El verano madrileño en que el calor secó el estanque de El Retiro

Home People El verano madrileño en que el calor secó el estanque de El Retiro
El verano madrileño en que el calor secó el estanque de El Retiro

Ahora que parece que estamos saliendo de una larga y lluviosísima primavera, llegan a Madrid -¡ay!- los calores cuya intensidad todos conocemos. Pero que nadie se llame a engaño: lo de los tres meses de infierno en la capital es algo ya antiguo, que sufrían también nuestros padres y nuestros abuelos. Así lo vivieron por ejemplo en aquel duro verano de 1935, en el que el calor fue tan intenso que, como señalaba el fotógrafo de ABC, hasta el estanque de El Retiro casi se seca.Entre los registros meteorológicos, los más alzados en temperatura se han dado por ejemplo en 1898, donde se rozaron los 40 grados en julio y se superaron los 42 en agosto. En julio de 1949 también se registraron máximas de 39 grados; y en las últimas décadas, estos casi 40 se han alcanzado en julio de 1995, y se han superado en agosto de 2012.En 1928, el calor del verano fue tal que desde el Canal de Isabel II se vieron conminados a insertar en la prensa una nota informando a los madrileños de que «a pesar de los fuertes calores que se han sentido, los recursos de agua en los depósitos de la villa han permanecido todo el tiempo intactos, sin haberse interrumpido ni un momento la comunicación de los dichos depósitos con los grandes embalses del Lozoya y con la red de distribución que abastece a Madrid».Noticia Relacionada De los años 30 a la actualidad estandar Si La Playa de Madrid reflota tras una década de abandono Helena Cortés Patrimonio Nacional, propietaria de este antiguo club social, ha arrendado el complejo a un grupo hostelero de la capital, que en verano concluirá la rehabilitación del edificio principal para abrir un restauranteEse año, desde la alcaldía también se adoptaron medidas extraordinarias, entre ellas ampliar las horas en servicio de la casa de baños en el Portillo de Embajadores, que permanecía abierta de siete de la mañana a nueve de la noche. «La afluencia de bañistas es tan grande -dijo el alcalde José Manuel de Aristizábal- que en el mes que hoy termina -julio- han pasado por los servicios 4.000 personas».Pero volvamos a aquel verano de 1935 donde el calor, como recogió en su instantánea el fotógrafo de ABC, estuvo a punto de secar el estanque de El Retiro. Lo contaba con mucha gracia el cronista, que aseguraba estar, a 25 de julio de aquel año, hilvanando su texto «frente a un termómetro que al sol de mi balcón, marca 52 grados». Se interesaba por la vida de los animales que aún permanecían entonces en la Casa de Fieras: esas focas y ese oso blanco del Retiro, cuya naturaleza hecha para un medio mucho más frío debía pasar las de Caín en el tórrido estío madrileño. Cientos de kilos de hielo, duchas constantes, agua para beber y refrigeración artificial eran las medidas que tomaban los responsables de la instalación para que aguantaran el verano. Claro que para gustos, los colores: los leones se encontraban tan a gusto en los meses estivales, mientras que sin embargo, sufrían en el invierno y no se helaban gracias a la fuerte calefacción de sus jaulas.Mucho peor era -y es- en verano la vida de quienes trabajan en el exterior: un peón explicaba en ABC que ganaba 9,80 pesetas diarias, «cuatro horas por la mañana y cuatro por la tarde, con un intervalo de dos para almorzar y echar una siestecita». Según relataba, «los primeros días, el calor agobia, pero después se va haciendo uno poco a poco, gracias al botijo», de agua fresca con anís. Al acabar la jornada, a casa y otra siesta «hasta las diez, cuando salgo con la parienta a cenar al medio de la calle, pues vivo en los barrios bajos y allí la circulación no molesta. Estamos al fresco hasta la una, para quitar el calor del cuerpo».Y es que por el día, cuando el calor aprieta, la gente no salía a la calle salvo por necesidad. Y si lo hacían, era buscando la sombra. Hablan las crónicas de ABC de un tratado escrito por un fraile con el sugerente título de «Modo de ir desde un convento en Atocha a cualquier parte de Madrid siempre a la sombra». Una idea que invitaban a copiar al Ayuntamiento: «Debía editar un folleto como ese y repartirlo gratuitamente, que mucho se lo agradecerían los madrileños».MÁS INFORMACIÓN El jardín íntimo en que Machado y Guiomar se hablaban de amor Cuatro heridos y una mula muerta en el estreno de la línea del tranvía al puente de SegoviaPor la noche, sin embargo, al igual que ocurre ahora, la ciudad resucita y reverdece: «Todo el mundo se lanza a la calle y son miles las familias que cenan fuera de su casa», explicaban los periodistas, dibujando un retrato al natural de una ciudad sitiada por el sol hasta que este se iba: «Los pudientes (cenaban) en los jardines de Recoletos o en las azoteas de los restaurantes elegantes; los modestos, en las aceras de las tabernas o en los bancos de los paseos públicos». Y de este modo, «hasta primeras horas de la madrugada, la Villa está animadísima».

Leave a Reply

Your email address will not be published.