Antonio López: el pintor de Madrid que nació en plena Mancha

Home People Antonio López: el pintor de Madrid que nació en plena Mancha
Antonio López: el pintor de Madrid que nació en plena Mancha

Antonio López vino al mundo un día de Reyes de 1936, en Tomelloso, Ciudad Real. Con el país que sabía y no sabía lo que se avecinaba. Nació en uno de los pueblos de La Mancha que menor término municipal tienen pero también en uno de los que mejor repartidas tiene sus escasas hectáreas, y que es cuna de otros talentos como los escritores Francisco García Pavón o Eladio Cabañero. Nacer el año de la guerra ha de marcar, pero lo que primero marcó al entrevistado fue la luz de Tomelloso, «esa luz común a toda la plataforma Castilla». La misma luz que vería en Madrid.Noticia Relacionada Premios Cavia 2025 estandar No Jorge Fernández Díaz, Carlos Alsina y Txema Rodríguez, premios Cavia, Luca de Tena y Mingote Fernando MuñozFue autodidacta hasta el verano de 1939, año en que su tío, Antonio López Torres, reconocidísimo pintor, hizo por fin caso a los desvelos del sobrino y, en ese mismo verano –todo pasa en un verano– vio que la pasión del sobrino iba en serio y que era necesario ir a la capital. El que pintaba como un muchacho hizo los bártulos con 13 años; el tío convenció a los padres tutores, y Antonio López rememora para ABC con su mirada de ojos claros, en sus dependencias, entre monografías de Vermeer y Velázquez, cómo habría de ser ese primer viaje, sin retorno claro, a la capital. El tren, siempre el tren, primero a Cinco Casas, donde empalmaba con el Correo de Andalucía. Y es que esos mismos ojos claros se ruborizan cuando aparece la estación de Atocha, estación del mediodía, en la conversación. Ahí supo que estaba el porvenir. Había estudiado contabilidad, mecanografía, para colocarse en algo en el pueblo. Pero con las vocaciones fuertes pasa lo que pasa, que no se conforman. El destino en una fábrica, el conteo de viñas y de excedentes vinateros, no era el horizonte que Antonio López quería. Por eso, nada más llegar a Madrid, el autor de ‘La familia Juan Carlos I’, ‘La Gran Vía’, el gran retratista de la urbe habría de recordar siempre las pensiones por las que pasó. Una, especialmente, en la calle de la Cruz. Y todo ese Madrid en el que por primera vez el niño de Tomelloso ve los ojos pintados de una mujer y una ciudad de militares y curas a los que achaca lo cotidiano, los espacios representados. De ahí a quien comparte vivencias en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Los fantasmas de Gran VíaVe la Gran Vía como un lugar extraño, metafísico. En su casa guarda caballetes que irá desplegando por la ciudad, que es su concepción de su oficio: también sobresalen algunos cartones para limpiar los pinceles de tortas de Alcázar de San Juan, que la tierra es la tierra. Con todo lo que ha visto de Madrid, esa Gran Vía que le celebran retrospectivas y especialistas, él la concibe como un lugar metafísico porque cada vez vive menos gente allí, «solo los fantasmas». Pinta la ciudad como podría haber pintado otro motivo, lo que no es una bravuconada sino, quizá, el motivo que le lleva a coger los pinceles y mover el caballete por los cuatro puntos cardinales de la capital. Las estancias del creador: en su dormitorio o su sala de pinturas REPORTAJE GRÁFICO: ÁNGEL DE ANTONIOSu Madrid dilecto es el Madrid menestral, el más humilde. Ve a la capital como esa aglomeración de gentes sin pretensiones, como en su Tomelloso natal, que se arraciman para pasar la vida sin jactancia, simplemente sobrevivir de la manera más digna. Aunque, eso sí, nota Antonio López que Madrid está perdiendo esa humildad primigenia, ese adanismo con que la ha visto todos estos años. Su apoyo, su esposa, María, falleció en 2020, pero ahí queda su obra ‘Mari en Embajadores, que es testimonio de ese amor. Porque se ha dicho ya, y si no se ha dicho se dice, que la pasión es uno de los motores que llevan al veterano pintor y escultor a seguir al pie del cañón. Méritos colecciona casi tendiendo a infinito este pintor a quien el hiperrealismo le dio una ciudad o viceversa. Desde su estancia, en una colonia a la sombra de las torres KIO, el tiempo se enlaguna. Allí guarda bocetos, y esos lienzos que, cuando la luz sea la adecuada en el calendario empezarán a recorrer.¿Cómo fue su llegada a Madrid?Mi tío, Antonio Torres López, era un pintor muy respetado. Estuve pintando con él todo el verano del 49. Dijo que me quería ayudar, guiarme, porque hasta entonces yo lo había hecho todo por mi cuenta. Él no me prestaba atención hasta que me la prestó ese verano, y le pareció, estaba seguro de que yo tenía facultades. Convenció a mis padres para traerme a Madrid. Yo estaba encantado. Había estudiado contabilidad, algo de máquina, pero yo quería salir de Tomelloso. Y surgió la pintura. Tomelloso tenía una estación de tren que iba a Cinco Casas y allí enlazaba con el Correo de Andalucía. Y ese fue mi primer viaje a Madrid. A lo mejor fueron cuatro o cinco horas. Llegué a la ciudad y estaba feliz, deslumbrado por todo lo que iba viendo. Me acuerdo que en Madrid, entonces, había muchos sacerdotes, muchos militares, y mujeres pintadas, lo que para mí era una novedad.La metafísica de la arteria madrileña «Me he centrado mucho en la Gran Vía. Allí no vive nadie. Es muy de Chirico, Viven fantasmas»En muchas ocasiones ha hablado de la pasión, de la pasión como único motor creativo. ¿Una calle puede mover a la pasión?Yo pienso que en mi caso la pasión es la pintura. La calle es un motivo como podría ser cualquier otro. He empezado a pintar un cuadro que es una habitación. Vas desde tu casa, como en los cuadros de Vermeer, hasta la propia ciudad. Las calles, la ciudad, es un tema muy amplio y muy poco representado. La gran novedad que trae el impresionismo es que se pinta con el caballete en el sitio. No se pinta a través de un dibujo más o menos certero. Esto es así desde Corot.Luego está otro elemento del tiempo, el tiempo de la ciudad. ¿Pasa el tiempo en Madrid de manera especial?Como en todos los sitios. El tiempo es el mismo para todos. No cambia, aunque cambien las horas. El día y la noche.El día y la noche me llevan a preguntarle por la luz, la luz de Madrid.Madrid está a la misma altura que Tomelloso. Es la misma luz. La misma que hay en toda la plataforma de Castilla. Es una luz muy clara. Josep Pla habla mucho de la luz de Madrid, porque él viene de Barcelona, a nivel del mar, y la luz de Madrid tiene para él una transparencia que le asombra. A mí no me sorprende, porque, ya digo, es la misma que en Tomelloso. Me subyuga saber qué hay detrás del cuadro ‘Mari en Embajadores’…Pues una relación amorosa muy fuerte. Nos queríamos mucho. Estábamos recién casados y muy contentos. Esa es la historia.¿Qué cree que le ha aportado a Madrid?Bueno, yo he pintado Madrid porque es donde vivo. Podría haber pintado otro sitio de vivir allí. En mi caso es más el hecho de pintar que lo que pinte.Pero ¿qué cree que ha dejado en el acervo pictórico de la ciudad?Pues qué quieres que te diga. No lo sé. España está muy poco pintada. Se ha pintado muy poco, no es como Italia, no es como Francia. Aquí el tema principal durante siglos ha sido el tema de la religión. La ciudad, el campo, insisto, se ha hecho muy poco y tarde. Ahora la oración en pasiva. ¿Qué ha dejado Madrid en usted?Mi vida ha transcurrido aquí. Aquí encontré a mis amigos, aquí hice mi vida. Yo soy lo que soy por Madrid.¿Qué parte de la Villa le subyuga a usted?Me ha gustado siempre el Madrid modesto. Después me he centrado mucho en la Gran Vía, no como un espacio donde vive el hombre. Más bien como espacio metafísico, arquitectónico, extraño, raro.¿Raro?Raro porque cada vez vive menos gente allí. Es un escenario y eso me resulta extraordinario. Me evoca a los espacios de De Chirico. Es muy metafísica la Gran Vía. Allí no vive gente, allí viven los fantasmas. ¿Y Atocha?El primer cuadro que yo hago en la calle lo hago en Atocha. En esa época vivía por Embajadores. Y fue un lugar importante. Cuando llegué de Tomelloso llegué por Atocha. ¿Qué le parece el ‘skyline’ de Madrid?No pienso en eso.Siempre se ha dicho que Madrid era una ciudad chata…Madrid es una ciudad que me parece muy interesante porque no es pretenciosa. Empieza a serlo, eso sí. Es una ciudad hecha por gente que no tiene pretensiones, como pasa con Tomelloso. A mí esa modestia, esa sencillez tan española me gusta mucho. Ha dicho antes que la ciudad está poco pintada.Claro, claro. De todas maneras yo creí que Madrid está menos pintado de lo que está. Lo que pasa es que no se le ha prestado atención. En el Museo de la calle de Fuencarral hay paisajes desde el siglo XXI, algunos muy torpes. La ciudad humilde Su ciudad es una ciudad que entiende sin pretensiones, como su pueblo natal, s in jactancias. solo dedicado a sobrevivir¿Qué pintor cambió su mirada sobre Madrid?Aureliano de Beruete. Un hombre con dinero, amigo de Joaquín Sorolla. Pinta Madrid maravillosamente bien. Madrid, crece, España decrece.Están creciendo las ciudades grandes y decreciendo las demás. Pero no es un problema de España.¿Qué mundo nos espera? ¿Y el futuro?Es una pregunta para no contestar inmediatamente. La guerra es lo peor que hay. Y por el camino que vamos, malo.

Leave a Reply

Your email address will not be published.