causó sensación en todo el mundo. A esto le siguieron dos reuniones más. ‘Progresa la idea de un gobierno de concentración nacional con Hitler a la cabeza’, se leía por primera vez en ABC el 18 de enero. El líder nazi resurgía de las cenizas y se volcó en las elecciones regionales de Lippe-Detmold. Quería demostrar que el NSDAP había superado su crisis y recuperado su antiguo vigor. En diez días, dio 16 discursos allí acompañado de figuras importantes del partido como Goebbels y el futuro ministro Hermann Göring . «¡Debe andar muy mal el Partido Nazi si su gran ‘Führer’ tiene que ir en persona a los pueblos más pequeños!», se leía en la prensa. Una vez más, se equivocaban. Consiguió 40.000 votos, 6.000 más que en los comicios de noviembre, y fueron claros vencedores. La última reuniónEn una nueva reunión, Von Papen dio a entender entonces que estaba dispuesto a apoyar el nombramiento de Hitler y a conformarse él con el puesto de vicecanciller. Finalmente, el 30 de enero de 1933, la tragedia se consumó, pues convenció a Hindenburg y el presidente cedió. «¿Estoy soñando o despierto? Me encuentro sentado en el despacho del canciller», le escribió Rudolf Hess a su esposa. Hoy todo el mundo coinciden en que aquella nefasta decisión fue un punto de inflexión en la historia, el inicio de un proceso político que terminó en el asesinato de millones de personas con el Holocausto. Von Papen reconoció más tarde que fue «un enorme error».Y, últimamente, mucha gente se pregunta si el mundo ha olvidado que las democracias son más frágiles de lo que creemos y que, si no las cuidamos, pueden morir. «La conciencia del peligro que enfrentan se perdió tras el giro histórico de 1989. Hoy vemos que las democracias occidentales están bajo presión en todo el mundo. Estados autoritarios como Rusia y China las desafían en términos de poder político. Y en Estados Unidos, Trump ha demostrado que no duda en atacar a las instituciones democráticas. Además, en casi todos los países de Europa, los partidos y movimientos populistas de extrema derecha están en ascenso, como AfD en Alemania», apostilla Ullrich.

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