Viena saca a la luz el implacable trabajo de Egon Schiele en sus últimos cuatro años

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Viena saca a la luz el implacable trabajo de Egon Schiele en sus últimos cuatro años

«Querida Gerti, vivimos en la época más violenta que el mundo jamás haya visto, cientos de miles de personas están cayendo. Cada uno de nosotros ha de sufrir su destino, vivir o morir. Todo lo que existía antes de 1914 pertenece a otro mundo». Con una caligrafía elegante, masculina, de grandes ‘W’ como pájaros de tinta negra revoloteando entre sus cuartillas, el 23 de noviembre de 1914, Egon Schiele (1890-1918) escribía a su hermana Gertrude. Hasta finales de 1904 la familia Schiele había disfrutado de una posición acomodada, entonces Adolf Schiele, padre de Egon, murió de sífilis. Había sido jefe de estación de ferrocarril, un empleo que había permitido a su familia vivir con holgura. Sin embargo, en el momento de su muerte su posición financiera no era sólida. Marie Schiele, su mujer -representada en esta exposición por un emocionante carboncillo en el que aparece cabizbaja y cansada-, pasó a depender de otros parientes. Según su madre, Egon había empezado a dibujar a los 18 meses. A pesar de ser una exageración, no cabe duda de que su breve carrera estuvo marcada por la precocidad . La disolución familiar afectó también a Gerti, su principal modelo femenina, pero Anton Peschka, amigo y antiguo compañero de clase del pintor, no tardó en casarse con ella. Durante el mismo periodo, Schiele se distanció gradualmente de su amante, Walburga «Wally» Neuzil .Egon Schiele. ‘Edith Schiele, con un vestido de rayas, sentada’, 1915 © Leopold Museum, VienaA principios de 1913, la familia Harms, compuesta por Edith, su hermana mayor Adele y sus padres, se había mudado al edificio situado frente al estudio del artista. El noviazgo de Egon con Edith tuvo un comienzo lento. Durante el periodo de transición de Wally a Edith, Schiele realizó una notable serie de dibujos que representaba diversos tipos de parejas. La ambigüedad y la erótica fueron el eje de su pintura. 1914 estuvo marcado por el estallido de la Primera Guerra Mundial y por su decisión de contraer matrimonio. Antes de su boda, Egon regaló un cuaderno a Edith que ella llamó su «libro de consuelo». Este diario, hasta ahora desconocido, inspiró esta exposición.En ‘Tiempos de cambio. Los últimos años de Egon Schiele: 1914-1918’ , el Museo Leopold de Viena presenta por primera vez unas 130 obras anteriores a su prematura muerte. Procedentes de museos internacionales y colecciones privadas, están combinadas con elementos biográficos cuyo hilo conductor es el diario de Edith. Esta época ha recibido comparativamente menos atención, a pesar de mostrar sus pinturas más universales y menos egocéntricas donde la «ceguera» comenzaba a protagonizar su obra como una metáfora recurrente. Schiele vaciaba los ojos de sus modelos , los reducía a puntos o eliminaba por completo. Egon Schiele. ‘El abrazo’ (Amantes II), 1917 © Belvedere, VienaEn 1915, ante la inminente ruptura con Wally, empezaron a proliferar en sus cuadros las parejas «ciegas» . En ‘Transfiguración (Los ciegos II)’ (1917), el personaje adolescente que asciende al cielo es ciego para los demás, mientras el adulto de ojos como platos es ciego para sí mismo. La disociación entre pasado y presente del artista refleja una dolorosa escisión en su psique. Schiele despreciaba la teoría artística, su objetivo era más elevado: «alcanzar la verdad», consideraba su obra sagrada y su trayectoria artística está impregnada de retórica espiritual. A menudo, el artista se veía a si mismo como un profeta o un vidente y a sus cuadros como un vehículo para la iluminación.Edith e Egon pasaron su luna de miel de tres días en Praga. Después, incapaz de seguir evitando la llamada a filas, se marchó dejando a Edith en la habitación de un hotel, con escasos fondos, asustada y sola. Schiele definiría los primeros días en el ejército como «los más duros de mi vida». En 1915 se había convertido en marido y en soldado. Edith le siguió de un destino militar a otro. En agosto, Egon solicitó una baja médica y, durante aquellos días, pintó un retrato de cuerpo entero de su mujer como una marioneta de ojos vidriosos, extrañamente inerte y absorbida por las rayas marcadas de su traje. Schiele iba captando todos sus estados de ánimo: elegante, pensativa, tímida o implacable. No está claro con qué frecuencia Edith posaba para él. Al principio prohibía celosamente a Egon utilizar otras modelos, posar desnuda la avergonzaba y le insistía en que ocultara o disimulara su rostro. Egon Schiele. ‘Maria Schiele, madre del artista’, 1918 © albertina, VienaLa capacidad de Schiele para representar la psique humana emergió en sus dibujos de 1915 y 1916 de Edith, de su padre y de los prisioneros de guerra rusos. Esta sensibilidad le convirtió en un excelente retratista. Uno de sus mejores retratos tardíos es el de su amigo Paris von Gütersloh, representado con las manos levantadas como si fuera un «vidente». El mes que Schiele pasó en Liesing fue el periodo más fértil de 1916. No sólo creó los magníficos dibujos de prisioneros , sino que la relativa facilidad de acceso a Viena le permitió completar una serie de estudios de su sobrino, el pequeño Anton Pershka. A pesar de la oposición inicial de la familia Harms a su matrimonio, Schiele cogió cariño a su suegro, un hombre mayor, retraído, que no sobreviviría los siguientes doce meses. Le pintó con economía de medios y una paleta apagada que presagian la Nueva Objetividad de los años veinte.Finalmente, el 12 de enero de 1917, Schiele fue liberado de sus obligaciones con el ejército y regresó a Viena lleno de ideas: «Quiero empezar de nuevo. Me parece que hasta ahora sólo he estado preparando las herramientas», escribió a Anton Pershka. En los meses sucesivos, avanzó hacia su objetivo, alcanzando un grado de estabilidad profesional hasta entonces desconocido. Consideraba que las manos y el rostro eran la parte más expresiva del cuerpo. El ‘Retrato del Dr. Hugo Koller’, en la exposición, ilustra la manera en la que, en sus últimos óleos, oscuros, agitados e implacables , aplicaba la pintura espesamente, a veces con los dedos, hasta distorsionar sus figuras.Egon Schiele, ‘Madre con dos niños II’, 1915 © Leopold Museum, VienaDesde pequeño, Schiele mostró una habilidad técnica extraordinaria que fue refinando a lo largo de su vida. Su franqueza era intransigente, su valentía para representar la s exualidad femenina resulta inquietante incluso hoy. En los desnudos de 1917 y 1918 solía firmar los dibujos de figuras tumbadas como si fueran verticales. Era otra manera de posicionarlos en un ámbito distante, de presentarlos como si fueran una mariposa clavada en un cartón.’El abrazo’ (1917) , es quizás el más auténtico de la historia. Una mujer desnuda en la cama sujeta la barbilla de su amante con una mano mientras, con la otra, rodea su hombro. El pelo de él se prolonga en una marea que es la melena de ella. Schiele nos arrastra a una intimidad feroz, hecha de necesidad más que de caricias.Durante los últimos años de su vida, el estilo realista perfeccionado por el pintor adquirió toda su riqueza. Pocos artistas han logrado expresar tanto con tal economía de medios . El lápiz blando dio paso al crayón negro y a líneas más pesadas y uniformes. Con la precisión de una cámara fotográfica, Schiele podía captar un cuerpo en movimiento o el destello de una emoción -un labio tembloroso o un ceño fruncido-. Como Hans Holbein se trataba de algo distinto, solo reservado a los mejores dibujantes de la Historia.Egon Schiele. ‘Mujer desnuda con pelo largo reclinada’, 1918 © Leopold Museum, VienaEl retrato de Edith de 1918, contrasta con el de 1915. Las marcadas rayas blancas y negras de su traje dan paso a los tonos tenues que resaltan su rostro. En abril de 1918, había descubierto que esperaba un hijo. Schiele concibió entonces la composición de ‘La pareja en cuclillas’, rebautizada como ‘La familia’.En el otoño de ese año la ola de frío golpeó Viena con crueldad y era casi imposible conseguir carbón o comida. El nuevo estudio Schiele era húmedo y las ventanas goteaban. En aquellas condiciones, la llamada gripe española alcanzó proporciones epidémicas. La enfermedad se cobró más víctimas que la Guerra Mundial. La última entrada del diario de Egon es del 30 de septiembre de 1916, pero el 18 de abril de 1918, Edith volvió a coger el cuaderno, hojeó sus páginas y escribió: «¿Tendré un hijo? – ¡He puesto mi corazón y mi alma en ello! -Hoy voy a ir a la ópera». Cuando Edith, embarazada de seis meses, contrajo la gripe española Egon dibujó su rostro febril por última vez. Ella le correspondió garabateado un: «Te amo eternamente» . Poco después de su muerte, Egon dirigió una escueta nota a Gerti: «Edith Schiele no más». Anton Pershka le encontró tiritando en su estudio, fue uno de los últimos en verle lúcido. Esa misma noche, el artista, sedado por su médico, deambuló entre el sueño y la inconsciencia. En la madrugada del 31 de octubre -víspera de Todos los Santos- Egon Schiele murió con 28 años .

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