Se respiraba un ambiente descomunal, un runrún que trascendía cualquier otra tarde. Llegaba ese que algunos llaman el Bruce Springsteen del toreo, la figura indiscutible que colgó en apenas catorce horas el cartel de ‘No hay billetes’, el de máxima expectación de la feria. A las seis y cuarto abandonaba su suite del Palace para dirigirse a Las Ventas, donde una marabunta aguardaba su llegada. Tanta que hasta dificultaba el acceso al túnel sagrado. De lima y oro viejo, en un homenaje a su tierra natal, vestía el peruano, en su séptimo paseíllo de la temporada: todos en plazas de primera, todos con toros de primera. Completamente cinqueña era la corrida de Victoriano del Río elegida por el equipo de Roca, un conjunto serio y hechurado, pero en el que las bolitas de la suerte no cayeron en su lote, sino en el de sus compañeros: los dos embistieron a Emilio de Justo, con un cuarto de bandera en el que se sintió de nuevo torero de Madrid, y el triunfo arrastraba el sexto, al que pinchó Tomás Rufo después de la faena más rotunda y aclamada. Formidable el lío del toledano, desatinado con la espada. La corrida era para que a las 19 salidas a hombros que se han conseguido con esta divisa en Las Ventas se sumaran dos más. Pero ahí el único que se aupaba en volandas en la imaginación era don Victoriano del Río, un ganadero de Puerta Grande. Honores para este criador de toros, que atesora en la Comunidad de Madrid la divisa de más bravo fondo. Así se viene a la capital, ganadero. Con la seriedad que da el trapío y con la seriedad que dan la casta y la bravura. Colocando la cara salió ya el que estrenó el capote de Emilio de Justo, con más actitud que el día anterior, gustándose en el galleo por chicuelinas. Reunido y muy templado sería el quite por ese palo de Andrés, al que Emilio replicó con otras de mano baja pero algo forzadas. ¿No había otra cosa? Qué hartazgo: Chicuelo debe de pegar respingos…El extremeño buscó el refugio del 6 por el viento con un Encaminado que prometía con su ritmo, con su prontitud, con esa manera de colocar la cara. De más acompañamiento que mando pareció la faena, que, además, pinchó. Sí se volcó con fe en el Bocinero cuarto, otro toro de más de seiscientos kilos que vuelve a embestir en San Isidro. ¡Y cómo lo hizo! Qué son más extraordinario. Para gozarlo y sentirlo, como ahora sí haría De Justo en una obra ‘in crescendo’, con pasajes de embelesador aroma, en la que el de Torrejoncillo se sintió de nuevo torero de Madrid. Cortó una oreja de verdad, aunque el lote era para cimbrearse a hombros por la calle de Alcalá. En su tizona tenía la llave Tomás Rufo en un sexto que, pese a gustar menos de salida, embistió con excepcional categoría. De lujo por el izquierdo, la mano de contar los billetes. Y de cine, templadísimo, al ralentí, lo toreó el de Pepino en una faena para encumbrarse –se crece a la vera de Roca Rey–. A ‘revientacalderas’ pusieron los tendidos Sánchez y Blasco con los palos. Sabedor de que Alabardero escondía un premio gordo, el matador brindó al público, con tantas caras jóvenes y con mucho rostro famoso. Hasta quienes lo protestaban acabaron aplaudiendo a Alabardero, que sacó un fondo de bravura para llevarse las pajuelas –¡cuántos testículos va a cortar el ganadero esta feria!–. Rufo, con ese temple que ha bebido en las fuentes de los Lozano, dibujó naturales soberbios, de los que desencadenaban el ole y el rugido venteño. Sonreía don Victoriano desde su burladero con la profundidad de Alabardero, que hasta hizo el avión. Por los dos lados embistió, pero por el zurdo era de oro, como se vio en ese torero epílogo en el que seguía yendo hasta el final, con esa excelencia de la entrega. Faltó la rúbrica y los pinchazos dejaron la gloria en una vuelta al ruedo. Prometía el tercero, pero se lastimó en el inicio de rodillas –interminable un muletazo– y aquello se disipó. Feria de San Isidro Monumental de las Ventas. Viernes, 23 de mayo de 2025. Cartel de ‘No hay billetes’. Toros de Victoriano del Río, bien presentados y serios; de bravo fondo y con entrega dentro de su variado juego; destacaron 1º, 4º y 6º; el más geniudo fue el 2º. Emilio de Justo, de nazareno y oro: tres pinchazos y otro hondo (silencio); estoconazo (oreja con cierta petición de otra). Roca Rey, de lima y oro: pinchazo y estocada desprendida (silencio); pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio tras aviso). Tomás Rufo, de verde y oro: cuatro pinchazos y descabello (silencio tras aviso); dos pinchazos y estocada (vuelta al ruedo).El de más geniudo temperamento, el de mayor peligro, le tocó a Roca Rey. Impuesto se llamaba y, ya se sabe, no hay impuesto alegre. Mucha calidad asomaba el quinto, que se vino abajo en varas y pedía delicadezas en una faena brindada a Isabel Díaz Ayuso por su valentía como mujer. Ni Misterio –el único desorejado (por Talavante)–, ni Frenoso, ni Bocinero, ni Alabardero… Roca tendrá que esperar a la del Torero.

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